Ni republicanos ni demócratas dudan en apoyar a Israel… aunque lleve a cabo una masacre en Palestina
Falta menos de un mes para las elecciones del 5 de noviembre y los dos únicos candidatos que pueden ganar la presidencia de Estados Unidos apoyan un genocidio evidente y continuado de Israel en el Mediterráneo Oriental.

¿Cuántas muertes son aceptables para el plan político del Partido Demócrata de la vicepresidenta Kamala Harris y del gobernador de Minnesota Tim Walz? Las declaraciones de la exfiscal, en entrevistas recientes, sugieren que no hay límite.
Aunque la abogada sustituyó al mandatario Joe Biden como representante de su formación, está muy claro que no cambió ni un ápice su política exterior, especialmente en lo referido al apoyo a la financiación estadounidense de la guerra.
Ella y su grupo están atrapados en una contradicción que son incapaces de resolver. No pueden defender al imperialismo y al mismo tiempo expresar preocupación por las víctimas en Gaza. Esta supuesta compasión es incompatible con su postura.
Hace unos días, la actual gestión anunció un plan para un alto al fuego de 21 días en el Líbano, con la aparente aprobación de Benjamín Netanyahu; poco después, un ataque aéreo de Tel Aviv asesinó a Hassan Nasrallah, el líder del movimiento Hezbolá.
Israel no es un socio menor para Estados Unidos; desde 1948 es su aliado por excelencia. El pequeño y artificial Estado, de tan solo 10 millones de habitantes creado e impuesto en la Palestina histórica, recibe un trato privilegiado a nivel económico, político y militar.
Pocas objeciones pudo hacer la candidatura de Trump-Vance a la política del gobierno Biden-Harris sobre el Oriente Medio. En definitiva, la actual Administración siguió a pie juntillas la política trazada por Donald Trump cuando llegó al poder en 2017.

Durante su campaña electoral, en 2016, el magnate se presentó como “un partidario de toda la vida y un amigo de Israel”. Los asistentes a ese acto lo aplaudieron de pie cuando se comprometió a anular el Acuerdo Nuclear con Irán firmado durante el gobierno de Barack Obama.
Al llegar a la presidencia, cumplió con su promesa y poco después, en una nueva provocación, ordenó asesinar con un ataque de drones, en el aeropuerto de Bagdad, al general Qasem Soleimani, el comandante de Al Quds, fuerza de élite de la Guardia Revolucionaria de Irán.
La moneda está en el aire y la decisión de quién será el próximo presidente queda en manos de un reducido número de indecisos en un puñado de Estados. La primera huelga de los trabajadores portuarios desde 1977 podría ser un regalo político para Trump, que perdió fuerza en las encuestas. Pero él probablemente llegue aún más lejos con el apoyo a Israel y su solución final con el pueblo palestino, así como en la agresión a Irán y al Líbano. La ya de por sí convulsa región puede ser escenario de una confrontación violenta aún mayor.