FOTO. / Archivo de BOHEMIA
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Origen ilustre del vocablo Guajiro

Rastreo de una palabra usada por aquel pueblo taíno que feneció casi totalmente antes de llegar a la pubertad

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Hablaremos sobre los orígenes de un término pronunciado y escrito hace varios siglos: Guajiro. Diremos cómo y dónde apareció tal palabra, su significado real y quiénes lo emplearon por primera vez.

Pasaron varios siglos hasta que se supo lo más importante de este asunto. Hay un hecho curioso en la lingüística de la historia de Cuba más adelante explicado. Con los años empezó a perder su sentido inicial, y lo mismo ocurrió en otros territorios insulares y latinoamericanos. Aunque lamentablemente, ese cambio no resultó para bien, sino para mal, porque pasó a ser una denominación un tanto despectiva o de subestimación personal y social.

Tal fenómeno le restó a la palabra guajiro la calidad de su dimensión de origen y llegó un momento en la evolución del habla de los cubanos que perdió valores y se utilizó para aludir al hombre rústico, de menos cultura y de reducida relevancia en el seno de la sociedad.

Es oportuno recalcar esto: la palabra guajiro se comenzó a emplear sobre todo para referirse a las personas más pobres el campo, a los agricultores, de pequeñas parcelas propias o ajenas.

En verdad, los miembros de las clases más pudientes de la sociedad cubana, sobre todo los dueños de grandes extensiones de tierra; es decir, los propietarios de los enormes latifundios, en general –había excepciones, por supuesto– llamaban guajiro en un tono algo despreciativo o burlesco a los habitantes de mayor pobreza, a los que tenían que sudar duro la camisa de sol a sol para poder tener hijos y criarlos lo mejor posible. En otras palabras: el apelativo era casi un estigma para muchos de los latifundistas y burgueses de las ciudades del país. Así fue durante mucho tiempo.

Hasta que llegó el 10 de octubre de 1868 y un abogado bayamés, que se hizo profesional de las leyes fuera de Cuba, libertó a sus propios esclavos y encabezó la lucha contra el imperio español y su poderoso ejército colonial.

El maravilloso cuadro del pintor cubano Eduardo Abela, de 1938, ha recorrido el mundo.

En esa época lo que pasó a llamarse Ejército Libertador de Cuba, estuvo conformado en su inmensa mayoría por aquellos que recibían el nombre de guajiro. Sin embargo, por dialéctica de la historia, constituyeron los grupos más fuertes, audaces, valientes y brillantes libertadores del país.

Igualmente, con el transcurrir de los años la palabra guajiro formó parte de la cultura y el arte, tanto en las canciones como en la literatura, fundamentalmente en la poesía y en la décima, la principal estrofa originaria de España, pero cubanizada aquí por escritores, poetas, músicos y cantantes, improvisada o escrita.

También con el tiempo se escuchaban diariamente en programas de radio y luego, después de 1950, en la televisión y en las películas.

¿Quién no ha escuchado o cantado alguna vez ese antológico y casi emblemático número musical concebido e interpretado magistralmente por Joseíto Fernández, casi un homenaje a la mujer de Guantánamo, donde se le llama con cariño, respeto y amor Guajira Guantanamera?

Asimismo, estamos obligados a citar los cuadros y pinturas de grandes artistas plásticos como Eduardo Abela con sus imágenes de campesinos cubanos en 1938 y la célebre canción Yo soy el punto cubano de Celina González.

¿Quién no ha escuchado o ha oído mentar al guajiro Clavelito que decía y cantaba por radio a cada cubano, antes de 1959, y le sugería ubicar encima del radio un vaso de agua, al tiempo de solicitarle: “Pon tu pensamiento en mí”, sintiéndose curandero de los males del cuerpo y del alma?

