Fotos. / Leyva Benítez |Texto. / Tania Chappi
El efecto de huracanes cercanos y lejanos, penurias económicas, sinsabores personales… mucho enfrentan, resistentes, resilientes, los habitantes de esta ciudad que acaba de cumplir 505 años. Los sustentan igualmente las esperanzas, los sueños, los afectos: relevantes motivaciones que nos impulsan a levantarnos cada mañana.
Amalgama de quehaceres y hasta pequeños goces es la Avenida de Carlos III, una de las más céntricas de La Habana. Si usted busca una dirección nunca mencione su nombre oficial: Salvador Allende, pues excepto en documentos oficiales, aquí nadie la llama así. Por sus cuadras transitan a diario miles de personas en pos de asistencia médica, centros docentes, múltiples servicios, mercancías (comestibles, ropa, teléfonos móviles, artículos de cumpleaños, electrodomésticos, también objetos de segunda mano), la posibilidad de hacer ejercicios, o distraerse entre árboles y aves en la Quinta de los Molinos.
Los transeúntes suelen andar de prisa y no reparar en los valores arquitectónicos de la bulliciosa arteria citadina. Pero la Facultad de Estomatología, el Hospital de Emergencias, la Clínica Veterinaria, el Instituto de Literatura y Lingüística, el Gran Templo Masónico, además de protagonizar otro fotorreportaje, merecen un buen paseo.







