A pesar de los temores, no hay consenso científico que demuestre daños graves por el uso normal de teléfonos móviles. / IA
A pesar de los temores, no hay consenso científico que demuestre daños graves por el uso normal de teléfonos móviles. / IA

Enemigo silencioso

¿Debería preocuparnos dormir junto a nuestro teléfono móvil? Es la interrogante de Julia Estévez, de Ciego de Ávila, y Le contesta BOHEMIA


En tiempos donde el móvil es casi una extensión de la mano y, para muchos, también un compañero de almohada, la preocupación se multiplica: ¿Realmente la radiación que emiten estos dispositivos afecta nuestro descanso o aumenta el riesgo de enfermedades? ¿Se trata solo de un mito moderno alimentado por la desinformación?

Ondas, radiaciones y mitos

Los teléfonos móviles funcionan gracias a ondas electromagnéticas; en concreto, ondas de radiofrecuencia. A diferencia de las radiaciones ionizantes (como los rayos X), estas ondas no tienen la capacidad de alterar el ADN ni de provocar ionización en las células humanas. La mayor parte de la energía que emite un móvil es absorbida por la piel y los tejidos superficiales. El posible aumento de temperatura en órganos internos es prácticamente nulo.

Durante años, la comunidad científica ha estudiado si la exposición a estas ondas puede tener efectos adversos a largo plazo, como la aparición de tumores cerebrales.

Uno de los documentos clave es el informe de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, perteneciente a la Organización Mundial de la Salud, que en 2011 clasificó el uso de teléfonos móviles como posible cancerígeno en humanos (categoría 2B), basado en datos limitados de estudios en personas y animales, aunque con resultados inconclusos y susceptibles a sesgos.

A pesar del dictamen, que justifica la precaución y la continuación de estudios a largo plazo, la evidencia científica actual indica que no hay pruebas concluyentes de que la exposición a teléfonos móviles cause cáncer u otros daños graves a la salud. Así lo demostró un estudio realizado entre 1990 y 2007 publicado en 2011 por científicos del Instituto de Epidemiología del Cáncer de Copenhague que vinculó a más de 350 000 usuarios de teléfonos móviles con tumores cerebrales, y no encontró una relación significativa entre el uso del móvil y el desarrollo de gliomas, meningiomas u otros tumores cerebrales.

El verdadero riesgo

Si bien las ondas no parecen ser peligrosas, el verdadero enemigo del descanso es la luz azul que emiten las pantallas. El uso excesivo o por tiempos prolongados puede generar alteraciones del sueño y del ritmo circadiano, según señala el investigador de la Unidad de Trastornos del Movimiento y Sueño del Hospital General Manuel Gea González, Óscar Arias Carrión, en artículo publicado en el sitio web del gobierno de México

“Al estar expuestos por tiempos prolongados a pantallas de dispositivos, disminuye la secreción de melatonina, hormona que regula el ciclo del sueño y vigilia, y aumenta los niveles de cortisol, hormona del estrés. Esto impide a la persona dormir de forma adecuada”, añade el investigador.

La presencia del móvil en la cama, con notificaciones y tentaciones de última hora, mantiene al cerebro en estado de alerta, lo que puede traducirse en insomnio, irritabilidad y cambios de humor. Dormir con el móvil cargando, además, puede acarrear riesgos técnicos, como el sobrecalentamiento del dispositivo, aunque los casos de accidentes son raros.

La ciencia recomienda

No hay consenso internacional ni pruebas concluyentes de que las ondas de los móviles puedan causar daños graves; no obstante, quienes duermen cerca tienden a dormir menos y peor, lo que deriva en problemas metabólicos y de ánimo y, por extensión, de la salud física y mental.

Buenos hábitos pueden ser alejar el móvil de la cama durante la noche, evitar mirar la pantalla al menos media hora antes de dormir, no cargar el teléfono bajo la almohada ni en la cama, así como priorizar el descanso y crear un ambiente propicio para el sueño. Su cuerpo y su mente se lo agradecerán.

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