La ultraderecha utilizó una vez más su derrota en las urnas para mostrar su odio, su sed de venganza y violencia
La historia estaba cantada y no dejarían que ocurriera de otra manera. Era un hecho que Nicolás Maduro y su proyecto revolucionario ganarían las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio y que la diferencia de votos inclinada hacia el oficialismo haría estallar una vez más ese sector que desde 2002 ensayó diversas modalidades de golpe de Estado para descarrilar a los gobiernos bolivarianos.
Pero esta vez se sintieron con la suficiente fuerza para derrotar al chavismo en las urnas y llegaron hasta el final del proceso electoral, sin el compromiso de acatar los resultados oficiales, tal como hicieron ocho de los diez aspirantes al poder.
Y volvieron a mostrar su odio, su sed de venganza y de violencia. Sí, hacen daño e intentan romper 25 años de una Revolución Bolivariana bien cimentada a pesar de las sanciones, castigos foráneos y errores lógicos de cualquier proceso político.
Durante todo un cuarto de siglo no detuvieron nunca su horda desestabilizadora. Basta solo recordar el golpe de Estado de abril de 2002, la primera guarimba de febrero de 2004, las acciones de violencia convocadas por Henrique Capriles en 2014, o las de 2017.
Intentaron varias veces asesinar a Nicolás Maduro y fracasaron; desembarcaron tropas mercenarias, atentaron contra la generación eléctrica del país y una lista interminable de pretensiones para chapear el chavismo. Cada una, capitaneada desde Estados Unidos y con el objetivo claro de doblar los indicadores de bienestar para la mayoría de la población y generar caos.

Esta vez, desde el mismo momento de la convocatoria a las elecciones, cantaron el supuesto fraude y tras la proclamación de Maduro como ganador, con más de 51 por ciento de los votos, comenzaron a rodar su película e intentaron vender un supuesto 67 por ciento de boletas para Edmundo González, el candidato opositor, delfín de la ultraderechista inhabilitada María Corina Machado y un pobre anciano títere que no habla y solo asiente con la cabeza ante cada una de las arengas de su histérica jefa.
Según alegaron, tenían en su poder 73 por ciento de las actas que prueban el fraude, pero no las presentaron y exigieron al presidente mostrar el conteo definitivo de la elección.
Lo piden los mismos que ordenaron y planificaron un hackeo informático al Consejo Nacional Electoral el día de los comicios. Aunque el mandatario explicó y pidió paciencia para esperar al conteo definitivo en unas jornadas, todo se tiñó de ceguera y la violencia echó a andar.
Un Plan de Gobierno anglosajón
Desde 2023, María Corina Machado y su Plataforma Unitaria tenían elaborado un supuesto Plan de Gobierno para poner en marcha cuando “ganaran”. Recientemente se filtró el documento firmado en octubre de ese año por la propia Machado, cuyo contenido está en ¡inglés! Land of Grace (Tierra de Gracia) lo titularon, patentizando su destinario ideal.
El texto apunta a reducir el Estado, defiende la economía de libre mercado y hasta la privatización de Petróleos de Venezuela (PDVSA), la eliminación del bolívar como moneda nacional, el desmantelamiento de las milicias populares y la subordinación geopolítica a la línea norteamericana.
Todo esto, por supuesto, con los “argumentos” de la ineficiencia de lo público, la necesidad de mayor libertad para el mercado y otros dogmas neoliberales que no han hecho absolutamente ningún bien en el continente ni lo harán a Venezuela. Básicamente, la aspiración profunda de la oposición es a un retorno del statu quo anterior a 1998, una negación fáctica de las conquistas de la Revolución Bolivariana.
Por su parte, el gobierno del presidente Nicolás Maduro viene de un complejo proceso de reconstrucción de su hegemonía y enfrenta las más de 930 sanciones foráneas impuestas al país que la propia oposición aplaude, propone y facilita.
En medio de esas difíciles condiciones el gobierno reconfiguró alianzas internacionales y reconstruyó un tejido productivo severamente dañado por los castigos, principalmente en la industria petrolera, motor de la economía nacional. Hoy hay resultados concretos que mostrar y se evidencia otro panorama presente y futuro para el país. No existe en los últimos años un indicador que no describa objetivamente el camino de la recuperación y la estabilización.
Esa parte del pueblo venezolano, esos más de cinco millones que le dieron sus votos, sí saben de verdades y tiene buena memoria. Ni las mentiras, los chantajes, ni las mujeres histéricas, sus perritos obedientes y sus planes de gobierno para gringos negarán toda la voluntad de Nicolás Maduro Moros, el luchador que tuvo coraje y decisión para asumir el reto que le planteó el Comandante Eterno, Hugo Chávez.
A él Maduro le juró, poco después de conocerse su victoria en la elección número 31 de la historia de la Revolución Bolivariana, que le será “leal hasta más allá de esta vida y protegeré al pueblo de Venezuela que tanto ama. Tengo la conciencia limpia para verles a los ojos a sus hijos y compatriotas. En este nuevo mandato juro que daré mi vida entera por llevar adelante los cambios y transformaciones que necesita nuestra Patria para rescatar todos los derechos vulnerados por la guerra económica”, sentenció.