Foto. / Portal Cubarte
Foto. / Portal Cubarte

Ayer, hoy, siempre

Diversos portales y páginas web promueven en Cuba el acontecer artístico y literario de la nación. Al mismo tiempo, algunos preservan del olvido las tradiciones, las expresiones patrimoniales, los sucesos y personalidades de antaño


A cada rato busco en Internet ciertos sitios con nombres sonoros: Azurina, Atenas, Baibrama, Crisol, Príncipe, Tunarte… No solo por mi trabajo, también para disfrutarlos como simple lectora. Quizás no estén tan de moda, si los comparamos con los de corte farandulesco, pero siempre he encontrado en ellos algo interesante.

Forman parte de los portales o páginas web de la cultura cubana. El hermano mayor es Cubarte, donde confluyen asuntos de todo el país. A la par, varias provincias mantienen activas sus propias plataformas. No son solo informativos y útiles, en el sentido de que más allá de las noticias ofrecen disímiles conocimientos, asimismo cumplen con una función primordial –a menudo subestimada– de los medios de comunicación masiva: brindar esparcimiento.

Desconozco si existen investigaciones bien documentadas acerca de quiénes acceden habitualmente a esas propuestas digitales; pero resulta evidente que su contenido está dirigido no solo a los artistas, escritores, periodistas, pues pretende ser atractivo para cualquier tipo de personas interesadas en temas artísticos, literarios, folclóricos, históricos.

Parten de una verdad innegable: la cultura de los pueblos no se reduce a las más excelsas obras pictóricas y composiciones musicales, o a la narrativa concebida por y para las élites; tampoco se limita a las actividades de las instituciones (galerías, museos, bibliotecas, salas de concierto, teatros, cines, centros de investigación…). Radica, igualmente, en múltiples manifestaciones de la vida cotidiana, entre ellas el lenguaje, las costumbres que se trasmiten de una generación a otra, el recuerdo de las tradiciones.

Cubarte, creado por el Ministerio de Cultura, pudiera considerarse un todo incluido: es a la vez periódico, blog, cartelera; acoge espacios de opinión y textos sustentados en el resto de los géneros periodísticos. Da voz a sitios de la blogosfera nacional y nos entrega multimedias. Además, propone enlaces a diversos portales (por ejemplo, el del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, el de Artes Escénicas, el de las Casas de Cultura). En él apreciamos materiales sobre música, cine, danza, obras dramáticas y pictóricas, libros, patrimonio, enseñanza artística, cultura comunitaria, historia, sociedad.

Una línea parecida siguen los portales provinciales, en lo referido a las temáticas, a alternar noticias, comentarios y artículos, anunciar espectáculos, exposiciones; divulgar los premios de cada ramo, destacar efemérides; mostrar vínculos conducentes a las instituciones culturales del territorio. No obstante, algunas tienen un encanto añadido: narran leyendas y tradiciones, rescatan personalidades de antaño, rememoran el pasado de las ciudades y pueblos.

Azurina se remonta, en su espacio Memorias, a la fundación de la urbe, la llegada masiva de gallegos, las particularidades del Parque José Martí, entre numerosas cuestiones. En otro de sus bloques descubriremos quiénes fueron la Venus negra, la vieja de las calabazas, la dama azul, el indio Ornoya, la mestiza Aipirí (convertida en Tatagua por no cumplir con sus obligaciones maternales).

Los artículos de Crisol abordan desde las expresiones culturales actuales hasta la prensa, patriotas y figuras del siglo XIX, como Perucho Figueredo, el sacerdote independentista Diego José Baptista (en noviembre de 1868, en Bayamo, bendijo a la bandera cubana, a Carlos Manuel de Céspedes y sus compañeros), la poetisa bayamesa Úrsula Céspedes, cuyos familiares perdieron la vida por luchar contra el régimen colonial. 

Entrar a la dirección http://www.pprincipe.cult.cu nos permite acercarnos a las edificaciones patrimoniales, las calles y callejones, ciertos descubrimientos arqueológicos. Asimismo, leeremos textos dedicados a los camagüeyanos ilustres. Dentro del conjunto no podían faltar los hombres y mujeres que consagraron su vida a la libertad de Cuba; tampoco los historiadores, músicos, artistas de la plástica, educadores, científicos, literatos. Entre esos últimos, Gertrudis Gómez de Avellaneda motiva, amén de una semblanza, un relato acerca de su visita a la ciudad natal, en 1860.

De La otra coronación de la Avellaneda vale la pena reproducir fragmentos, por evocar un suceso poco conocido. La escritora era entonces una dama “de […] carnes opulentas, genio vivo y extenso prestigio como poetisa, novelista y autora dramática”.

