El dolor no se comparte, se multiplica

Hoy en toda Cuba se conoce del homicidio del capitán de la PNR, Leonel Mesa Rodríguez, jefe de sector en la ciudad villaclareña de Caibarién


“Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”, expresa el artículo tres de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUHD),un plan de acción global, aprobado en 1948 tras los devastadores efectos de la II Guerra Mundial, “para la libertad y la igualdad protegiendo los derechos de todas las personas en todos los lugares” y que se viola con mucha frecuencia por intereses hegemónicos.

Este documento viene a mi mente desde el viernes último, tras el hallazgo del cuerpo sin vida del capitán de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), Leonel Mesa Rodríguez, de 62 años de edad, con seis heridas de arma blanca y un disparo en la cabeza en el Consejo Popular La Reforma, municipio de Caibarién.

Capitán Leonel Mesa Rodríguez.
Ofrenda floral del general de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución.

Una semana atrás muchos de los cubanos no sabíamos que ese digno oficial trabajaba día y noche por garantizar la tranquilidad ciudadana, la misma tranquilidad que a los enemigos, de adentro y de afuera, les interesa entorpecer. Hoy lo conocemos en toda Cuba, porque fue víctima de la furia de unos dedos atrevidos, unas manos culpables y una mente perversa.

La indignación no tardó, sobre todo en las redes, reclamando justicia, porque nada explica la privación de la vida a un ser humano, si hasta en tiempos de conflagración, muchas veces se le respeta. Nuestra sociedad muestra todos los días acciones demostrativas de cierta degradación social: arrebatos de cadenas y celulares; atropellos con peligro para la vida, y hasta hechos como este que nos ha conmocionado. Por eso se comprende la incomodidad de millones de compatriotas al referirse al hecho.

Es triste ver partir a un familiar o amigo a consecuencia de las acciones arteras –con las sombras como cómplice– de un delincuente. Este dolor no se comparte, sino se multiplica; mientras las manos solidarias se tienden para ayudar al consuelo, las almas se enervan y piden que la fuerza de la ley se sienta, según lo establecido y de forma ejemplarizante.

Junto a los familiares del capitán Mesa, las autoridades del municipio, oficiales de las FAR y el Minint, y el pueblo.

Los tiempos difíciles que vive el país demandan mucho decoro, mucho trabajo y acciones tendientes a consolidar la unión, lo cual no se logra ni con odio, ni con rencores. Establece la DUDH que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Desafortunadamente, no siempre es así. Del mismo modo que hay hombres que aman y construyen –al decir de José Martí–, hay otros quienes odian y destruyen. Contra las fechorías de estos últimos debemos cerrar fila, es la mejor manera de creer en la paz y trabajar para asegurarla.

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