Siente el compromiso eterno con el Héroe Nacional de Cuba, de seguir divulgando su obra, especialmente entre los jóvenes.
Siente el compromiso eterno con el Héroe Nacional de Cuba, de seguir divulgando su obra, especialmente entre los jóvenes.

Martí es salterio donde vibra el universo

Siente el compromiso eterno con el Héroe Nacional de Cuba, de seguir divulgando su obra, especialmente entre los jóvenes. El director de la Fragua Martiana afirma que el Apóstol se expande como semilla que se siembra en todas partes, porque de todas partes ha venido

Fotos. / Jorge Luis Sánchez Rivera


Hablar con él es un privilegio. Cuando se refiere a Martí sus ojos se agrandan. Se torna ser cautivador, por la cultura que manifiesta y, sobre todo, por la pasión de sus expresiones. Hurgando en los recuerdos encontramos detalles de la vida de Yusuam Palacios Ortega, que él no tiene objeción que compartamos con los lectores de BOHEMIA. Su agenda, siempre cargada, insta a iniciar el diálogo.

–Tu amor por Martí despierta admiración. ¿Quién guio tu mirada infantil y tus sentimientos hacia el Maestro? ¿Qué significa para ti esa persona?

El libro La Edad de Oro es muy querido por este joven martiano.

–Es una pregunta que agradezco, porque es volver a ese momento maravilloso llamado niñez; recodar esa mirada infantil, esos anhelos que van con uno todo el tiempo. De niño, se tienen muchos sueños. Por eso es tan importante no dejar de soñar, para mantener esa fuerza natural, ese algo tan hermoso que nos ayuda a reír, a ser felices. Esa mirada, ese acercamiento al Maestro, ese sentimiento hacia José Martí está en mí desde los cuatro o cinco años.

“Lo recuerdo muy bien, porque fue a través de los cuentos de La Edad de Oro y los poemas; a través de la formación, la influencia que, en el ámbito familiar, recibí de Magalys Nenínger Uriarte, la abuela materna, que es maestra y con mucho orgullo lo digo. Esas primeras historias, quizás inventadas –hay cosas narradas por ella que no las he leído en libro alguno–, y otras que ya existían, por ser los cuentos tradicionales infantiles; ese desarrollo de la imaginación, el pensamiento y las ideas; esa correlación de conductas de los personajes de esas historias, me ayudó mucho a entender luego las lecturas de La Edad de Oro.

“Hay otra gran influencia, el otro camino: la escuela. En primer grado, con mi maestra Aida Martí. La recuerdo con cariño, porque gracias a ella –quien con orgullo lleva su apellido–, que vio en mí, no solo al niño que estaba aprendiendo a leer y a escribir, sino al interesado, al dedicado y apegado a un hombre que iba conociendo, como todos los niños: su imagen, su figura en los bustos… la honra, el homenaje, por ser el Héroe Nacional de Cuba.

“Ese es el camino, la mirada infantil, que está en la familia, en la escuela, en La Edad de Oro y en la imagen impresionante de ese hombre consagrado, maduro, que es Martí, como lo conocemos, como lo vemos a diario. Y no es, hasta tiempo después, que lo descubro, lo conozco, realmente, y la relación se hace cada vez más estrecha, más fuerte. Es una filosofía de vida asumir esos valores martianos, asumir la martianidad, su pensamiento, doctrinas e ideario; asumir también su manera de analizar los fenómenos, los problemas. Incluso, dialogar con él, algo que llegó mucho después.

“El hecho de haber tenido en mi maestra esa dedicación fue esencial. En la medida que yo iba aprendiendo a leer y escribir; en la medida que iba venciendo contenidos del grado, era muy importante que, en momentos en que ella no estaba impartiendo clases, me sentaba a su lado, me hablaba de ciertas historias y personajes. Esas primeras lecturas las escuchaba en casa, a través de mi abuela, quien leía las más simples historias. Simples, no porque sean muy fáciles, sino porque son las que mejor captan los niños más pequeños: Meñique, Nené traviesa, Bebé y el señor Don Pomposo, Los zapaticos de rosa…, que, no entendía del todo, pero eran muy bonitas e interesantes, historias con las que me identificaba; en particular, con Meñique. Algo de lo más hermoso de mi vida es haber estado siempre cerca de esa obra. También es impresionante Los tres héroes. Nos permite hacer conexiones en el ideario de José Martí. Así me fui formando, con la conexión que el conocimiento, el pensamiento, me iba dando.

“Estas dos mujeres significan mucho en mi vida. Otras personas, también; no obstante, la abuela materna y mi maestra de primer grado fueron esenciales en mi formación, en mi acercamiento a Martí, e influyeron mucho en lo que soy, que parte de esa raíz, de esa esencia”.

El diputado Yusuam Palacios Ortega integra la Comisión de Atención a la Juventud, la Niñez y la Igualdad de los Derechos de la Mujer del Parlamento cubano.

–¿Cuándo descubriste a Martí en toda su dimensión, en especial, si vemos la distancia a la que la vida los colocó?

–Yo continué leyendo las historias de La Edad de Oro, y eso me enorgullece, porque yo me trazaba como una meta: vencer cada una de las revistas, que nunca las tuve de mi propiedad. En una ocasión, en casa de un amigo vi que había una edición de La Edad de Oro separada en las cuatro revistas. Me impresionó tanto que cada vez que iba a su casa trataba –muy de prisa– de leer algunas de las historias de esos números, porque pensaba que me podía perder algo en el libro completo.