Meses antes había padecido el bochorno de que la gala celebrada en su honor en el habanero Teatro Tacón, donde debían colocarle una corona de laurel, se convirtiera en tragicomedia, cuando subió al “proscenio, sin previo aviso, un personaje estrafalario […] Tal personaje, que según la tradición era un empleado de la administración pública, de apellido Muñiz, llegado allí quién sabe a través de qué influencias, se empeñó en la lectura de un disparatado romance, en el que se unían los evidentes desaciertos del texto con todos los defectos de una declamación enfática y ridícula. Parte del auditorio perdió la buena compostura y a las grandes carcajadas pronto se unieron los gritos de: ¡fuera, fuera!”.

Foto. / azurina.cult.cu

El 10 de mayo de ese año arribó la escritora a Camagüey. Allí le preparaban un nuevo homenaje, el cual tuvo lugar el 3 de junio. “Gracias a una crónica de Emilio Peyrellade, publicada en El Fanal, sabemos cómo transcurrió: […] el Palacio de los Marqueses de Santa Lucía, en Mayor y San Diego […] para la ocasión había sido adornado con flores y colgaduras, tanto la fachada con su extenso balcón de hierro forjado, como su escalera principal y el teatro de la planta alta, destinado a la ceremonia”.

Según precisa el relato citado, a las nueve de la noche la homenajeada descendió de su carruaje. Frente a la edificación la aguardaba, con acompañamiento musical, lo más encumbrado de la ciudad.

Foto. / crisol.cult.cu

Luego de que la agasajada recibiera “una corona de flores blancas en la cual iba atado el diploma de Socia de Mérito de la Filarmónica” y escuchara un concierto con fragmentos de óperas, “fueron ocupando el escenario para leer sus poemas: Antonio Nápoles Fajardo, hermano del Cucalambé, que firmaba sus composiciones con el seudónimo Sanlope; Francisco Agüero, Pamela Fernández, Augusto Barrinaga, Esteban Agüero. Un detalle que vino a recordar ciertas amargas contradicciones sociales fue la lectura de un poema compuesto para la ocasión por el poeta esclavo Juan Antonio Frías, que fue leído por Joaquín de Quesada, miembro de la Filarmónica, pues aún en una sociedad de pensamiento tan avanzado como aquella era impensable la presencia de un negro, ¿qué pensaría de ello la autora de Sab?

“Es muy probable que […] La Avellaneda comenzara a albergar el temor de que tal desfile de personajes concluyera con la aparición de otro fantasmal Muñiz y es evidente que después de la lectura de un poeta más: Antenor Lescano sintió la necesidad de ir abreviando aquella forzosa estadía en el trono y decidió emplear para ello todo su talento dramático.

Foto. / pprincipe.cult.cu

“Comenta Peyrellade en su crónica que la escritora, emocionada hasta las lágrimas tras la lectura de Lescano –cosa curiosa, pues aunque se trataba de un prosista ingenioso, era un poeta limitado, con menos dotes que algunos de los que le había precedido en el tablado– dirigió unas palabras a la concurrencia en las que evidenció su afecto hacia la tierra que la vio nacer y evocó la memoria de su madre” (…) Dicho lo cual, dada la congoja que la embargaba, solicitó retornar a su domicilio”.

Foto./ tunarte.cult.cu

¿Se habrán ofendido los anfitriones? ¿La comprendieron o la criticaron discretamente mientras degustaban los vinos y bocadillos que solían prepararse para la culminación de ocasiones similares? Peyrellade no abundó al respecto.

Ojalá todos los sitios contaran con materiales de este tipo. Igualmente me gustaría hallar más a menudo fotografías e ilustraciones de siglos pasados, semblanzas sobre artistas y escritores locales, fragmentos de libros antiguos y sus reproducciones facsimilares.

Lamento también haber perdido el acceso directo a Pinarte (Pinar del Río), Atenas (Matanzas), Cenit (Villa Clara), Hero (Sancti Spíritus). Los enlaces originales de tales medios, al igual que sus similares pertenecientes a Santiago de Cuba y Guantánamo, no responden a mis clic. Ahora sus contenidos debo buscarlos en Facebook, Twitter (X) y hasta YouTube. Sin desdeñar tales opciones, quisiera contar con la variante anterior; porque personalmente prefiero los portales y páginas, espaciosos, con mejores posibilidades de diseño; cual si delante de mí se desplegara un periódico o una revista. ¿Añoranza de lectora analógica? Tal vez. Pero estarán de acuerdo conmigo en que a la hora de difundir y valorar la cultura no bastan las redes sociales.

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