De la misma manera habría que recordar a los combatientes del Ejército Rebelde, encabezados por los comandantes Fidel Castro, Raúl Castro, Camilo Cienfuegos, Ernesto Che Guevara, Juan Almeida Bosque, Ramiro Valdés Menéndez, Guillermo García y muchos más, tropas combativas compuestas en su inmensa mayoría por guajiros de nuestras montañas.

¿Quién no vio personalmente o en fotos, reportajes, películas, documentales o en televisión, a los guajiros barbudos y peludos que bajaron de las montañas y entraron a los distintos pueblos como parte de la heroica Caravana de la Libertad, luego del triunfo del 1⁰ de enero de 1959, heroico ejército popular que recorrió mil kilómetros de júbilo y entró a La Habana el 8, un día que duró una semana?

Con ese término de guajiro tenemos que evocar ya en tiempos más recientes a Fernando Borrego Linares, el Guajiro Natural, de las tierras pinareñas, creador de canciones y boleros como Un montón de estrellas, por solo mencionar una creación suya inolvidable.

La canción Un montón de estrellas, de Polo Montañez, nos hace pensar en lo ilustre del origen de esta palabra del ámbito arahuaco.

¿Quién por lo menos tres o cuatro o muchos más domingos de su vida por las tardes no ha visto y oído guajiros cantando, bailando e improvisando, o diciendo de memoria décimas simpáticas en el programa Palmas y Cañas del canal televisivo Cubavisión.

Origen real del vocablo

La Real Academia de la Lengua Española ha estado muchos años explicando cómo y dónde apareció este vocablo enigmático. El sacerdote Fray Ramón Pané, único peregrino cumplidor del mandato de Colón de llegar hasta La Españolay recoger de un cacique los valiosos datos para conjeturar al menos acerca de la facultad de aquel dócil pueblo taíno que desapareció casi completamente.

De la Orden de San Jerónimo, acompañó a Colón en su segundo viaje, y escribió Relación acerca de las antigüedades de los indios. Su relato se incluyó en la obra Vida del Almirante don Cristóbal Colón, escrito por Fernando Colón, su hijo, editada en Madrid en 1892. Gracias a ese libro se ha podido conocer algo de los aborígenes y su palabra guajiro.

Nos basamos, a grandes saltos, a lo declarado en la decimonovena edición del Diccionario de la Real Academia Española, publicada en Madrid en 1956, donde dan esa palabra con significados de Señor o Señora.

La cuestión en esta Isla

Por la experiencia caribeña se aplica el vocablo a los tímidos, penosos y retraídos del campo. De ahí que en determinados contextos al cubano de cualquier edad al verlo sentirse o comportarse con pena ante una situación cualquiera: “No seas guajiro, compadre”.

Cuba ya en 1608 era una tierra indoafroespañola. Guajiro empezó siendo un término de elevada categoría social. Así se le llamó al jefe de los aborígenes en varias regiones de nuestro continente. / Ilustración: René Martínez

A esos cubanos valdría la pena leerles esta décima: “Yo soy un guajiro y vengo / con la esperanza madura, / de la cosecha segura / que siembro, abono y sostengo. / A flor de mis ojos tengo / el agua, el sol y el rocío, / y como que el surco es mío, / le doy al surco la vida, / doblemente desprendida / para no verlo vacío”.

La palabra principal de este artículo se usó mucho tiempo en otros países de América Latina como Brasil, Perú, República Dominicana, Guatemala, El Salvador y Honduras. Su presencia en Santo Domingo, por ejemplo, lo atestigua el poema “Un guajiro predilecto”, de Nicolás Ureña de Mendoza, publicado en 1855.

Grandes cronistas opinaron

El lexicólogo cubano Antonio Bachiller y Morales no solo sustentó la tesis de tratarse el término analizado de un indigenismo antillano. Explicó que varios estudiosos han considerado tal palabra atribuida en sus momentos iniciales a indígenas de cierto rango social. Incluso se nombraban así en Vueltabajo a los de alguna relevancia económica, social y personal.

