Brutal (a veces) para los brutales, Facebook tiene también el don de lo bueno… para quienes navegan con brisas de bien batiéndoles de popa.
Hace un rato, por ejemplo, vi venir esta imagen que bajo ningún concepto dejaría escapar.
Condensa en sí el zumo de diez valores que todo ser humano debiera llevar dentro, muy dentro, aunque con la capacidad de exteriorizarlos o de concretarlos, fuera, todo el tiempo.
Por cierto, coinciden con los que desde hace siglos nos comenzaron a enseñar hombres como José Martí, Félix Varela, José de la Luz y Caballero e, incluso, hasta el propio Hatuey, sin proponérselo ni haber sido pedagogo.
Miro esos atributos entonces, de forma inevitable, acude a la porción consciente de mí una palabra: familia.
Es obvio e innegable que la escuela desempeña un rol importantísimo en el empeño para sembrar en nuestros niños, adolescentes y jóvenes sentimientos de respeto, honestidad, gratitud, solidaridad… pero sigo considerando que la principal responsabilidad (deber, ocupación, privilegio) está dentro de casa, bajo techo hogareño, en la sensibilidad y en la capacidad de padres, abuelos, tíos; en fin: familiares.
Por supuesto que no ocurre así, ni siempre, ni en todos los lugares. Es más, sin temor a equivocarme, pienso que, de modo lamentable, sucede cada vez menos.
Sea por lo agitada que se torna la vida en estos tiempos, por el dañino efecto que deja -cada vez más- la “modernidad” sobre las nuevas generaciones, por descuidos imperdonables e injustificados, o por un poco de todo ello, se nos han venido debilitando valores que décadas atrás tenían salud de hierro, fundidos, sobre todo, en la fragua familiar.
Entonces, cuando ya no hay quien pueda meterle pecho efectivo al problema, queremos que sea la escuela primero, el servicio militar luego o, dolorosamente, el centro de reeducación, los que hagan “el milagro” de aquello que de principio a fin nos corresponde.
No escribiré una línea más. Lo que se sabe, ni se pregunta ni se le da mucha vuelta. Solo diré lo que, en breve texto, consigné hace unos minutos en Facebook, junto a ese recuadro. En esencia: si todos sembrásemos esos valores en nuestros hijos, nietos y sobrinos, también en vecinos, no hay duda de que jueces, fiscales, abogados, policías… no tendrían, en la práctica, contenido de trabajo. Pero no acabamos de darle su inmenso valor a los valores.