Para José Martí, “no hay cosa más bella que amar a los ancianos; el respeto es un dulcísimo placer”. ¿Se hace lo suficiente por ellos?
“¿A cuánto el ají cachucha?”. “Oiga mi viejo si está escrito en la tablilla por qué pregunta”, espetó el dependiente del agromercado con cierto dejo despectivo. “¡Ay, mijo! Ya con 78 años no veo muy bien; no te molestes, por favor”. Acto seguido, la risa burlona: “Ok”, dijo quien se sentía dueño del pequeño mundo circundante. “Son 180 pesitos, mi viejo”. El aludido sacó un billete de 50 pesos y puso tres ajíes en el plato de la balanza, ante lo cual el vendedor ripostó: “Me va a matar puro; ¿esto, tan poquito?”. “Mi pensión es baja, solo 1 528 pesos”. Con evidente disgusto, el “comerciante” dijo bien alto para que se escuchara: “Con gente como esta no avanzamos”. Inmediatamente se generó la indignación cuidadana: “Debía darle pena, hombre, podría ser su abuelo”. “No todo se resuelve con dinero” o “¿No te enseñaron modales en casa?”. Inmediata respuesta: “¡Eh, no la cojan conmigo!; yo no pongo el precio y tampoco decido las jubilaciones”. Ahí mismo terminó la furia contra el maltrato para devenir una especie de círculo de estudio sobre la inflación y su incidencia en los ancianos.
Esta comentarista ha discutido sobre el tema en más de un espacio informal; sin embargo, el desparpajo visto en el agromercado la conmina a pronunciamientos perfilados desde un oficio que, además de informar, debe contribuir al razonamiento colectivo. Es cierto que desde la Tarea Ordenamiento se ha reconsiderado el monto de las pensiones para diferentes categorías de trabajos y profesiones, así como la forma de calcularlas… A la luz de la despiadada realidad, todavía son muy limitadas las adecuaciones financieras, que no alcanzan a todo el universo de jubilados. Es entendible, hasta cierto punto, que dada la carencia de recursos monetarios suficientes, la política con las vigentes escalas responda al interés supremo de incentivar, desde el salario, la permanencia en ciertos puestos o por el aporte a la sociedad. Pero justo aquí me detengo.
La actitud del mercachifle, de ínfulas capitalistas, puede deberse precisamente al escaso valor que le estamos dando a un segmento demográfico en el ocaso de la vida útil. Me explico: si vemos que a “algo” propio se le adeuda la necesaria importancia, aquel ajeno a ese “algo” difícilmente se la dará. Las justificaciones pueden ser diversas, en la práctica el mensaje que se recibe es de resta, no de suma. Resulta contradictorio que durante el ejercicio de gobierno se visiten Casas, Comedores u Hogares de ancianos exitosos cuando es vox populi que muchísimos están tirados al olvido o a cadenas de corrupción. Y duelen los recursos del pueblo, obtenidos con grandes esfuerzos. El primer ministro, Manuel Marrero Cruz, ha asegurado que sus comprobaciones serán sorpresivas para que no le den “gato por libre”. Excelente estrategia, la cual debe ser sostenida en el tiempo y a todos los niveles de dirección, pues la estrechez de nuestra liquidez debe tener correlación con el uso de los eximios recursos.
Datos del Anuario Estadístico de Salud indican que el número de adultos mayores albergados en Casas de Abuelos ascendía, en 2022, a 9 318, apenas un 0.37 por ciento de la cifra total de personas de la tercera edad existentes en el país. Una pregunta entonces se impone: ¿No se pudieran incrementar?; otro asunto que me desvela es que todavía son insuficientes los servicios sociales institucionales y a domicilio para aquellos con problemas en la movilidad o viviendo sin ninguna compañía. En la más reciente cita de la Comisión Gubernamental de seguimiento a la dinámica demográfica, se instó a gobernadores, intendentes y cuadros a tratar el asunto del envejecimiento poblacional con sensibilidad e integralidad requeridas.
Lo cual es loable; en cambio, me mueve una certeza: la sociedad juzgará siempre el asunto por las cuantificaciones monetarias, porque la solvencia de ese ya vasto segmento poblacional es una asfixiante camisa de fuerza en correspondencia con los elevadísimos precios minoristas. Digámoslo todo en aras de legitimar los desasosiegos: las dificultades de nuestros abuelos han contado con más de una mirada del primer secretario del Comité Central del Partido y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. A pesar de esta ocupación, no puede quedar para las calendas griegas de los presupuestos algún ajuste más equilibrado con respecto a las características de aquellos cuyas edades están por encima de los 60 años que no pueden trabajar o que deseen merecidamente descansar. “La dinámica demográfica y, como parte de ella, el envejecimiento poblacional son asuntos del presente y del futuro”, manifestó en febrero de 2023 el primer mandatario cubano. Asimismo, en cada encuentro con expertos y científicos que atienden el tema, ha abordado cómo vivir la tercera edad con la mayor dignidad y el bienestar y qué hacer desde la institucionalidad y la sociedad para garantizarlo. Al intervenir en la clausura del Tercer Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su X Legislatura, este 19 de julio de 2024, declaró: “es hora de superar los diagnósticos y pasar a las acciones”. Ateniéndonos a ese reclamo, pudiera, por ejemplo, pensarse en rebajas para los jubilados previa presentación de un carnet.
Acciones concretas son en esta hora un imperativo; se trata de prodigar merecido respeto al sustrato mismo de la Revolución. Ellas y ellos, quienes no pueden caminar con rapidez, y lastimosamente calculan cuántos ajíes llevarán a casa, se batieron en Girón, alfabetizaron, crearon las industrias, roturaron el huerto, defendieron el carácter socialista impulsado por Fidel y jamás dudaron ante el llamado de servir en África o en cualquiera otra latitud. Son quienes saben historias emocionantes, quienes conocen de buenos modales. Son el horcón del hogar llamado Cuba. Nunca puede ser una cuestión menor el empeño a favor de aquellos que aún hacen, porque siguen vivos. Cada maniobra a favor de nuestros abuelos puede influir positivamente en una cotidianidad adversa, en un significativo fervor por su incidencia social, antropológica y cultural para una nación en la que no debían caber esos “dueños del pequeño mundo circundante” en sus atropellos contra quienes les menguan los ingresos porque aquí envejecer es una conquista de la Revolución.
4 comentarios
Nuevamente Gracias por éste profundo y muy necesario análisis sobre un asunto de suma importancia que nos afecta directamente a muchos y, en general a toda nuestra sociedad y que necesita soluciones de fondo.
Certera, analitica y valiente reconocimiento, denuncia y
propuesta a una sensible y prioritaria realidad nacional .
Deber y reto del Partido y Gobierno revolucionario en
correspondencia con la obra
humanista alcanzada.
Gracias, María Victoria y Bohemia.
cuánta triste realidad encierra este artículo. Debía publicarse en un medio de mayor difusión