La Medalla Fray Luis de León es otorgada por los organizadores del Encuentro de Poetas Iberoamericanos. / YASSET LLERENA
La Medalla Fray Luis de León es otorgada por los organizadores del Encuentro de Poetas Iberoamericanos. / YASSET LLERENA

El encanto perturbador de unos versos

Homenajes, sin fecha de caducidad, a dos intelectuales cubanos


Toda realidad supera cualquier ficción/ y en lo apocalíptico/ caben la belleza y lo horrendo/ ya no los remedios del mundo/ sino el sabor de los destierros/ la campanada que sobrecoge al que aún duerme/ la poesía del fondo enigmático de las cosas.

Las líneas anteriores son un fragmento del poema Hacia ti. A su autora, Lina de Feria –y a José Martí–, estuvo dedicado el III Encuentro de Poetas Iberoamericanos celebrado en La Habana. El evento culminó, pero el respeto por la filóloga, literata, editora, subsiste y merece ser compartido. Por eso BOHEMIA cede su espacio a dos colegas suyos, ambos evocan la personalidad y las creaciones de quien se transformara en una figura insoslayable del ámbito cultural en Cuba.  

Según palabras de Nelson Simón, no es posible referirse al quehacer de esta escritora “sin que nos desborde la admiración y el agradecimiento. Tuve la suerte de conocerla en mis tempranos años de juventud, aquellos de talleres literarios y de inocencia. Descubrirla fue hallar un territorio donde lo terrible y lo sublime se fundían para encarnar lo que por entonces era mi imagen romántica de un poeta”. Nunca olvidará el testimoniante cómo ella escuchaba y alentaba la labor de los jóvenes.

Si Casa que no existía, poemario con el cual obtuviera el premio David en 1967, es “un libro raro y revelador”, en general “la obra poética de Lina de Feria la coloca entre lo más valioso de la lírica de nuestra lengua”.

Reconocerlo y agasajarla constituye “un acto de justicia a una escritura de resistencia donde el sujeto lírico ha sabido salir del ensimismamiento del yo para volverse cronista de un tiempo y un sentir colectivo. Lina ha sabido fundir con elegancia su vivencia personal con la historia; lo ha hecho sin alardes, sin pretensiones ni estridencias, lo ha hecho desde el gesto mínimo y humilde, desde su honestidad”.

Quien desee tener una visión cabal de lo acaecido en Cuba durante el último medio siglo, ha de sumar a la pesquisa los versos que ella ha escrito. Por sus estrofas “desfilan las sombras luminosas de los héroes, pero también las más íntimas. Uno de sus grandes aportes es el lenguaje”. En A mansalva de los añosEl ojo milenario, Rituales del inocente, A la llegada del delfín, El libro de los equívocos, Ante la pérdida del Safari a la jungla, las palabras alcanzan “su máxima resonancia y elevan lo cotidiano e intrascendente a otra dimensión y significado”. Esta mujer “de alucinada lucidez” nos ha entregado una obra a la cual “siempre debemos volver”.

Por su parte, Luis Manuel Pérez Boitel considera que esos poemas nos hablan “de la dimensión de lo humano”. Su mensaje resulta “existencial y esperanzado”. En el citado volumen Casa que no existía la autora “rememoró la necesidad de ser salvados, un leitmotiv trascendente en la poesía cubana, así como poco estudiado todavía”. Igualmente, sus versos seducen por “afianzar desde el coloquialismo un discurso más filosófico, dramatúrgico y diverso en comparación con el presente en el país en la década de los 60”.

De acuerdo con el experto, en los textos de Lina de Feria se entrecruzan el dolor, la sensualidad, el amor pleno y la lírica barroca. Aunque ha asimilado influencias de grandes creadores, la Premio Nacional de Literatura (2019) ha sido “auténtica y se ha mantenido apartada de cofradías y élites”.

Seriedad y divertimento

En su lírica, Waldo Leyva utiliza con maestría la emoción contenida. Además, dentro y fuera de Cuba ha realizado una encomiable labor de promoción literaria. / YASSET LLERENA

Otro literato reconocido en el III Encuentro de Poetas Iberoamericanos es Waldo Leyva. Al escritor, ensayista, periodista, le fue conferida la Medalla Fray Luis de León.

Fidel Antonio Orta, autor del prólogo a La flecha está en el aire, un compendio de la lírica concebida por el galardonado, estima que la excelencia literaria de este “lo ubica entre los mejores poetas hispanoamericanos”. En su obra, donde “con gala y destreza trasciende la frontera de lo anecdótico”, se observa “emoción contenida, la maestría de la madurez y coherencia”. En sus versos, henchidos de “júbilo estético”, encontramos “apego consciente a la nación cubana”.

Arístides Vega Chapú recuerda: “Lo conocí por un hermoso libro que me conmovió, trataba acerca de la historia de Santiago de Cuba, con pasión y con una mirada inteligente”. Además, subraya la alta calidad de los textos poéticos y en prosa del homenajeado.

Al mismo tiempo, Waldo es “un promotor nato, atento a lo que se está escribiendo en la Isla”, antólogo de la poesía cubana. De ese modo ha “dado claridad sobre zonas relevantes de la cultura”; por consiguiente, “le ha dado luz a la espiritualidad del país”.

Asimismo, resalta una faceta de ese intelectual, menos ensalzada, pero igualmente significativa: “Detrás de su imagen de hombre elegante hay una humildad extrema”, pues ha obtenido el Premio Nacional de Literatura (2024) y galardones internacionales, sin embargo, jamás habla al respecto.

Foto. / YASSET LLERENA

Fiel a los rasgos mencionados, aquel día Leyva rehusó charlar sobre sí mismo, prefirió aludir al pensamiento martiano, el cual “nos está diciendo el rumbo que debemos tomar todavía hoy”. Y añadió: Lina de Feria y Martí vivieron en épocas distintas; no obstante, los une la poesía, el amor por la patria y la búsqueda de lo mejor del ser humano.

Luego leyó un poema de su último libro publicado; como preámbulo, puntualizó: “en él me di el gusto de intentar transmitir lo que estaba viendo, sintiendo, y al mismo tiempo de divertirme escribiendo”.

Ejercicios con alejandrinos 

[] Yo esperaba sentado sobre un tronco de roble/ que alguna vez fue un árbol y terminó en tonel/ donde tal vez maceran las pulpas más preciadas./ Era un otoño intruso y una mujer desnuda/ que se alejaba siempre fingiendo que venía./ Un perro siberiano con los ojos distintos/ vino a marcar el tronco y me orinó los pies./ Cuando quise espantarlo era un conejo pardo/ que se alejó sin prisa y me invitó a seguirlo./ Pero ya yo era uno con el tronco de roble/ y había savia en mis venas y un extraño temblor/ estirando mis brazos para tocar el cielo.

[] Y entonces cada poro, cada fragmento mío/ decidió que el verano era tu piel desnuda/ y que el otoño intruso era solo espejismo./ No quise abrir los ojos, la realidad a veces/ duele más que los sueños.

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