Juntas, estas imágenes ceremoniales representan la unión de dos tradiciones: la religión católica y la espiritualidad afrocubana, entrelazadas en un abrazo que aprieta a toda la Isla
En la bahía de La Habana, la devoción se respiraba en el aire. El bullicio de las personas se mezclaba con el cercano murmullo de las olas; melodía que habla de fe, esperanza y tradición.
Y es que cada 7 de septiembre, la imagen de Nuestra Señora de Regla, deidad yoruba dueña del mar, emerge en su trono, rodeada de flores frescas y ofrendas que parecen danzar con la brisa. Con su manto azul ondeando, no solo es la madre de la comunidad habanera donde se erige su altar (otrora Guaicanamar, palabra que significa frente al mar), sino también el símbolo de la protección que otorga a los que se aventuran sobre las aguas. Muchos, que llegaron este sábado al santuario de Regla, vestidos de blanco y con toques de azul, mostraban sus respetos, llevando en sus manos velas encendidas que iluminaban el camino de procesión.
La lluvia, que había sido esperada como ocasión de preocupación, se transformó en un signo de bendición. A pesar del clima adverso, no faltaron las canciones y oraciones, convirtiendo la jornada en un festival de luz y agua, de comunión con lo divino y nuestras raíces más profundas.
Los 8 de septiembre, muchos se visten de gala para rendir homenaje a su Patrona, la Virgen de la Caridad del Cobre. En este día, millones de cubanos, dentro y fuera de la Mayor de las Antillas, se unen en una celebración que trasciende lo religioso y se convierte en blasón de identidad y resistencia. La historia de esta venerada imagen mariana se encuentra entrelazada con la misma nación, cargada de leyendas, reverencia y arraigo.
En sus festividades, el país se llena de fervor. Las iglesias y capillas se perfuman con el aroma del incienso. Aquí, en La Habana, se reciben a miles de fieles que llegan a hacerle ofrendas y pedirle por la salud y prosperidad, donde la tradición católica se conjuga con elementos afrocubanos, parte de la rica diversidad cultural que tenemos.
Es común ver a familias enteras que, vestidas de blanco, amarillo o azul, llevan consigo imágenes de la Virgen, algunas incluso hechas a mano; acto de amor y devoción.
En medio de estas ceremonias, que ocurren a lo largo y ancho del archipiélago, también hay un fuerte sentido de unidad. La Virgen de la Caridad del Cobre deviene recordatorio de que los cubanos, a pesar de sus diferencias, siempre marcan brújula hacia la solidaridad y paz.