Al arribar el 1° de octubre al aniversario 75 de la República Popular China, relatamos la singular experiencia de haber integrado la brigada permanente de corte manual en los cañaverales cubanos de dos provincias con los primeros chinos que vinieron a Cuba a estudiar Español
Durante dos zafras del pueblo (1964-65 y 1965-66) tuve una experiencia humana de amistad inolvidable que ahora cumple exactamente 60 años.
Un hecho curiosísimo: fui el único cubano en integrar una brigada china de cortadores voluntarios de caña en ambas jornadas productivas durante las Quincenas de Girón, en movilizaciones universitarias organizadas en esa época.
La entonces nombrada Escuela de Letras y de Arte, dirigida por la doctora Vicentina Antuña en la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Habana, donde yo estudiaba, convocó a una asamblea con el propósito de participar en la primera de esas movilizaciones voluntarias. Cuando se pidieron disposiciones para ir al corte de caña con aquellos estudiantes asiáticos, solo yo levanté la mano.
Me dio una rara tristeza; estábamos alojados chinos y cubanos en el edificio de becarios de 12 y Malecón, en el Vedado. Los conocía a todos, éramos amigos y compañeros, nos veíamos constantemente en la escuela y en la beca, compartíamos meriendas, almuerzos y comidas, y hasta nos ayudábamos mutuamente en el aprendizaje de los dos idiomas. Yo les enseñaba estructura gramatical española y ellos a mí algo de la china.
“Pues si nadie quiere ir con estos compañeros, yo iré”, fue mi expresión en aquel momento y… ¡santa palabra! Me fui con ellos hacia los cañaverales de la provincia de Matanzas.
Éramos unos 20 chinos y yo. Cuando empezaron a estudiar su licenciatura en español, para hacerle más fácil a los maestros dirigirse a los singulares alumnos, les pusieron como nombres de pila unos de origen latino y así, por ejemplo: Ramón Mong, Alberto Ding, Alfredo Tin…
Una coincidencia: mis dos grandes amigos chinos de todo el grupo, Chang Hung Fa y Yang Tsu Tieng, el más alto y el más bajito, respectivamente, se quedaron con sus patronímicos asiáticos.
Los dos, Chang y Yang, además de ciertas estructuras de la gramática pekinesa, me enseñaron muchas expresiones, saludos, frases y hasta poemas en su idioma, bastante difícil en la escritura, declinación y la pronunciación, por lo menos para mí.
Chang Hung Fa me enseñó, por ejemplo, una canción de moda entonces en la República Popular China, cuyo título era en aquel momento muy significativo y simbólico: ¡El Socialismo es bueno!
Aún la recuerdo y tarareo, a veces, incluso, la he cantado hasta con ritmos de guaracha y conga, ¡sí señor! Mi hermano jimagua Leonel en la tumbadora y yo en el bongó.
Era una especie de Cuba qué linda es Cuba para ellos, melodía muy querida y que todos los chinos cantaban con frecuencia, entusiasmo y cariño. No obstante, los cortes y la vida propia de una movilización cañera, entre no expertos de la mocha, esos 15 días resultaron escenario propicio para seguir intercambiando durante los descansos.
Acuciosos y aplicados estudiantes de español, se interesaban en los más aparentemente insignificantes detalles de nuestra manera de escribir y hablar, y eso me llamaba mucho la atención, porque ellos apuntaban cualquier pormenor en sus libreticas personales en el momento de alguna duda o les avivara determinada curiosidad de interés lingüístico, como en la composición de mis poemas en décimas.
Así nos compenetrábamos aún más y en la segunda movilización fueron ellos los que solicitaron mi presencia de nuevo en su brigada, pero esta vez en una zona cañera de Pinar del Río.
Precisamente a Chang Hung Fa, una caña por poco le saca el ojo derecho y corrí con él para el médico más cercano. Por supuesto, yo no iba en realidad como “intérprete”, porque apenas podía entender, escribir y pronunciar pocas palabras; y Chang, muy nervioso, se olvidó de pronto del español aprendido y casi no podía ni hablar en chino. Debo confesar que me asusté al imaginarme que perdería el ojo.
Aquel día comprendí dos cosas importantes, especialmente para mí: la solidaridad humana es el mejor idioma del mundo y, además, aprendí: yo no sabía “ni papa” de chino para “traducir” el dolor de mi hermanoChang Hung Fa en el caso de que él intentara decirme algo a mí, al médico y a la joven enfermera.
