Los parques de barrio, esos que parecen una opción a la que todos pueden llegar y disfrutar sin costo alguno, no escapan de los problemas materiales, financieros y sociales que enfrenta Cuba. BOHEMIA mira con lupa el estado “de salud” en que se encuentran
Segunda parte de El precio de la diversión…
Habitualmente, los pequeños de casa saben que los días de ir al parque son los sábados y domingos, regla rota siempre en la etapa estival. Cuando mamá los lleva –o los manda con alguien de mayor edad–, para tener la certeza de que al jugar no corren peligro, está en frecuencia con el propósito que animó, en la ciudad inglesa de Manchester, la creación de la primera instalación de este tipo en el mundo.
Hoy son muy necesarios: los hay tradicionales e inflables, con aparatos de hierro o aluminio –o combinación de ambos–, entre los que se relacionan canales, columpios, cachumbambés, tiovivos y más, adornados por grandes arbolados, allí donde es posible.
Por tradición, la familia cubana se interesa por crear las condiciones para disfrutar de las vacaciones. Este año conspiran el transporte, el déficit monetario y otros recursos que antes no preocupaban tanto, porque estaban a la mano. A causa de ello, en las actividades programadas en la comunidad ocupan un lugar destacado los parques de barrios. Es obvia la interrogante: ¿De cuántos disponemos y en qué estado se encuentran?
Con esta pregunta, entre otras, BOHEMIA conversó con Arlé Cordero de la Cruz, vicedirector de Organización y Control en la Dirección Provincial de Servicios Comunales en La Habana, y Erislando Orduñez Gámez, director de la Empresa Provincial de Mobiliario Urbano y Atención a los Servicios Comunales.
Regido por el Decreto Ley 34 de 2021, según Arlé, “el servicio que presta Comunales a los parques es la limpieza y custodia, debido a que son instalaciones de los gobiernos municipales. Ellos tienen asignados los recursos financieros, junto con la responsabilidad de planificar y contratar las acciones de mantenimiento del mobiliario urbano; son los dueños de ese patrimonio, los encargados de decidir cuánto dinero y dónde se invierte, además del programa a cumplir.
“El mismo se ejecuta –en dependencia de la magnitud de la acción a realizar– con el departamento de Patrimonio del territorio. Si no es posible responder a ese nivel, se pasa a la provincia. En caso de que aquí tampoco se pueda, el municipio tiene potestad para contratar otras fuerzas –siempre que estén certificadas–, a las que encomienda el trabajo, pero no de inmediato, sino para el año siguiente, ya que debe estar en plan”.
En La Habana, según datos ofrecidos por Erislando, se cuenta con 937 parques; de ellos, 427 son para infantes. En la actualidad funcionan 130, cifra que habla por sí sola de la prioridad que tienen en los programas de reparación y mantenimiento.
“Según las posibilidades materiales –comenta el funcionario–, se intenta rescatar otras instalaciones. Quien responde por ello es el Departamento de Mobiliario Urbano de cada municipio”.
Hoy trabajan en Plaza de la Revolución, Playa, Marianao, entre otros, cambiando luminarias, colocando bancos nuevos y arreglando los muebles y aparatos reparables. “La indisciplina social es tan fuerte que llega el momento en que los recursos para estos fines –su alto costo obliga a invertir millones– se agotan, lo que obliga a parar, y tengamos entonces de baja una gran cantidad”, comenta Erislando.
Lo anterior es un lamentable estado de resignación: personas inescrupulosas rompen los parques y “Liborio” pone el dinero para repararlos; es como la fábula del perro que se quiere morder la cola. Todavía no hay ni la más mínima información de qué sucede con los depredadores: evidencia de que el asunto no está entre las llamadas prioridades. ¿Qué economía resiste semejantes embates?
Una resolución que debería estar sobre el buró
Al deterioro, por el paso del tiempo y el hecho de estar ubicados a la intemperie, se suman los siguientes factores: la indisciplina y el vandalismo cada vez más fuerte, sin que se produzca acción alguna para evitarlo; la realización de actos ajenos al esparcimiento de los niños; además, otro factor importante, no siempre tienen celadores.
Si faltan los materiales y la depredación continúa, ¿será posible rescatar los parques comunitarios? ¡Quién sabe!
Y es que la Resolución 192 del Gobierno de La Habana permanece guardada en muchas gavetas. Su aplicación al pie de la letra pudiera ayudar. Es un documento que prohíbe la colocación de kioscos para actividades comerciales en los parques, portales públicos y arterias principales de la ciudad, “los cuales deberán ser ubicados o trasladados en su caso, si al momento de dictarse la presente resolución están ya ubicados en las mencionadas áreas o espacios y plazas comerciales”.
No habla de la depredación, sino de otro tipo de irregularidades que se dan, y contra las que no se emplean las disposiciones legales establecidas.
