La nación sudamericana abrió una campaña electoral marcada por la violencia social, la inconstitucionalidad presidencial y las pugnas en la cúpula política
Ecuador inició el 2025 con la agenda mediática tan cargada como la tuvo durante los 12 meses pasados. El 4 de enero abrió una campaña electoral en medio de una persistente guerra contra bandas del narcotráfico, una pugna por el poder entre el presidente y la vicepresidenta, la conmoción nacional por el asesinato de cuatro niños tras ser detenidos en un operativo militar, los constantes apagones y la poca actitud del mandatario Daniel Noboa para acatar las leyes constitucionales.
Según reza el artículo 93 del Código de la Democracia, la cual regula los comicios en el país sudamericano, los dignatarios que opten por la reelección inmediata al mismo cargo deberán hacer uso de licencia sin remuneración desde el inicio de la campaña electoral.
Aunque la decisión es clara y no debería estar sujeta a interpretaciones políticas, Noboa no solo dijo que no se iba porque su gestión actual complementa el mandato del destituido Guillermo Lasso (2021-2023), sino que designó a la economista Cynthia Gellibert como vicepresidenta encargada en lugar de la titular Verónica Abad.
Lasso salió del poder al decretar la «muerte cruzada», una figura constitucional que disuelve el Parlamento y adelanta las elecciones generales.
Con Abad las relaciones han estado tensas desde el primer día de gestión, en noviembre de 2023. Después de relegarla a puestos en Israel y luego en Turquía, regresó al país y pretendía asumir el domingo 5 de enero la Presidencia, de acuerdo con lo dispuesto por el propio artículo 93, pero Noboa no lo decidió así.
De mantenerse en el cargo durante la campaña, Noboa puede utilizar recursos y visibilidad que sus competidores no poseen, generando un terreno desigual. Incluso erosionar la confianza pública en la imparcialidad del proceso en un país donde gravita constantemente el fantasma del fraude y la inseguridad.
Los comicios generales del próximo 9 de febrero se auguran bien complicados. En octubre de 2024, un total de 16 postulantes se inscribieron para competir por la presidencia de Ecuador.
Revolución Ciudadana, el movimiento político representado por la figura del expresidente Rafael Correa (2007-2017), y expresado actualmente por la candidatura de Luisa González, marcha a la cabeza de la preferencia, según constatan las encuestas.
El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica coloca a González con 35.5 por ciento de intención de voto y a Noboa en un cercano segundo lugar, con 32.9 por ciento.
Los números son altos en cuanto a los votantes que aún no definen su preferencia, lo cual deja el panorama electoral abierto.
Un fenómeno semejante se observó en las elecciones de 2021 y 2023, cuando surgieron candidatos inesperados que alcanzaron niveles significativos de apoyo.
Según el análisis, González cuenta con el respaldo firme del voto duro del correísmo; sin embargo, enfrenta el desafío del anticorreísmo, corriente que se marca como la segunda fuerza política y marco sobre el que Noboa influirá desde su posición en el gobierno.
El oficialista tiene también una ventaja: la ausencia de un rival fuerte dentro del espectro conservador, lo cual le otorga más votos que respaldo real.
Pero tiene en detrimento su total falta de transparencia, de ética, y la cantidad de problemas sin resolver en un país marcado por una violencia extrema y puede costarle votos entre los indecisos, especialmente si la narrativa de abuso de poder gana fuerza, según predicen expertos.
Los 14 candidatos restantes y de distintas tendencias tienen menores posibilidades de llegar a la segunda vuelta, reflejan los análisis electorales. Entre los inscritos están Henry Cucalón, ex ministro de gobierno de Guillermo Lasso (2021-2023), y Carlos Rabascall, quien en 2021 fue candidato a vicepresidente por el correísmo.
También están el expresidente de la Corte Nacional de Justicia Iván Saquicela, que se presenta por el movimiento Democracia Sí, y Leonidas Iza, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) y quien se postula desde el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik.
Noboa abrió la campaña el 5 de enero, en medio de un enorme resguardo militar y policial, con decenas de funcionarios públicos, miembros de las fuerzas armadas y simpatizantes en las afueras del Palacio de Carondelet.
Por la tarde, al norte de Quito, Luisa González abrió campaña en un coliseo con más de 3 000 personas reunidas y utilizó su discurso de alrededor de 40 minutos para criticar duramente a Noboa: “Prometió seguridad y somos el país más violento de Latinoamérica, prometió la mejor economía y tenemos los peores índices de desempleo y subempleo, prometió libertad y somos presas en nuestros mismos hogares”.
Los ecuatorianos podrían emprender un nuevo rumbo a partir de febrero próximo y retomar aquella “década ganada” durante la gestión de Rafael Correa.
Un comentario
En Ecuador, a violencia, el narcotráfico y la corrupción institucionalizada en todos los niveles es consecuencia de gobiernos demócratas, débiles por naturaleza. Ecuador, cómo TODA Latinoamérica necesita de gobiernos AUTORITARIOS, sean civiles o militares. Dónde hay o pretende haber democracia se transforma con el tiempo en un país violento. Un sólo ejemplo: Brasil, con 220 millones de habitantes, dónde supuestamente viven en democracia, es el país más violento de Latinoamérica, detenta más presos encarcelados que toda Europa Occidental y EEUU juntos. La Democracia es un ideal, una quimera, una utopía. Ni siquiera en los países desarrollados la tienen en su estado puro: En Europa Occidental hay muchas Monarquías Parlamentarias, en Asia, la mayoría son gobiernos civiles o militares AUTORITARIOS, la mayoría consecuencia de golpes de estado. En África, la mayoría de gobiernos autoritarios son militares, por no decir dictaduras. India sería la excepción, país muy influenciado por la religión. Para que decir los países musulmanes, TODOS Autocráticos. Desconocen la democracia. .