Se aproximaban, creaban un tumulto de voces y de ofensas innecesarias porque a ciencia cierta nadie entendía, repeliéndose incluso en la coincidencia de ese hecho, rotundo como una noche ciega. El Grupo andaba a la deriva, aunque abierto a cualquier explicación mínimamente apta después de tantos juegos de azar y adivinanzas.
Tropezaban los collares, los pulsos, los aretes, las trenzas, los cigarros, las mochilas y hasta los lunares. Algunos calzaban chanclos, los más preferían los pies en la orilla. Dormitaban ligeros en hombros prestados, sacudidos de fe cuando alguien decía: “¡Ya sé!”, pero ninguno atinaba en la única respuesta posible. ¡Vaya jornadita!
Con hastío decidieron dejarlo. Los jóvenes se tiraron, ¿los viejos?, también. Por instinto formaron corro alrededor del enigma…En ese sopor de borrachera, la luna les trajo la explicación evidente: ¡Los celulares se habían quedado sin carga y no había Dios tronante que les ayudara!
2 comentarios
Te sigo alentando para que publiques tus minicuentos. Hace unos días leí en la prensa un artículo sobre un cubano, no recuerdo nombre ni provincia, que publicaba sus minicuentos y los tuyos nada tienen que envidiarle a los que publicaron en el artículo de la prensa
La linda ilustración sugiere una pista del entorno playero del Grupo. Desconcertados ante las pantallas en negro en medio de la noche, y sin posibilidad de recarga en las inmediaciones. Me divirtió el enigma
Te reitero, Mari, que ojalá pudieses dedicar más tiempo a la literatura. Se te da bien.