El colonizador y escritor español Gonzalo Fernández de Oviedo, en su Historia General y Natural de las Indias, publicado en Sevilla en 1535, hace casi cinco siglos, afirmó que el nombramiento de guajiro se daba originalmente como sinónimo perfecto de Cacique en Tierra Firme.

Precisamente Oviedo vio el término como apelativo dedicado al principal Señor de algunos territorios donde además de llamarlo quevi y tiva, se le nombraba guajiro, con x en lugar de j. Y hasta llegó a aclarar con énfasis el origen antillano, más que de Tierra Firme.

Bartolomé de las Casas (1484-1566) en su apreciable repertorio de noticias sobre la lengua y la cultura indígenas, expresó: “Guajiro era voz de los indios Taínos”. Otro estudioso de calibre, el obispo, poeta, filólogo y académico colombiano Rafael María Celedón Rafael Celedón, consideraba en 1876 el término como alusivo a un Caballero prominente entre aquellos indios.

Las Casas ponía el vocablo como de procedenciaarahuaca, junto aguaxeri, guashire y guaxiro. Además, aseguró tratarse de grafías de un mismo morfema, como antillanismo taíno clásico o típico. Y otro cronista, el miembro del Consedo de Indias Pedro Mártir de Anglería (1457-1526), estudioso de las lenguas indígenas precolombinas, la citaba como una voz equivalente a noble, generoso, ingenioso, compañero y hasta compatriota. Concluía afirmando el sentido real y práctico del concepto guajiro, correspondiente a la palabra inglesa Milord y a la española Monseñor. Otros cronistas dijeron: “Guajiro es como decir Vuestra Merced o Caballero”.

Queda así demostrado que la voz estudiada hasta aquí era a la vez familiar, respetuosa, proveniente de taínos y nada relativa a discriminación de razas o condición despectiva. El vocablo analizado estuvo demasiado tiempo sin ubicarse en toda su categoría, curiosidad, interés y justo valor, siendo de las grandes y estoicas voces de hondo arraigo antillano; no obstante, olvidada, desconocida y subestimada.

Por todo esto, Guajiro no debe aparecer en la reducida y maltratada lista de lasanagramatizacioneso ausencias de la Gramática y la Sintaxis de nuestro idioma. No se deriva de lo germánico, ni del griego, ni procede de lenguas africanas. Es una voz taína, o sea, aborigen, hablada por los indios de una parte del continente al que nuestro Apóstol denominó con profundo amor: Nuestra América.

No es palabra de burla. Pertenece a la familia de las lenguasarahuacas. Estas se siguen hablando en distintos parajes citadinos o campestres como en las Guayanas y en la intendencia colombiana de La Guajira,cuyos habitantes tienen el lógico gentilicio deguajiro, sin ningún tipo de desprecio o subestimación.

¿Qué dijo Juan Arrom?

El investigador cubano José Juan Nicolás Román Arrom calificó el nombre de guajiro en nuestro suelo como “una palabra que se bebe airadamente y revela, aunque a veces no lo parezca, cierta parte nueva del mundo”. Y añadió: “Los conquistadores –para decirlo como lo calificara Martí– robaron una página al Universo”.

De sus investigaciones llegamos a la conclusión de que el indio antillano se llevó a la tumba victorias de su espíritu y escondió sus ensueños tras las murallas insondables del silencio. En resumen, Guajiro no puede considerarse en ningún sentido como un nombrete malintencionado, algo despectivo o de subestimación humana. Su origen es de cierta jerarquía merecedora de recuperar para siempre su primitiva dignidad, y su valor fonético y expresivo. Con razón decía también Martí: “No hay placer como este de saber de dónde viene cada palabra usada, y a cuánto alcanza”.


FUENTES CONSULTADAS:

De donde crecen las palmas, José Juan Arrom, Centro de Investigación y Desarrollo de la cultura cubana Juan Marinello, La Habana, 2005.

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