El asesinato de cuatro valiosos jóvenes en Humboldt 7 por el régimen dictatorial del sátrapa Fulgencio Batista conmocionó al pueblo de Cuba

En el latido de nuestros corazones, actos dignos de nuestra historia nos llaman y merecen ser recordados. El sábado 20 de abril de 1957 eran asesinados por miembros de la policía al mando de Esteban Ventura Novo, uno de los más sanguinarios jefes policíacos, los miembros del Directorio Revolucionario (DR) –brazo armado de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU)–, Juan Pedro Carbó Serviá, José Machado Rodríguez, Machadito; Fructuoso Rodríguez Pérez y Joe Westbrook Rosales. Durante 38 días habían eludido la constante persecución después de haber participado el 13 de marzo en el asalto al Palacio Presidencial (los dos primeros) y el ataque a Radio Reloj (los dos segundos), y lograron escapar con vida.
Carbó Serviá resultó herido de dos balazos y escapó del centro asistencial para buscar refugio en un edificio de la calle Zapata; Machadito, herido en una pierna, había podido esconderse en distintas casas de la capital, igual suerte corría Fructuoso Rodríguez. En los primeros días de abril los tres inseparables compañeros de luchas estudiantiles se reúnen en un sótano de la calle 19 del Vedado con la intención de reorganizarse y continuar enfrentando al régimen batistiano. Allí aprobaron el Manifiesto dirigido al pueblo cubano en el que reiteraban su firme decisión de continuar combatiendo hasta lograr el derrocamiento de la tiranía. La dirección del DR se rehacía y preparaba nuevas acciones revolucionarias. Juan Pedro Carbó pasaba a sustituir en la Secretaría General al heroico José Antonio Echeverría. Fructuoso Rodríguez debía salir hacia el extranjero a través del asilo en una embajada, con el propósito de regresar a Cuba poco después y continuar la lucha. Por aquellos días, escribió a los compañeros con tareas en el exilio: “Seguimos en pie de lucha. Reorganizándonos para dar otra batalla que quizás sea la definitiva […] Estamos bien aunque el peligro sobre nosotros ha aumentado notablemente”.
Siguen moviéndose de un refugio a otro en la tensión de la clandestinidad en una ciudad que era una ratonera y escogen el apartamento 201 situado en la calle habanera de Humbolt 7, donde se les une Joe Westbrook, el más joven del grupo. Poco después de las cinco de la tarde del fatídico día, esperaban a otros compañeros para realizar una reunión.
No conocían la delación por Marcos Rodríguez Alfonso –después del Triunfo es castigado ejemplarmente por la vil traición– y toda la manzana estaba rodeada por esbirros policiales; sigilosamente habían subido hasta el segundo piso. Sienten como comienzan a derribar la puerta a culatazos. Había en ese momento unos 60 policías en el inmueble, todos con ametralladoras Thompson.
El pueblo, desde los balcones, comenzó a pedir clemencia y dar gritos airados de protesta. Una ráfaga de ametralladora se encargó de ahuyentar a los curiosos vecinos. Las huellas de las balas aún quedan hoy marcando los edificios vecinos.
En el apartamento de los bajos vivía una anciana, donde Joe busca refugio. Ella le dijo a la policía que era su sobrino pero no escucharon sus ruegos y una descarga de ametralladora le produce al joven una muerte violenta. Juan Pedro bajó por el edificio hasta el piso inferior y fue ametrallado a mansalva cuando intentaba tomar el elevador. Otro cuerpo acribillado.

También Machadito y Fructuoso se movieron hasta el primer piso; desde allí se lanzaron por una ventana hasta un pasillo de la planta baja pero una reja les cerró el paso. Machadito se fracturo los tobillos. Fructuoso quedó semiconsciente por un fuerte golpe. Desarmados e indefensos allí en el suelo, ambos fueron ametrallados y luego rematados.
Eufórico, victorioso, el entonces capitán Esteban Ventura entraba y salía de Humboldt 7 dando órdenes y disponiéndolo todo. Los sicarios se ensañaron. Desde el lugar donde resultaron asesinados hasta la acera del frente al edificio, y luego hasta la esquina, los arrastraron por el pelo. Allí los lanzaron sobre un camión.
Las declaraciones del régimen estuvieron dirigidas a tergiversar los hechos desde el primer momento. Se demoró la entrega de los cadáveres a sus familiares y se informó que los jóvenes habían recibido a tiros a los atacantes, versión demolida de inmediato. La policía no se atrevió a intervenir ante la inmensa manifestación de pueblo asistente al sepelio de los valerosos jóvenes.
La masacre de Humboldt 7 fue un duro golpe para el Directorio Revolucionario; en corto tiempo había sido desarticulada su directiva y los sobrevivientes marcharon al exilio. A partir del 10 de noviembre de 1957, crearon en las lomas del Escambray un frente guerrillero y en febrero de 1958 regresó a Cuba en una expedición armada la jefatura del Directorio. Se cumplía su objetivo principal de continuar la lucha incluyendo acciones en la capital.
Al engrosar la larga lista de héroes y mártires de la patria, los estudiantes masacrados merecen un perpetuo honor. Como nos enseña Fidel: “[…] Perdura, sobre todo, el recuerdo de los hombres que se olvidaron de sí mismos para servir a su causa”.
Fuente consultada:
El libro Asalto de Miriam Zito.
Un comentario
Triste, pero terrible historia, para jamás olvidar lo que fue la Cuba, antes de nuestra revolución.
Gracias Norberto por tu artículo conmovedor, de gran importancia para recordar quiénes somos y de dónde venimos.