El campismo popular sigue atrayendo a los tuneros

Alta afluencia de personas en oficina de ventas para reservar capacidades hasta el fin de año

Fotos. / Pastor Batista Valdés


A pesar de que las condiciones distan mucho de lo que en otros tiempos caracterizó a las instalaciones, el campismo popular continúa teniendo notable aceptación y demanda entre los habitantes de la oriental provincia de Las Tunas.

Evidencia de ello es la afluencia de un alto número de personas, cada día, interesadas en reservar capacidades para las cuatro instalaciones que se mantienen funcionando: Playa Corella y Los Pinos, al norte, en los municipios de Puerto Padre y Manatí, respectivamente, así como La Aguada de Vázquez (también en geografía portopadrense) y Guayabal, en el litoral sur.

Según explica Elvira Ricardo Castro, directora comercial de la oficina de ventas perteneciente a la Empresa Campismo Popular, El Cerro de Caisimú y Río Jobabo, muy visitadas en otros momentos, han sido víctimas de una intensa sequía que hoy les impide ofrecer servicios.

Playa Corella, en el litoral portopadrense, es una de las instalaciones más demandadas.

Necesitadas –como en todo el archipiélago– de acciones de mantenimiento y reparación luego de muchos años de permanente e intenso uso, las instalaciones mantienen adecuada atención, gracias al empeño de sus trabajadores, en áreas como las de restaurante, cafetería y otros espacios concebidos para el esparcimiento, la recreación sana y la actividad deportiva.

Conscientes de que la comercialización está abierta para el año completo, muchos tuneros acuden a la mencionada oficina de lunes a sábado.

Dificultades como la que hoy enfrenta la empresa con el transporte para el traslado de los campistas, no frenan el interés de cientos de familias que hallan en esa saludable opción precios de alojamiento mucho más asequibles que otras alternativas en la coyuntura socioeconómica actual.

Desde hace 44 años, los tuneros inscriben entre sus preferencias la posibilidad de un contacto sano con la naturaleza, gracias a la existencia de esas criollas instalaciones que continúan funcionando contra todos los tipos de vientos, de mareas y que muy bien merecen un soplo restaurador, en aras de una mejor conservación y de un empleo más óptimo de sus capacidades, como sucedía en los tiempos de mayor esplendor.

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