1. Con sus aires demenciales, Javier Milei celebró los resultados de las elecciones legislativas en la sede de La Libertad Avanza. / elpais.com
1. Con sus aires demenciales, Javier Milei celebró los resultados de las elecciones legislativas en la sede de La Libertad Avanza. / elpais.com

Buenos Aires votó con bronca (o no votó)

A pesar de la crisis, la baja participación y las encuestas, Javier Milei se impone en la ciudad de Buenos Aires. ¿Épica libertaria o tragicomedia política?


Argentina arde; el bolsillo del votante se achica, como su esperanza. La participación electoral se desploma y el desempleo sube como la espuma. Pero nada de eso importa. En medio del descontento generalizado, Javier Milei celebra su triunfo en las elecciones legislativas de la Ciudad de Buenos Aires como si fuera una fiesta libertaria en Marte, lejos de la gravedad que lo rodea.

Los datos son contundentes: La Libertad Avanza ganó con apenas 30 por ciento de los votos y con una abstención récord en la capital.

En segundo lugar, 27 por ciento, se ubicó el peronismo, con Axel Kicillof a la cabeza; relegado al tercer puesto, con casi 16 por ciento, terminó Propuesta Republicana (PRO), el partido del expresidente Mauricio Macri, la fuerza que gobierna la ciudad desde 2007 y que nunca había perdido una elección local en su bastión. Hasta ahora.

Derrotó a Macri, y mientras el peso se evapora y el malestar social fermenta, el libertario se abraza a los resultados. “Quizás Macri deba entender que su momento pasó”, dijo el presidente ultra.

Pero el dato más alarmante no fue el resultado en sí mismo, sino la participación electoral, que llegó solo al 53 por ciento del padrón.

La sombra que no asusta al león libertario

Mientras todo esto ocurre, Macri –el otrora niño mimado de la derecha– mira desde la vereda de enfrente cómo Milei le arrebató su bastión porteño con una sonrisa de Joker y un megáfono de insultos.

Las encuestas, siempre listas para confirmar cualquier delirio, muestran que el 47 por ciento aprueba la gestión de Milei, aunque en la calle abunden las quejas, los comercios vacíos y los colectivos llenos de bronca.

La clave está en el enemigo: mientras Cristina Kirchner exista, el loco de la motosierra podrá decir que todo es culpa del pasado. Una estrategia digna de manual de autoayuda: “No soy yo, es mi ex”.

Entre el delirio y el poder real

La paradoja es tremenda. Milei gana, pero con menos gente votando. El libertario de cabellera eléctrica promete inversiones sin Estado, justicia social sin subsidios, crecimiento sin obra pública y gobernabilidad sin partidos. Un acto de prestidigitación ideológica que solo funciona mientras los votantes sigan buscando culpables atrás y no adelante.

Y por si quedaban dudas de su pragmatismo electoral, el libertario más furioso del continente quiere alianzas con el derrotado.

La elección legislativa en la Provincia de Buenos Aires, el distrito con mayor peso del país, es el próximo desafío electoral relevante del gobierno y está convocada para septiembre, un mes antes de los comicios nacionales.

Aunque comparten el nombre, la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia son jurisdicciones distintas. La primera es la capital del país, con autonomía propia y un electorado más urbano y politizado. En cambio, la Provincia –la más poblada– rodea a la urbe principal y concentra realidades sociales y económicas muy diversas, desde zonas rurales hasta el populoso Conurbano. Una diferencia clave a la hora de entender los matices del mapa electoral argentino.

Y para consumar su objetivo de erigirse como el principal líder del amplio espectro de la derecha y el antiperonismo en Argentina, Milei detalló que su siguiente propósito es avanzar en un acuerdo electoral con los referentes del PRO –“independientemente de Macri”, dijo– para enfrentar al peronismo en la Buenos Aires Provincia.

En una entrevista reciente, Javier Milei lanzó una joya de estrategia y cinismo: “Nosotros solos le ganamos al kirchnerismo, pero le ganamos por muy poquito. Si vamos todos juntos, le ganamos por más de 10 puntos”. Lo dijo con la frialdad de quien mezcla cálculo electoral con manuales de autoayuda libertaria.

O sea: desprecia a Macri, pero quiere sus votos. Lo insulta, pero le extiende la mano. Lo jubila, pero lo necesita. El verdadero truco está en el margen de error, no en la coherencia.

Además, Buenos Aires no votó por entusiasmo, sino por ausencia. La mitad del padrón se quedó en casa, descreído, hastiado o confundido, como si este juego ya no tuviera reglas claras. Sin embargo, Milei se declara vencedor.

El “voto bronca”, versión 2025

Los analistas lo dicen sin rodeos: la baja participación no se debe solo a apatía, sino a una desconexión profunda entre el sistema político y los ciudadanos. ¿Para qué votar si todos prometen lo mismo con distinto peinado?

En este escenario, la bronca ya no se canaliza con votos nulos, sino con el silencio absoluto del ausente, un fenómeno más contundente que cualquier encuesta.

Sin embargo, ahí está Milei, repitiendo como mantra que ganó a pesar de todo. Que con unos pocos votos de más puede ganarle a Axel Kicillof, a Cristina, y hasta al nuevo papa. Todo es parte del relato: el de un presidente que necesita enemigos para sostener su narrativa de cruzado libertario.

La paradoja de ganar sin convencer

Javier Milei ganó en Buenos Aires. Pero no ganó por lo que hizo, sino por lo que otros no hicieron. Su victoria tiene más de vacío que de contenido, más de marketing que de gestión, más de ira que de propuesta. Aun así, la capital cayó rendida ante el encantador de serpientes libertario.

¿Será que los votantes porteños prefieren al payaso antes que al gerente? ¿O simplemente ya no les importa quién esté al volante mientras no los obliguen a ir a votar? La historia lo dirá. Mientras tanto, Milei sigue avanzando con su motosierra retórica, convencido de que destruir es gobernar, insultar es liderar y gritar es convencer.

En ese teatro de lo insólito, el silencio de los ausentes puede ser la única forma de cordura.

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