Del pintor catalán surrealista Salvador Dalí (1904-1989), obra sin título de 1948. / crystalking.com
Del pintor catalán surrealista Salvador Dalí (1904-1989), obra sin título de 1948. / crystalking.com

Pureza

“Aquí nadie es químicamente puro”, vocifera y, para dejar constancia, pasea la lengua por toda la parte superior de la dentadura, escupiendo de inmediato par de cáscaras de frijol negro de un potaje recién engullido. En el umbral de la puerta, su mujer masculla el permanente asco, instalado a pocas horas de un matrimonio semi apuntalado, como esas columnas de la ciudad, ruinosa y mugrienta.

Mientras introduce la varilla de inseminación artificial en las “linduras” de una res, la ganadera aspirante al gran premio en la feria anual de la raza, advierte: “Aquí nadie es químicamente puro”. A pocos metros, un admirado subalterno escribe cada indicación. “Anota, sígueme los pasos, pero no seas tan guanajo de repetir lo de la ´química´, no vaya a ser que se nos joda el viaje a la capital”.

Los muchachones, en fiesta alucinada del saber, coincidieron en una única respuesta, gracias al chorro de adrenalina al intentar aprobar uno de los exámenes de ciencia, donde se les pedía que justificaran si ya era posible suplir en condiciones “normales” el oxígeno. Nadie se detuvo a pensar. Vistiéndose de lo absurdo para la Tierra actual, dijeron: “Seguro, nadie es químicamente puro”.

Un editor se hartaba de los adjetivos sobrantes; ¡qué más daba!: de cualquier forma, el editorial, como opinión propia del rotativo, se tildaría de falso. Al panadero le tenía sin cuidados si la harina era de trigo o de maíz: de todas-todas, el pan se compraría. Cierta bailarina clásica bostezaba de aburrimiento ante un “dulzón” Tchaikovsky; en el trance se proyectaba en piruetas de breaking dance.

Enlazados por una ruin desidia, en acordes de cansancio prematuro, y de regreso de una vida incompleta sin ánimos para enrumbarla, todos, con pesimismo, se vislumbraban atrapados, rotos, sucios…

En un murmullo, la justificación inapelable, la frase coloquial, reconvertido su sentido. Similar a un escudo, blasón del inmovilismo. Sí, como ese girasol marchito en el vaso y que nadie se anima tirar a la basura, por si acaso los santos reclaman su presencia para una mejor suerte: ¡Total, “nadie es químicamente puro”! 

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Un comentario

  1. Me parece literariamente válido; pero demasiado pesimista al menos para mi gusto. Tal vez como efecto sintomático de la dolorosa arbovirosis que nos tiene a tantos de capa caída.
    Le atribuyo, no obstante, la virtud circunstancial de que me trajo a la mente unos descarnados versos de nuestro Poeta Nacional👇

    Yo no voy a decirte que soy un hombre puro.
    Entre otras cosas
    falta saber si es que lo puro existe.
    O si es, pongamos, necesario.
    O posible.
    O si sabe bien.
    ¿Acaso has tú probado el agua químicamente pura,
    el agua de laboratorio,
    sin un grano de tierra o de estiércol,
    sin el pequeño excremento de un pájaro,
    el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno?
    ¡Puah!, qué porquería.

    Yo no te digo pues que soy un hombre puro,
    yo no te digo eso, sino todo lo contrario.
    Que amo (a las mujeres, naturalmente,
    pues mi amor puede decir su nombre),
    y me gusta comer carne de puerco con papas,
    y garbanzos y chorizos, y
    huevos, pollos, carneros, pavos,
    pescados y mariscos,
    y bebo ron y cerveza y aguardiente y vino,
    y fornico (incluso con el estómago lleno).
    Soy impuro ¿qué quieres que te diga?
    Completamente impuro.
    Sin embargo,
    creo que hay muchas cosas puras en el mundo
    que no son más que pura mierda.
    Por ejemplo, la pureza del virgo nonagenario.
    La pureza de los novios que se masturban
    en vez de acostarse juntos en una posada.
    La pureza de los colegios de internado, donde
    abre sus flores de semen provisional
    la fauna pederasta.
    La pureza de los clérigos.
    La pureza de los académicos.
    La pureza de los gramáticos.
    La pureza de los que aseguran
    que hay que ser puros, puros, puros.
    La pureza de los que nunca tuvieron blenorragia.
    La pureza de la mujer que nunca lamió un glande.
    La pureza del que nunca succionó un clítoris.
    La pureza de la que nunca parió.
    La pureza del que no engendró nunca.
    La pureza del que se da golpes en el pecho, y
    dice santo, santo, santo,
    cuando es un diablo, diablo, diablo.
    En fin, la pureza
    de quien no llegó a ser lo suficientemente impuro
    para saber qué cosa es la pureza.

    Punto, fecha y firma.
    Así lo dejo escrito.

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