Dos malas y dos…
En la zona 11 de Alamar, en el área donde hubo un parque, queda, como fósil de muestra, parte de la base de una canal, y los bancos cercanos a la puerta de entrada han sobrevivido porque son de hormigón; de la cerca perimetral algunos pedazos son testigos, mientras los árboles de framboyán regalan su sombra a los muchachones cuando juegan béisbol. En La Habana del Este, de 39, solo una está en función del verano, El Cohete, en la misma zona.
En el reparto Kohly, en Playa, hay uno, cuyo operador no se encontraba el día de nuestro recorrido. El equipamiento se ve bastante bien, pero es evidente el descuido. De los 98 parques del municipio, solo dos están en buenas condiciones para recibir a los niños: el José Martí, en la demarcación del Consejo Popular Ceiba, y el de 13 y 74.
Contrario al panorama descrito, en Regla y Cotorro cuidan mejor las áreas de este tipo. Son los dos mejores municipios de la capital en la preservación de su patrimonio.
En la comunidad San Pedro, del Consejo Popular San Pedro-Centro-Cotorro, Tamara Espinosa, la operadora del parque, manifiesta alegría cuando habla acerca de cómo lo rescataron, luego de cinco años cerrado. “Para los niños fue fabuloso, porque en esta zona no hay nada más para la distracción”, comentó. Más adelante, afirmó que Ana Elia Garcés, la delegada de la circunscripción número 1, fue quien se empeñó en encontrarle una solución: “Lo primero era que saliera como un planteamiento de los electores, porque el tiempo de la pandemia agravó su situación. Urgía emprender acciones para rescatarlo.
“Su reparación se ejecutó con recursos aportados por el gobierno municipal y lo asumieron fuerzas de una Mipyme dedicada a ello”, aseguró Ana.
En el área del Consejo Popular Magdalena-Torriente, un antiguo vertedero, con el empeño de muchos, se convirtió en el parque La Purísima. Aunque no es muy grande, hubo que trabajar duro para convertirlo en lo que es hoy.
Norberto Gómez Díaz, director de la Empresa de Servicios Comunales del Cotorro, explicó que fue costoso: “La cerca perimetral estuvo a cargo de la Empresa Metal-Mecánica Varona; los equipos, en Antillana de Acero; el proyecto fue ejecutado por Acinox Ingeniería. Los bancos los aportó la Dirección de Servicios Comunales, un remanente de la producción especial de muebles de aluminio que demandó la preparación de la capital para la celebración de los 500 años; la Empresa de Canteras René Vallejo donó la gravilla.
“Por ser un barrio en transformación requería una atención diferenciada, y estaba incluido el parque, una instalación en la que es decisiva la labor de su operadora, Nayelis Rodríguez”.
El Parque de las Madres es uno de los más viejos y bien conservados de la localidad. Aplica el sistema de arrendamiento por un grupo familiar, así que no cobran la entrada ni el uso de los aparatos que ya existían; solo hay que pagar 20 pesos por disfrutar los equipos montados por los arrendadores.
En el Vedado, justo en Calzada y F, la comunidad disfruta del proyecto Hábitat, incluido en el Programa de Desarrollo Local de Plaza de la Revolución. Una de las personas a las que inquirimos fue la delegada de la circunscripción 10 del Consejo Popular Vedado-Malecón, Magda Ileana Pérez, quien comentó:
“Antes de ser presentado a las autoridades locales, en una reunión de rendición de cuentas, Oscar expuso en qué consistía su proyecto.
“Realizan muchas actividades y la comunidad está contenta; es un lugar seguro al que pueden concurrir los niños, sobre todo en las vacaciones, y la familia sabe que allí están bien”.
Oscar Mendía, gestor de Hábitat, dijo que “este es uno de los parques de mi infancia. No estaba abandonado y tenía aparatos, aunque sí estaban deteriorados debido a su cercanía al mar. Los reparamos y hemos incorporado algunos nuevos; no había vegetación. Su muro perimetral tenía las rejas rotas y una parte se había caído, algo que, más allá de brindar protección, por la noche propiciaba una privacidad cómplice para muchas cosas, lo que provocaba la protesta de los vecinos.
“Asumimos la administración como un espacio público, donde desarrollamos un amplio programa de actividades que se divulga a través de las redes sociales: talleres, intercambios culturales y deportivos; todos gratis”.
Tiene los permisos correspondientes, no solo del Consejo de la Administración, sino también de Planificación Física, certificados de Salud y otros organismos.
“Antes de comenzar fuimos a las escuelas, nos entrevistamos con la delegada de la circunscripción, los abuelos…, a que nos dieran, en aquellos momentos, su valoración del parque y cómo les gustaría verlo.
“¿Nuestra actividad? Privada, es cierto, pero en función de un servicio público gratuito. Nosotros decidimos que fuera la gastronomía, con precios como en cualquier otro negocio, y con mucho cuidado en la elaboración de los alimentos. La mayoría no consume –sino la población adulta–, pues casi todos vienen con su agua y merienda”.
Mantienen en su funcionamiento los requisitos que se propusieron desde el principio: Cuando hay pequeños, la música es para ellos, así como no cobrar la entrada ni el uso de los aparatos.
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