Mi hermano Fidel, documental del maestro Santiago Álvarez es una obra profundamente emotiva y humanista. / Cortesía del Icaic
Mi hermano Fidel, documental del maestro Santiago Álvarez es una obra profundamente emotiva y humanista. / Cortesía del Icaic

Hay que hacer memoria

Lo confirma en La Habana la edición 45 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en foros, libros, documentales, filmes, animados, y al evocar legados de figuras relevantes que aportaron sólidas huellas creativas como el maestro Santiago Álvarez


¿A través de qué ojos contaré mi historia? Esta interrogante, simple en apariencia, implica riesgos, saberes, imaginación, destrezas narrativas, sensibilidad. En fin, es difícil despejarla. Guionistas y directores suelen mantenerse insomnes al asumirla con la agudeza de entrever en actitudes y sentimientos su causa social; o mejor, la manera de indagar en lo humano; sin duda, un universo vasto, amplio, diverso, complejo.

La esperada cita en La Habana convoca la realización de paneles interactivos mediante otra pregunta movilizadora: ¿para qué sirven los Festivales? De inmediato, repasamos encuentros y desencuentros, premios, puestas cinematográficas, sorprendentes hallazgos, estilos diversos; durante ese viaje emergen nombres, estéticas y legados imprescindibles. Así ocurre con el Festival Internacional de documentales Santiago Álvarez in Memoriam que acoge Santiago de Cuba en marzo; ha propiciado debates, intercambios, el reconocimiento de los pueblos de Nuestra América al visibilizar temáticas, conflictos, circunstancias, sueños, angustias, violencias, esperanzas de notable trascendencia en el ser y el quehacer de generaciones debido a la trascendencia social, política, económica, cultural y artística.

El Comandante en Jefe Fidel Castro y Alfredo Guevara, fundador del Icaic, estimularon el pensamiento creativo del artista. / Cortesía del Icaic

El evento suele plantear caminos infinitos; establece complicidades para luchar contra dominios hegemónicos colonialistas de filiación imperialista. El maestro Santiago Álvarez demostró una auténtica pasión fundacional al crear el Noticiero Icaic Latinoamericano; esa savia dio frutos: su magistral obra documental. Sugerentes contenidos en montajes visuales y sonoros demostraron que supo decir y cómo decir a partir de 1960; durante más de 30 años desplegó un estilo propio al desarrollar la filmografía inspirada en causas justas. Lo caracterizó la responsabilidad política e ideológica. Amó a Cuba y al continente latinoamericano, llenó de luces buena parte del mundo.

La edición 45 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano reitera una verdad esencial, hay que hacer memoria. En ese espíritu es imprescindible la fortaleza siempre presente del Comandante en Jefe Fidel Castro, activo partícipe en la creación del evento el 3 de diciembre de 1979, y el actuar de Alfredo Guevara, quien fue fundador y presidente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).  Su vasta cultura y pensamiento sagaz lideraron en exitosos proyectos, entre ellos, el Grupo de Experimentación Sonora del Icaic, la Cinemateca de Cuba y la revista Cine Cubano, y protagonizó la promoción del grupo de la plástica cubana iniciador de transformaciones creativas en el diseño del cartel cinematográfico.

Santiago Álvarez disfrutó siempre la lectura y la investigación en profundidad. / Cortesía del Icaic

Esos ámbitos alimentaron el alma del maestro raigal Santiago Álvarez. Tuvo plena conciencia crítica de que tras las revoluciones tecnológica y comunicativa provocadas por el cinéma verité, el documental, en tanto forma de expresión artística, le permitió llevar a la pantalla grande historias de vidas, tradiciones, aspiraciones, utopías.

En su percepción subjetiva del concepto dramatúrgico demostró vigilia de los procesos creativos. Interpretó ideas y pensamientos en puestas narrativas de relevante organicidad estructural. Recordemos los contenidos emocionales implícitos al concebir obras imperecederas. Imposible olvidar Ciclón y El Benny, ambas de 1963, y Now (1965); realzó contenidos dramáticos al aplicar principios musicales de la ópera. Excepcional, el documental Mi hermano Fidel (1977) da fe de su “degustar racional acompañante del hecho emocional”, reconoció. Nunca abandonó el gozo de la investigación en profundidad, pero construía el guion en el cuarto de montaje. Ver, descubrir, aprehender disímiles códigos y señales hicieron posible la partitura cinematográfica del Cronista del Tercer Mundo.  

Tal vez, poco se rememora o no tanto como lo merece, su énfasis al reclamar de los directores de fotografía la concepción de planos que constituyeran unidades significantes por sí solas. Este concepto respondió a relaciones de retomar una, otra vez, las líneas argumentales durante el avance paulatino de su gramática cinematográfica.

Sensible, inquieto, se consideró “un periodista que informa”. / Cortesía del Icaic

Para él, la estética de la visualidad no excluyó la importancia del archivo presente en fotos fijas y secuencias, ambas confluyeron en la verdad artística de su manera de discursar. Reafirmó la pertinencia del documental en tanto tradición y modernidad. En el siglo XXI es muy útil conocerlo. Visualizar la autoría genial en piezas músico-fílmicas, llevarlas a los centros de enseñanzas artística y general, en los que docentes y alumnos cultivan saberes, espiritualidad, conocimientos sobre la cultura cubana: de notable influencia en la formación del gusto desde la niñez.

Santiago Álvarez demostró ser un mortal afortunado. La poesía y el pensamiento creativo lo acunaron de forma simultánea. Ese registro revitaliza este año el lema Cine Vivo: Vivo Cine. Demuestra la valía de los Festivales centrados en el combate por ser nosotros mismos, cubanos, latinoamericanos, dignos soñadores de nuevas realidades en beneficio del mejoramiento humano, del intelecto y de la espiritualidad.

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