La incapacidad de Biden para abordar las dinámicas económicas que priorizan el consumo desmedido pone en entredicho su compromiso con la sostenibilidad ambiental
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, visitó la Amazonía de Brasil este noviembre, durante la reunión del Grupo de los 20, y declaró que el cambio climático ha sido una causa definitoria de su mandato.
Desde hace cuatro años, el representante de grandes poderes monopólicos del mundo aseguró encabezar una supuesta lucha contra el calentamiento global y la crisis de los ecosistemas; se erigió además en uno de los “jueces” de quién contribuye y quién no a este esfuerzo.
Empero, cualquier persona con un mínimo conocimiento de la historia y de las dinámicas económicas y políticas dominantes puede sentir una natural desconfianza hacia sus acciones. Aun suponiendo que fuera cierto que las economías más fuertes tratan de propiciar un cambio hacia el uso de energías “limpias”, y que presuntamente protejan algunas áreas del planeta de la explotación de recursos naturales, ¿qué sucederá con el insaciable consumo que todas las corporaciones capitalistas requieren y multiplican?
La mayor parte de la demanda en su economía ni siquiera está relacionada con bienes de uso cotidiano, sino con la inversión de capital en medios de producción necesarios para poder obtener rendimientos. Si esta inyección se reduce, también lo harán los ingresos, y nadie en las empresas está dispuesto a permitirlo.
Esto abarca desde hectáreas dedicadas a la generación agroindustrial y plantas generadoras de energía, hasta los medios de transporte para la distribución de mercancías. También incluye espacios en las ciudades destinados al almacenamiento, la distribución, la promoción y el uso de todos esos productos. ¿Acaso alguna petrolera está considerando dejar de exportar? Y si esa fuera la intención, ¿por qué gobiernos como el de Washington obstaculizan los intentos de los países extractores de crudo para gestionar sus reservas? ¿Alguna firma de aviones o buques está pensando en reducir su fabricación?
Es evidente que algunos de los procesos de explotación de recursos naturales, como la deforestación, la contaminación de ríos y el cambio en el uso del suelo no son realizados directamente por los países imperialistas ni por las grandes corporaciones. Entonces, ¿es razonable que sean ellos mismos quienes impongan restricciones a su explotación cuando en última instancia la mayoría de estos procesos están destinados al consumo y enriquecimiento de sus naciones?
Por otro lado, Biden está a punto de entregar la nación al republicano Donald Trump, quien tiene escasas probabilidades de priorizar la Amazonía o cualquier cuestión relacionada con la naturaleza. El magnate prometió retirarse nuevamente del Acuerdo de París, un pacto global forjado para evitar la amenaza catastrófica, y dijo que rescindirá los fondos no gastados en legislación sobre eficiencia energética.
Ahora, la esperanza reside en que no pueda ejecutar sus planes, como sucedió durante su primer gobierno. Sin embargo, analistas prevén una actitud más radical y menos restricciones en el regreso a la Casa Blanca, debido a la experiencia acumulada y al enfoque de sus asesores.