Ni el doctor, ni la enfermera, por supuesto –para eso estudiaron Medicina y Enfermería– no necesitaron absolutamente de mis servicios como traductor, ni de determinada preocupación del compañero herido para curarlo, aunque mi amigo me agradeció a su manera el haberlo acompañado en tan inesperado accidente.
Terminaron sus estudios, regresaron a su patria y en una Exposición Salud para Todos, en Pabexpo, donde acudí como reportero en 1988, vi de nuevo a Chang Hung Fa y a Yang Tsu Tieng, más de 20 años después.
–“¿Ni chi fala má?” (¿Ya comiste?), le pregunté para recordarle la primera expresión que él me había enseñado durante los tiempos de nuestra estadía en el edificio de 12 y Malecón, y sin perder su asombro de siempre, o asombrado por no entender, me contestó algo ajeno a mi pregunta: “Wo Men Cubá Lautón” (“Nosotros trabajamos por Cuba”), otra de aquellas frases aprendidas con su amigable ayuda.
En 1996 me dijeron en una conferencia de prensa en la Embajada China en La Habana, a propósito del traspaso de Hong Kong a la soberanía china, que Chang y Yang laboraban como diplomáticos de su país en tierra sudamericana.
A todos los recuerdo con respeto y afecto, y -cuando Fidel visitó China- imaginé que los dos quizás vieran al Comandante en Jefe, si no en persona, al menos por la televisión o los periódicos, y, entre otros muchos pensamientos, uno fuera para aquel joven cubano pequeño y risueño que entonces tenía 22 años.
Nuevo encuentro con los chinos en Rumanía
Dejé para el final un importante encuentro que tuve en 1979 con mis amigos chinos, cuando, sin sospecharlo siquiera, estuvimos albergados en el Hotel Triunf, del Partido Comunista Rumano.
Llegó la hora del almuerzo y en el amplio y lujoso comedor de dicho hotel, mi compañero fotógrafo Reinaldo González y yo nos sentamos en la mesa más pequeña, de solo dos sillas, con un cartelito en su centro que decía CUBA.
En una mesa larga para 100 comensales situada paralelamente a la nuestra, empezaron a sentarse, en forma disciplinada y a llenar los asientos, un centenar de chinos vestidos con ropa lustrosa y limpia, igual todos, como uniformados; entre ellos divisé a uno de los de mayor estatura, mi amigo Chang Hung Fa.
Me puse de pie enseguida, se lo dije al fotorreportero Reinaldo; le hice señas a mi compañero de aquel trágico trabajo voluntario en un cañaveral cubano; al reconocerme, pese a mi abrigo y mi sombrerito, dio la alarma en su idioma –quien sabe cómo- a sus compañeros y todos se pusieron de pie, abandonaron sus respectivos puestos en la mesa larga; después de darle un abrazo y un saludo en chino, les canté su entrañable canción El Socialismo es bueno.
La alegría y el asombro compartidos fue grande. Luego en el hotel, antes del horario de comida, ya Chang Hung Fa y Yang Tsu Tieng me contaron detalles cruciales de su país, que el día 1° de octubre celebraba entonces el aniversario 30 de la fundación de la República Popular China.
Chang me dijo unas cuantas cosas interesantes, las guardé en mi agenda de aquella época: “Mao Zedong –lo digo con la ortografía actual– nació en la provincia de Hunán, de rima consonante perfecta con el nombre de la zona de Birán, donde ya sabemos que vinieron al mundo los tres hermanos Fidel, Raúl y Ramón. Entre los lugares más famosos de China, está la ciudad deXi’an, la capital de la provincia de Saanxi, en el noroeste chino, que rima igualmente con Birán, y es una de las cuatro famosas capitales antiguas de la nación, con una historia de más de 3000 años: durante 1200 años el espacio principal de 13 dinastías”.
Yang Tsu Tieng nos refirió, entre otras cuestiones, que “Mao Zedong, en los preparativos revolucionarios y la constitución de la República Popular China, el 1° de octubre de 1949 se refugió un tiempo en su ciudad natal, Shaoshán, que también rima con Birán”.
- Nota: Este trabajo salió publicado el jueves 30 de octubre de 1997 en el periódico bilingüe habanero Kwong Wah Po de la comunidad china en La Habana, bajo el título de “Al cañaveral con mis amigos chinos”.