Devastador, como se había pronosticado, el huracán dejó sus huellas en la región oriental de Cuba. Debidamente preparado, el país pudo enfrentar su paso. Ahora, valora los daños y comienza los trabajos de la fase recuperativa
La desolación es lo más significativo que dejan los huracanes: cultivos arrasados; aguas y vientos que en su avance destrozan e inundan todo; techos levantados, paredes colapsadas, muebles rotos, colchones inservibles; refrigeradores y televisores a merced de las aguas, ropa mojada…, y, entre lo que parece irremediablemente perdido, puede
emerger alguna foto, cuyos rostros congelados permiten recordar momentos de felicidad. Una sonrisa o un gesto alegre, sobresaliendo en medio de la bruma, que siempre acompaña al meteoro.
Ese rostro, familiar o querido emerge -en un momento gris, que contribuye a reforzar la tristeza provocada por la destrucción- para recordar que los días de sosiego volverán, porque de la misma manera que la furia del ciclón no logró destruir la voluntad de resistir de los cubanos, no habrá vientos de tormenta que la dobleguen. Esa imagen, inmóvil y simbólica parece reafirmar una frase tantas veces dicha: «¡Nos recuperaremos de los daños causados por Melissa, como lo hemos hecho con tantos otros!».
Comienza, entonces, el difícil bregar por el camino de volver a la normalidad, con la solidaridad como estandarte. A veces, de quien menos se espera se tiende una de manera incondicional que contribuye a aliviar el dolor por la pérdida de los bienes materiales, pero conservó lo más preciado: la vida.
Cuando se actúa de manera responsable, disciplinadamente y cada ciudadano cumple estrictamente la medidas y orientaciones de los órganos de defensa, a nivel de zona, municipio, provincia y nación, los resultados responden a los objetivos.
Hay que cuantificar daños y valorar en toda su dimensión la huella dejada por el devastador Melissa para adoptar las decisiones pertinentes. Y, si en otras oportunidades el bregar por la ruta de la recuperación ha sido tortuoso, ahora demanda multiplicar esfuerzos y reforzar la capacidad de resistencia, debido a la compleja situación por la que atraviesa la nación; no obstante, nadie quedará desamparado.
Por la ubicación geográfica del Archipiélago cubano, loa huracanes siempre serán una amenaza. Se formarán otros para los que no habrá más alternativa que estar preparados y alertas. Porque a los días y noches marcados por la furia de los meteoros, le seguirán los fuertes vientos de la recuperación, como única alternativa para continuar.


















