Especialistas del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello insisten en difundir y realzar un legado todavía insuficientemente valorado
Casi seguro habrán oído en algún momento las palabras tradición oral. Parecen abarcar tanto que se tornan quizás algo impreciso. Pero los estudiosos de esa materia han elaborado definiciones comprensibles para la generalidad de las personas.
“Todas las creaciones basadas en la tradición de una comunidad que se transmiten y reflejan su identidad cultural podemos considerarlas patrimonio. Dentro de él se encuentra la tradición oral. Este patrimonio inmaterial posee gran vitalidad en los más variados rincones de Cuba”, aclara Malena Balboa Pereira, máster en Historia Contemporánea.
Dicha historiadora se sumó a dos colegas del Instituto de Investigación (ICIC) Juan Marinello y en conjunto presentaron recientemente en La Habana, durante el simposio internacional que organizara ese centro, los resultados de una obra que ha durado decenios y proseguirá.
Al respecto, nos explica Ana del Carmen Vera Estrada, doctora en Filología: “Titulamos la ponencia Aproximaciones al patrimonio oral tradicional cubano. Su contenido se deriva de la investigación de campo que condujo a la publicación del Atlas Etnográfico de Cuba (edición digital, Cidcc Juan Marinello/Centro de Antropología, 2002), el cual acaba de aparecer en versión online”.
Largo camino debieron transitar los implicados desde que se concibió la realización del Atlas y luego se creó, en 1999, la catedra Carolina Poncet, por iniciativa de María del Carmen Victori y la propia Ana Vera. Esa entidad “reunió a destacadas figuras de la intelectualidad cubana, entre ellas, Rogelio Martínez Fure, Virgilio López Lemus, Miguel Barnet, Lázara Menéndez, Sergio Valdés, Gisela Cárdenas, Martha Esquenazi, Caridad Santos, Alicia Morales.
“Desde 2010 la labor de la catedra se ha centrado en el rescate y digitalización de un patrimonio documental que recoge gran parte de los textos orales cubanos recopilados mediante la escritura por el equipo del Atlas (durante la segunda mitad de la década del 90 del siglo XX). El propósito es crear una base de datos que ponga a disposición del público cuentos, leyendas, fabulas, romances, décimas, conjuros, agüeros, canciones infantiles, trabalenguas, adivinanzas, poesías y otros géneros”, precisa la experta.
“Hemos acumulado más de 5 000 materiales, para ello se ha necesitado el concurso de numerosas personas, no solo investigadores y encuestadores, también copistas, estudiantes y personal de las direcciones provinciales y municipales de Cultura del país. Alrededor de 4 000 textos ya han sido digitalizados, cotejados y ordenados. El conjunto muestra el legado de portadores populares, pues es un saber transmitido por hombres y mujeres comunes.
“Esos materiales se conservan en el archivo del ICIC y, cuando culmine su rescate y digitalización, se pasará al diseño final de la base de datos, lo cual deberá acometerse en 2025.
“La tradición oral existe en todo el orbe y en el transcurso del tiempo precede a la implantación de las diferentes formas de escritura. Transferir sus exponentes a otro soporte no implica que desaparezca de la vida de los pueblos. Ellos la mantienen como un modo de expresión identitaria que refleja el saber ancestral y se modifica continuamente debido a las transformaciones de la sociedad”.
Iralia García Escalona, historiadora, máster en Estudios Interdisciplinarios, detalla la manera en que ese patrimonio ha sido guardado: “He ayudado a desarrollar lo que denominamos base de datos de la oralidad. Se ha construido como un archivo digital organizado por ficheros clasificados mediante la aproximación a los diferentes estudios teóricos asociados a la función de las fuentes orales. Utilizamos un método visual, lo más ajustado posible a algunos de los estándares usados por la ciencia de la archivología”.
Por su parte, Malena Balboa aportó investigaciones acerca de la labor acometida por José María Chacón y Calvo en torno al folclor cubano de ascendencia hispana, así como los vínculos del estudioso con el sabio Fernando Ortiz y diversas instituciones interesadas en examinar y preservar las raíces culturales de la nación. “Resulta necesario –comenta– establecer la continuidad de tales indagaciones para no tener que preguntarnos, como Cintio Vitier, dónde está lo que ellos fundaron”.
Bien vale el desvelo, pues al decir de Ana Vera, aunque existen acercamientos académicos a la tradición oral cubana, todavía el grupo de investigadores es “relativamente pequeño” y la riqueza de ese patrimonio inmaterial “no resulta suficientemente conocida ni valorada en la medida de sus potencialidades, a pesar de que, cada uno por su lado, los decimistas, los portadores y los cuenteros escénicos se esfuerzan por divulgarlo”. Urgen mayores exploraciones científicas, “desde diversas disciplinas”, y el incremento de las consultas a lo ya obtenido.
“Queda bastante por hacer –subraya Malena Balboa– desde la filología, la sociología, la antropología, la historia, la psicología y otras disciplinas. Además, revitalizar el interés por el amplio fondo sobre la tradición oral que posee el Instituto Marinello pasa por un incremento de su socialización”.