Autora de novelas y cuentos, periodista, feminista, Ofelia Rodríguez Acosta luchó contra los conservadurismos de su época
Zaida Capote Cruz, investigadora del Instituto de Literatura y Lingüística, antes de 2025 espera concluir un libro sobre una de las intelectuales más nombradas y cuestionadas en el ambiente periodístico y literario de Cuba durante buena parte de la pasada centuria, mientras que hoy es, salvo en círculos reducidos, prácticamente desconocida. Al respecto nos comenta:
“Durante años he publicado numerosos artículos acerca de Ofelia Rodríguez Acosta, su desempeño en la prensa, las novelas. Ahora quiero terminar un monográfico que brinde una idea más certera y clara de quién fue ella, cómo se movió en su contexto, su contribución a las letras cubanas.
“Ese volumen se relaciona con mi proyecto de investigación Universos del feminismo en el siglo XX. He vinculado a Ofelia –como antes contextualicé la obra de Dulce María Loynaz– con su entorno; es muy interesante ver a una autora en medio de las circunstancias de su época, no solo el marco histórico (ella participó en la revolución antimachadista), también el intelectual: cómo se relacionaba con otras creadoras y creadores del país, de América Latina, y abordaba temas que estaban en discusión en los ámbitos de la ciencia, la sociología, la política del momento”.
–¿Por qué todavía hoy, a casi 100 de sus primeras novelas, sigue motivando algunas investigaciones literarias?
–Ofelia fue feminista, escritora, periodista, bibliotecaria del Club Femenino de Cuba. Nació en Artemisa en 1902 y murió en La Habana en 1975. Viajó por el mundo; vivió en México durante largo tiempo, igualmente en Europa, con una beca del gobierno cubano, ganada por concurso. Uno de sus ensayos, una conferencia que ofreció en el Liceo en 1932, resulta fundamental: La tragedia social de la mujer. Fundó una revista: Espartana, que duró pocos meses, pero era una manera de manifestar su interés en ocupar el espacio de las publicaciones periódicas (luego tendría una columna semanal en BOHEMIA y sería la redactora de Feminismo en la Revista de la Habana). Escribió, además, crónicas de viaje y cuentos.
“Sin embargo, lo esencial de su obra literaria son las novelas: El triunfo de la débil presa (1926), La vida manda (1929), Dolientes (1931), En la noche del mundo (1940), Sonata interrumpida (1943), La dama del arcón (1949), Hágase la luz, la novela de un filósofo existencialista (1953). Quizás no pulía mucho el estilo, aunque tiene grandes momentos; lo que ella pretendía al hacer narrativa social era sobre todo defender el derecho de las cubanas al sufragio y denunciar la desigualdad.
“No solo se preocupó por la cuestión de la libertad de la mujer y cómo podía encontrar una pareja con la que hubiera justicia en el interior de la relación; a la par, en los relatos de Ofelia Rodríguez la pulsión del deseo sexual, las ideas en torno a la forma de asumirlo, son bien fuertes.
“Le decía al pan, pan, y al vino, vino. Cuando se presentó La vida manda la acusaron de naturalista y pornográfica, porque cuenta las relaciones de una joven que trabaja fuera de la casa y decide tener un hijo con un hombre a quien no ama, solo por experimentar la maternidad; además, engaña a su novio, pues se acuesta con un amante. Ese personaje no cumplía con ninguna de las virtudes asignadas a las mujeres de entonces. Como desagravio por las críticas, Enrique Serpa, Mariblanca Sabas Alomá y Dulce María Borrero le hicieron un homenaje a la autora.
“Muy rompedor para la época fue La construcción de un hijo, relato que pone en escena el empeño de la protagonista por tener un niño en modo de “producción independiente”, como solíamos decir en los años 80. Le pide a un hombre que, sin compromisos, sea su donante y después… bueno, ocurre el conflicto de la historia.
“Otro asunto que le atrajo es la esterilidad. Incluso hizo un cuento titulado La oblación, sobre una mujer que no puede quedar embarazada. El amante la culpa por eso y ella termina suicidándose, lanzándose al mar desde el muro del Malecón.
“Asimismo, Ofelia solía mostrar los detalles de la ciudad; en La vida manda, La Habana es reconocible: sus espacios, esquinas, el carnaval que iba por la calle Calzada. Eso le da un valor extra a la obra, como testimonio de la etapa en la cual se concibió”.
–Usted ha investigado sobre la correspondencia sostenida por ella y otras escritoras. ¿Qué ha descubierto?
–Hallé algo sorprendente cuando realicé la edición crítica de Jardín, la novela de Dulce María Loynaz, a quien por lo general consideramos una persona alejada de cualquier tipo de reivindicación social: en los años 30 le escribió a Ofelia –como mencioné, esta colaboraba con BOHEMIA; entre 1932 y 1935 mantuvo en sus páginas una campaña feminista, sin dejar de abordar otras materias de actualidad– acerca del problema de las costureras, a quienes las casas de moda y los talleres explotaban. Es curioso, ¡son dos creadoras que están tan lejos estilísticamente, en su modo de entender el mundo literario, de comportarse, o conducirse (así se decía en la época) en sociedad!
“También encontré, en el Archivo Nacional, cartas de Ofelia Rodríguez Acosta a Enrique José Varona, muy breves; y en el Instituto de Literatura y Lingüística, una réplica suya al narrador, dramaturgo, ensayista, diplomático José Antonio Ramos: desde Estados Unidos, él le envió un comentario luego de leer su obra. A ella no le agradó lo dicho en la misiva y le respondió: ‘Usted me habla así porque soy una mujer, porque soy más joven’. Es un texto muy combativo, lo publiqué hace unos años en la revista Casa de las Américas”.
–¿En su intercambio epistolar con otras intelectuales Ofelia Rodríguez Acosta reflexiona sobre su creación?
–El tema aparece en la correspondencia que sostuvo con Rosa Arciniega, una escritora peruana muy destacada, sobre cuya narrativa la cubana ya había publicado reseñas antes de que se conocieran en Madrid. En esas cartas, además del testimonio de su amistad, hay comentarios de Ofelia sobre el mundo literario y cultural cubano. Por ejemplo, ella se refiere a la disputa ocurrida en los años 40 en torno al afrocubanismo.
“Una característica de este tipo de comunicación es que de repente te pone delante, como algo vivo, sucesos ocurridos hace mucho tiempo. Resulta fascinante”.
Doctora en Ciencias Filológicas, profesora y especialista en Estudios de la Mujer, Zaida Capote Cruz es autora de varios ensayos y libros. Entre ellos, los volúmenes Estado crítico, Loynacianas, la edición crítica de Jardín: novela lírica, de Dulce María Loynaz; Tribulaciones de España en América. Tres episodios de historia y de ficción. Ha recibido diversos premios, incluido el Alejo Carpentier de Ensayo y el Premio de la Crítica.Dirigió la redacción del Diccionario de obras cubanas de ensayo y crítica. Elaboró el índice bibliográfico El ensayo y la crítica literarios de la diáspora cubana.