Merece seguir sonando en los oídos y en el alma de los públicos, el Concurso de la Canción Cubana que prestigia la música y la cultura para todos los tiempos
“Mamá, de dónde son los cantantes, serán de la loma, o del llano…”. Recordar esta obra compuesta por el notable músico santiaguero Miguel Matamoros (1894-1971) activa la experiencia reciente en el Concurso de la Canción Cubana Adolfo Guzmán, ¿por qué no se visibilizan y escuchan los intérpretes ganadores del certamen encargados de promocionar temas y orquestaciones premiadas? Antes, el certamen satisfizo siempre la necesidad de conocer nuevas inspiraciones en voces de notable calidad. Por ejemplo, imposible olvidar Amar, vivir, de Rembert Egues, recreada por Beatriz Márquez y Tejiendo un rostro en la canción, del inolvidable cienfueguero Lázaro García: la deleitó magistralmente Argelia Fragoso. Son, apenas, dos ejemplos ilustrativos de savias imprescindibles en la música y la cultura en Cuba.
Ciertamente, el lenguaje de las canciones ha variado. De ningún modo puede ser de otra manera. Poetas renovadores nutrieron textos acunados por músicos talentosos. Más tarde, primó el modo de decir llano y directo. Infinitas variaciones iluminan lo más novedoso.
¿Es posible conocer a los galardonados en el reciente Guzmán sin escucharlos o verlos en el teatro o la pantalla televisual? Yerian Luis Milian, Azuquita de Cuba, obtuvo el tercer premio y el de la popularidad con Tengo fe, sí, de Sergio Cardona. Las experiencias en la orquesta Jóvenes Clásicos del son crecieron de forma monumental en su defensa interpretativa. ¿Y qué decir del Gran Premio, Desamor, con autoría de Eduardo Elier Rodríguez, que defendió Alisney Ríos y que supo vestir la canción con belleza y autenticidad el maestro Emilio Vega?

Nunca olvidemos valiosos consejos de otro profesional ilustre, Adalberto Álvarez, homenajeado en una de las galas del Guzmán para perpetuar su legado. Él expresó a BOHEMIA: “Escuchemos a los más jóvenes defensores de nuestra cubanía. Ellos continúan las tradiciones con estilos propios”.
Pensemos en la descarga riquísima que todos los galardonados podrían liderar. También sigue faltando el fonograma sonoro y rítmico del concurso. Por su relevancia el disco es imprescindible en la sociedad, resignifica la cultura como acto creativo destinado al registro de la interpretación musical. Establece jerarquías artísticas, destaca géneros y logra un notable impacto en los públicos.
Diversas gamas de temas, tradiciones y estilos lideraran en discos memorables del Guzmán. No obstante, urge seguir reflexionando sobre el impacto de la industria fonográfica en la socialización de mensajes, conocimientos actualizados, símbolos, productos, modos de vida y servicios asociados al arte musical.
El cierre del concurso de ningún modo debe marcar silencios parciales o definitivos, estos limitantes frustran caminos iniciados. Continuar redescubriendo ilustres compositores, intérpretes y orquestadores; disímiles estéticas son acciones encaminadas a la visibilidad de valores autóctonos; así no envejecen, necesitan a quienes legitiman raigambres e innovaciones.
Merece tener continuidad la validación del Concurso de la Canción Cubana Adolfo Guzmán por su prominencia en el desarrollo cultural y artístico. Propicia meditar sobre la necesidad del estímulo a la investigación musicológica, un terreno fértil para aprehender el enfoque antropológico y la mirada transdisciplinaria hacia géneros, estilos y formatos.
¿Por qué no aprovechar en todas sus dimensiones los avances continuos de la tecnología digital, pues esta beneficia disímiles formatos de compresión del sonido y la comercialización en Internet? En la defensa de las prioridades impostergables influyen no pocos eslabones: producciones fonográficas, actores en la gestión cultural de las músicas, instituciones, realizadores de radio, televisión, periodistas y comunicadores sociales.
Es preciso estar atentos; en las redes sociales proliferan visiones carentes de cientificidad, ninguna es inocente. Cada disco promueve valores asociados al arte sonoro. La visualidad, el diseño, la calidad del sonido determinan el acto de pensar las riquezas del fonograma. Otros elementos que estimula el Guzmán es la formación del gusto estético y las jerarquías artísticas. La buena música influye en subjetividades culturales, contrarresta influencias enajenantes, incrementa facetas del conocimiento. El respeto a la diversidad creativa siempre facilitará la salud del oportuno certamen. Incentivar la musicalidad apreciativa, informarla y orientarla beneficiará a los públicos, destinatarios del acontecimiento artístico ansiado desde tiempos remotos. El maestro Adolfo Guzmán merece la perpetuidad en la memoria y el presente sin distancias ni olvidos.