Foto. / Veneranda Rivera
Foto. / Veneranda Rivera

La Solución está donde Jorge Luis

 Luego de 33 años como combatiente del Ministerio de Interior, llegó la jubilación. Entonces, el ya capitán (r) se dijo que ocioso no iba a estar, entonces  presentó su proyecto a las autoridades de La Habana del Este…, y ahí está, con muchas solicitudes de servicio y solucionando problemas, sobre todo, a las amas de casa


Jorge Luis Vega Ramírez realiza una labor muy útil a la comunidad. / Veneranda Rivera.

No hay noticia más triste en estos tiempos que la rotura de alguna de las ollas eléctricas. Ellas son los “caballos de batalla” de hoy, porque se interrumpe el servicio por falta de corriente, aunque se restaura con mucha más prontitud que el del gas, cuyas razones todos saben. Por ello, uno de esos efectos electrodomésticos rotos deviene verdadera tragedia.

Por un lado, se interrumpe el uso –más rápido y eficaz; y, por el otro, la duda de cuánto costará, por ser un gasto no planificado y nos deja los bolsillos al revés: cualquier arreglo, sin importar cuán sencillo sea, tiende a portar los tres ceros detrás del primer dígito.

Las roturas se repiten con más frecuencia de lo que nos gustaría; la carencia de gas y el uso de estas ollas en actividades más allá de las concebidas, resultan en su colapso en el momento más inoportuno.

Me sucedió, en medio de las crisis del suministro de gas entre enero y febrero. Fue una mala noticia. Para estas contingencias no siempre estamos preparados, en especial ahora, cuando vivimos prácticamente al día, en términos económicos. Les confieso: me deprimí, hasta que mi vecina Marivy, sugirió el taller de Jorge, “en el sótano del edificio de la Policía, por la parte de atrás. Allí siempre hay gente esperándolo”. Me mencionó precios asequibles, algo para dudar, con tantos “paletazos” recibidos a diario; no obstante, fue inevitable titubear por varios días: la ausencia de mi olla favorita me hizo tomar la decisión de incursionar y ver qué sucedía.

En busca del objetivo

Lista para seguir cocinando. / Veneranda Rivera

Cuando se referían a él unas personas los llamaban Jorge y otras, Luis. Al encontrarlo en su local, en el sótano del edificio 160C-11, de la Avenida de Los Cocos, en Alamar, supe su nombre completo: Jorge Luis Vega Ramírez. Jubilado del Ministerio del Interior (Minint), con el grado de capitán, luego de 33 años de servicio.

Siempre hay colita: si bien muchos dejan sus equipos, y el número telefónico para que el mecánico les avise cuando esté listo, otros prefieren esperar, con todas las esperanzas puestas en el taller “La solución”. Este fue mi caso y, mientras aguardaba mi turno, pude apreciar la presencia de personas de muchos lugares de La Habana; “la voz se va corriendo”, me comentó Ibrahim, un cliente asiduo. “Yo tenía en casa –dijo– varios equipos rotos y los he ido rescatando poco a poco. Si tiene arreglo, está garantizado; si él le dice no, puede tirarlo, no hay solución”.

Mi olla reina tenía un problema eléctrico. Le expliqué a Jorge Luis que, después de un apagón de esos de uno o dos minutos, durante los cuales una no se da cuenta de la falta de servicio, se quedó apagada. Él identificó inmediatamente la falla y me aseguró: “A partir de hoy vas a seguir cocinando en ella”. ¡Y resucitó la indispensable cazuela por la cantidad de 150 pesos!

En mi condición de cliente –que no abandona su periodismo, pero sin identificarme–, entré enseguida en el “cómo”, “cuándo”, “dónde”… a find e  permitirme estructurar este mensaje de facilitación social, desde la propia comunidad, en tiempos tan difíciles como estos, cuando la mayoría solo piensa en exprimir los bolsillos ajenos y engrosar los suyos.

Supe que el protagonista de esta breve historia exploró terrenos, valoró necesidades, comprobó sus fortalezas y se retó a sí mismo. “Esta puede ser la vía. Yo no permanezco ocioso y muchas personas reciben un servicio muy necesario y con precios asequibles”.

