Les Ballets de Monte-Carlo y la magia de la tarántela italiana
En una noche mágica en La Habana, los corazones latieron al unísono con la energía vibrante de Les Ballets de Monte-Carlo, que ofreció a la audiencia cubana una experiencia que trasciende la danza y la música: un rito de sanación, amor y felicidad. La compañía, acompañada por Antonio Castrignanò y su banda Taranta Sounds, llevó a cabo una puesta en escena que fusiona folclore italiano, danza contemporánea y rituales ancestrales, creando un puente de emociones y sensaciones que quedó grabado en el alma de todos los presentes.
El espectáculo, titulado “Core meu” en homenaje al revolucionario Maurice Béjart y a su legado, fue más que una simple presentación artística; un acto de comunión entre artistas y público, en el que la música en vivo, con el canto apasionado de Castrignanò y la interacción constante con los bailarines, se convirtió en un lenguaje universal de amor y alegría. Los instrumentos vibraban con intensidad, y los cuerpos de los bailarines, convertidos en instrumentos vivos, transmitían sentimientos profundos, logrando un trance colectivo que invitaba a la reflexión y a la liberación emocional.
La dirección artística de Samuel Thery y el diseño del vestuario del reconocido Salvador Mateu, colaborador de grandes nombres del cine y la moda, aportaron un marco visual que parecía una ilusión óptica, envolviendo a la audiencia en un universo de luz y color. La puesta en escena entrelazó elementos del folclore italiano, la técnica del ballet clásico y la danza contemporánea, todo enmarcado en la tradición de la pizzica, esa danza popular del sur de Italia que, según la leyenda, servía como remedio contra la mordedura de la tarántula.
Desde la región italiana de Apulia, la historia de esta danza se ha expandido más allá de su origen folclórico, convirtiéndose en un ritual de purificación y sanación. Jean-Christophe Maillot, con su visión artística, rescata ese mito y lo transforma en un acto de comunión que manipula la energía del ambiente y de los cuerpos, despojando cargas y elevando el espíritu en un acto de magia colectiva.
El impacto fue tal que la compañía se le galardonó con el Premio de Honor de Cubadisco 2025, reconocimiento a una puesta en escena que logró conectar con la audiencia en un nivel casi místico. La princesa de Mónaco, Carolina Grimaldi, quien la refundó en 1985, viajó especialmente a La Habana para ser testigo de esta magia, evidenciando la universalidad y la profundidad del mensaje transmitido.
Este acto de amor y arte también se presentó en el Teatro Nacional de Cuba los días 17 y 18 de mayo, donde se espera que más cubanos pudieron experimentar esa sensación de liberación y renovación que solo el arte puede ofrecer. Como dice uno de los versos de la canción “Core meu”: “si bailas, nunca morirás”. Y en esa noche, Cuba vivió la certeza de que el amor, cuando se expresa con pasión y entrega, tiene el poder de sanar y transformar.


