Valoraciones sobre cómo el cine, el audiovisual, las visualidades registran violencias que se exacerban en el siglo 21
Por doquier, las múltiples pantallas producen y reproducen construcciones de realidades, ritos, mitos, violencias a niveles simbólico, figurativo y comunicativo; visibilizan lo invisible, nuevas maneras de acercamiento e incluso convierten el espacio doméstico en el más amplio territorio virtual.
Pero, ¿atienden cineastas, realizadores, guionistas y equipos creativos en su justa dimensión el polémico asunto de cómo presentar o representar lo que ocurre y cómo ocurre; sus construcciones y desafíos en el aquí y ahora de la vida cotidiana?
De ningún modo somos siempre conscientes de que una historia forma parte de una galaxia, tiene una perspectiva cósmica difícil de atrapar en su totalidad. Concatenar sentidos de ideas, pensamientos, visualidades, no se improvisa. La dramaturgia y los diseños de personajes o tipos tienen que ser estudiados; también los géneros dramáticos conocidos desde tiempos inmemoriales. Son pasos previos, indispensables, para estructurar relatos capaces de advertirnos sobre peligros a todos los seres humanos sin límites de idiomas o fronteras.
Hay que ver una y otra vez; repensar e interiorizar los planteamientos del filme La vida es bella, de Roberto Benigni, escritor, director y protagonista.
El fascismo exacerbado en el siglo 21 fue contado desde el amor. ¿Quién no siente en el alma y en la conciencia la alerta creciente de un genocidio que hoy se repite, financiado por las potencias del Norte empeñadas en entronizar su hegemonía colonialista y destructora en beneficio propio?.
Es interesante, en la película, en la acción dramática, predomina la particular mirada conceptual y artística de Benigni sobre el fascismo. Representa un juego que interpreta el personaje de Guidó y el referido director. Su dualidad le permite concretar un relato hermoso y trágico para aliviar al hijo de una experiencia traumática. Las hazañas del héroe lideran en el transcurso del relato donde coinciden lo maravilloso, la salvación y la muerte.
Cuando un artista tiene la voluntad de proponer un discurso crítico, su interés es motivar la reflexión, la comprensión y la trascendencia de problemáticas sociales, políticas, culturales y económicas que forman parte del hecho, de sus conflictos y circunstancias.
Pensemos, Benigni, consciente de la seriedad de un juego no ingenuo, incorpora la concepción anecdótica para denunciar el fascismo desde la ironía trágica del destino.
Urge despertar almas y alertar conciencias. El arte es un camino de infinitas posibilidades. Transitarlo requiere hablar, comunicar, desplegar talentos e ingenios. Toda creación es un retomar algo o un rechazar algo que una vez ya fue creado. Quien crea puede volver a decir lo conocido en otras tonalidades. Subyuga quien sabe cómo decir lo expresado para compartir nuevas significaciones.
Pensémoslo.
En nuestro cine y nuestra televisión, creadores y técnicos conocen en profundidad que cada vez más los espacios y las prácticas comunicativas responden a criterios culturales. Es imprescindible sistematizar jerarquías de contenidos y formas; mantenerlas en nuestras pantallas que son lugares estratégicos; esto nunca lo perdamos de vista.
Ver y conocer los rostros de la violencia, cómo han sido presentados y representados nos permite seguir andando. Todo arte es social. Nos hace meditar en este principio: La vida es bella. Pero hay que defenderla con pasión, palabras y acciones hoy y siempre.
El amor es una fuerza revolucionaria. Cultivarlo constituye un imperativo de esta y de todas las épocas.


