“Era algo tremendo. En algún momento pensé en coleccionar distintas ediciones del libro. No ha sido posible, aunque algunas tengo. Ese continuo acercamiento, –comencé a leer su obra antes de leer sobre su vida, antes que leer las biografías que se han escrito; estudios más profundos que investigadores han realizado– me permitió empezar a descubrirlo, porque pienso que no lo he descubierto en toda su dimensión. Creo que constantemente lo voy a estar descubriendo: mientras más lo lea, más me acercaré a las esencias de ese hombre maravilloso, extraordinario, ese ser humano superior, con una altura ética trascendental, una altura humanista, de dignidad, de decoro, de valores, de enseñanzas…

“Aproximarme, acercarme a esa dimensión integradora de Martí; profundizar en ella, ha sido para mí una constante. Todo el tiempo leyéndolo, interpretándolo, dialogando con Martí, interpretando su pensamiento, asumiendo críticamente su ideario y llevándolo a la práctica, al quehacer cotidiano, que es lo más importante, para mantenerlo vivo, como el hombre actual y contemporáneo que es; el hombre que está presente todo el tiempo, que alumbra, que ilumina.

Una existencia consagrada al estudio de la vida y obra del Maestro.

“Precisamente, esa luz martiana está dada por sus sentimientos e ideas; por su cuerpo teórico y su acción práctica, que es revolucionaria en sí misma, porque va a las raíces, él no se queda en la epidermis; va a las honduras de los fenómenos y logra, en su análisis integrador, hacer propuestas de soluciones impresionantes. La contemporaneidad de Martí nos hace estar muy vinculados a él, y de ahí su vigencia. Hablar de ella implica que sus ideas, su pensamiento –liberador y emancipador, transformador y de revolución– ha de ser asimilado críticamente; se ha de interpretar, pero se ha de aplicar, y en esa continua aplicación de sus ideas estaremos encontrando la vigencia de Martí. Es vigente porque lo aplicamos todo el tiempo en los aspectos de la vida, de la sociedad, de la lucha que llevamos adelante.

“Está claro que parte de lo que Martí expresó, todo aquello por lo que luchó, la crisis que previó, lo que denunció; su crítica al mundo, al desequilibrio de ese mundo y toda una serie de problemas globales, siguen existiendo. Y, justo con sus ideas, llevamos adelante la lucha revolucionaria, la lucha antimperialista, la lucha por un mundo mejor: de justicia social, equilibrio, igualdad y paz. Por estas razones sigue siendo actual, sigue estando en el debate mundial, en el debate público de diferentes temas. Es vigente cuando somos capaces de hacer a Martí presente y partícipe de toda una serie de luchas y de acciones imprescindibles para lograr ese ansiado mundo mejor, la sociedad mejor que queremos”.

–¿Pudieras referirte cómo percibes a José Martí hombre?

–Definir a Martí hombre tiene aspectos esenciales; no hablamos de un hombre común, sino de un hombre que supo elevarse sobre lo común de la naturaleza humana; un hombre que entendió las esencias de la naturaleza humana. Y en ese sentido fue un hombre magno, un homagno; ese homagno martiano que tiene fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud; que cree en la vida futura, y que persigue todo el tiempo la idea del bien, y lo hace. Hombre de altura impresionante, que alcanza niveles extraordinarios de consagración.

“Una vida llena de vicisitudes, de contradicciones, pero, al mismo tiempo, llena de una espiritualidad impresionante, lo hacen ser el hombre magno, hombre alma, hombre raíz, hombre fuego, hombre ala. Es ese Martí que emana de lo profundo de la tierra con una fuerza increíble, y se expande como partículas de luz, como semilla que se siembra en todas partes, porque de todas partes ha venido, porque es el amor, es el verso, es salterio donde brilla el universo; es un hombre sísmico, continental. Un hombre de una altura ética trascendental.

–Hay quienes te catalogan como un buen discípulo del Apóstol. ¿Qué opinas al respecto?

–Esta pregunta es para mí un poco difícil, porque leo y estudio a Martí, y tengo una identificación muy fuerte con él, porque lo asumí, lo asimilé así; fue una elección de vida. Hay ocasiones en que uno porque tiene que aprobar un examen, estudiar para una asignatura, lograr un acercamiento a una figura de la historia, una personalidad, o vencer un contenido determinado, y lo puede hacer bien. Pero mi relación con él no es de una asignatura, ni de un momento específico de la vida. Es algo que está dentro de mí, que no podrá salir jamás; me es imprescindible para vivir. En él encuentro mi referente, mi paradigma, mi guía espiritual, incluso, mi refugio cuando –en no pocas ocasiones– mi vida se ha visto muy complicada a la hora de tomar decisiones. Por razones disímiles, Martí se convirtió en ese padre que no está físicamente, pero sí en todos los sentidos magnos, inmensos de la vida.

“No sé si me pudiera considerar discípulo de José Martí. Ello implica una obra muy grande, de una implicación tal que se llegue a un punto de la vida y de la consagración de un revolucionario; asumir la responsabilidad que le marque un camino, un destino. Si tuviera que hacerlo, lo haría, pero no me considero alguien de la talla de Julio Antonio Mella, o como esos martianos entrañables que siguieron el ejemplo de Martí, como Fidel, su mayor y más grande discípulo. ¡Imagínese! ¿cómo voy a considerarme yo…?

“Soy un seguidor de las ideas del Maestro, un estudioso de su obra, alguien que tiene en él un referente, y que todos los días –lo puedo asegurar con propiedad, pues es mi propia vida–, lo que hago, cómo pienso, cómo actúo, tratando de ser todo lo coherente posible; es para ser cada día más martiano y mejor ser humano: cultivo la martianidad. Es la manera con la que puedo y debo sembrar la conciencia, las ideas que asumió, compartió y nos legó, y que al mundo, a Cuba –mi patria–, le siguen haciendo falta para ser mejores, para enfrentar con más claridad y fuerzas, los desafíos que tenemos por delante”.

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