Para poner manos a la obra, estuvo tres meses probando. Eso le permitió medir posibilidades e ir documentando la propuesta a presentar a las autoridades municipales para la aprobación definitiva. A mediados de 2023 se sometió a la prueba definitiva y de 23 proyectos presentados en La Habana del Este el suyo fue el primero en recibir la aprobación.

Más que anécdotas

La reparación de hornillas eléctricas es uno de los servicios más demandados. / Veneranda Rivera.

Los “conejillos de Indias” de Jorge Luis fueron sus propios vecinos. Con ellos inició su proyecto y no los abandona. A cualquier hora los atiende. “No les puedo decir que no”. Ellos mismos le ponían a prueba la capacidad de recomponer, reciclar e innovar… de remendar, de hacer con dos piezas supuestamente inservibles una nueva y lista para ser usada. ¿Tropiezos? ¡Muchos! La realidad de hoy está signada por las dificultades materiales y, a veces, hasta conseguir un tornillo de determinado tamaño se dificulta. Es ahí donde se evidencia cuán importante es el reciclaje. “Por ejemplo, cuando a alguien se le quema una reina queda inservible para su función, pero hay partes utilizables en muchos otros fines. Hay quienes me la dejan para que yo la aproveche; otras, me la venden y la empleo en reparar otras”, afirma.

Aprovecho y le pregunto acerca de los servicios y responde:

“Aquí se reparan equipos electrodomésticos. Los precios oscilan entre 150 y 800 pesos, en dependencia de la envergadura de la rotura y el tipo de pieza. Damos mantenimiento a ventiladores, a la vez cambiamos bujes y gargantas. Eso mismo les hago a las batidoras, además de sustituirles los acomplamientos y los cuellos.

“Se adaptan cabos a las ollas de tres válvulas y a las cafeteras, a los cuchillos (también los amolamos). En el listado está el arreglo de ollas arroceras, reinas, planchas, sartenes, tostadoras y freidoras de aire; el afilado de machetes y tijeras…”.

En caso de no tener la pieza y el cliente la tenga, le realiza el trabajo y solo cobra la mano de obra.

¿Qué dicen los clientes?

El cliente que así lo desee puede esperar para el arreglo de su equipo en el día. / Veneranda Rivera.

En estas lides, los mejores jueces son los clientes, a cuyas opiniones prestamos atención. Marta Cuesta pondera el trato de Jorge Luis: “La mayoría de los clientes se van satisfechos. Como dueño del negocio tiene la paciencia de explicar a las personas, necesitadas de sus servicios, las afectaciones de su equipo. Algunos se ponen majaderos, sin tener en cuenta que aquí no hay varitas mágicas, sino mucho interés en solucionar el problema de cada uno. Cuando no se puede, es porque ya él agotó todas las posibilidades”.

Es muy querido en la comunidad. Todo el que pasa lo saluda; le explican su problema y le preguntan cuándo pueden venir y siempre hay un espacio, si bien el taller esté abarrotado.

Sara Matos es de las que creyó, desde el primer momento, en que el taller avanzaría. “Este es el hospital de mis equipos. Todo se lo traigo a Jorge Luis. Cuando me dice: no lo puedo arreglar, es porque ya no tiene solución. Este ventilador ya él lo había dejado como nuevo. Ahora tiene el motor quemado. Es algo que no tiene aquí, pero nosotros guardamos en casa el de otro equipo igual. Hoy yo dejo el aparato aquí y mañana se lo traigo y, con toda seguridad, me lo llevo en el día.

“Una de las cosas a señalar es que trabaja contento. A veces tiene problemas personales, mas esos no impiden el buen trato a los clientes. Es de las personas necesarias en cualquier barrio. Y algo muy importante: los precios son asequibles”.

A este mecánico de la comunidad solo le queda agregar: “La Solución” presta servicio de 9:00 de la mañana a 7:30 de la noche. “Solo interrumpo la jornada de 1:30 a 2:30, cuando subo a almorzar. El cierre debería ser a las 5:00 de la tarde, pero hay personas que, cuando vienen del trabajo, pasan por aquí a recoger su electrodoméstico y estar aquí, además de adelantar otros trabajos, me permite ayudarlos”.

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