La Televisión Cubana promueve y visualiza en diferentes programas la edición 45 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que desde las pantallas grandes tiende puentes hacia el mundo para reconocernos mucho mejor
¿Cómo conquistar a las mayorías? ¿La pequeña y la gran pantalla propician “ver” cinematografías de América Latina y del mundo creadas en diferentes géneros y soportes? ¿El Festival de La Habana establece relaciones dialógicas entre guionistas, directores, actores, actrices, críticos y otros artistas del audiovisual contemporáneo? Estas interrogantes son despejadas hasta el 15 de diciembre en las salas
oscuras del país y la Televisión Cubana. Por ambos medios llegan a los públicos accesos disfrutables del conocimiento y la actualización de temáticas y lenguajes en el séptimo arte.
Debido a la tendencia que tienen los públicos de implicarse en relatos ficcionales, es importante el análisis de sus narrativas; comprender elementos decisivos en el resultado artístico. Contar historias
constituye una travesía compleja donde ocurren, a veces, insólitas transfiguraciones de lo causal durante el desarrollo de tramas y conflictos cotidianos. Comprendernos, reconocernos en el ser y el acontecer, de eso se trata.
Dada la importancia de las cinematografías y del audiovisual, el actor Jorge Perugorría elogió en fecha reciente el desvelo y apoyo del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), del
Estado y el Gobierno cubanos al hacer posible un evento tan importante para la cultura de Cuba, Latinoamérica y del mundo.
La sistemática complicidad entre el Icaic y la Televisión Cubana abre caminos necesarios a favor de la promoción de saberes, estéticas, preocupaciones autorales; estas merecen llegar a las audiencias de
todas las edades.
Así lo patentiza el doctor Mario Masvidal, jurado en la categoría Otros territorios, durante su programa X distante (Canal Habana, sábado, 9: 15 p.m.). Los animados no solo se dirigen a la infancia, constituyen expresiones renovadoras, sugerentes, experimentales, apenas comprendidas o preteridas incluso como arte.
No lo perdamos de vista, la digitalización y las prácticas de uso en el cine y el medio televisual indican cambios acelerados; los usuarios/espectadores pasan del consumo lineal hacia tablets, computadoras, celulares; mediante la dinámica de las redes sociales dejan de ser pasivos al convertirse en productores difusores.
Filmes programados en la tv y los cines validan relaciones entre calidad, identificación emocional, memoria, lenguajes, jerarquías culturales y el posicionamiento indispensable para interpretar narrativas que exigen inteligencia lectora.
Vivimos mundos hipervisuales; poco reflexionamos sobre el ejercicio de comprender diversidades discursivas asociadas a las luchas simbólicas, los sentidos del bien, y del mal socavado en manipulaciones
imperceptibles, al silencio de notable incidencia dramática: “habla”, acompaña, conmueve al ser humano.
¿Quiénes no anhelan sentir gozo ante espectáculos cinematográficos concebidos para favorecer actitudes críticas en los destinatarios? En documentales, películas, animados, cortos, la dirección fotográfica,
la banda sonora, los montajes construyen ideas, pensamientos, significados, metáforas, mensajes, pues alertan la comprensión del concepto dramatúrgico al decir y para quién se dice.
Entretenimiento y cultura no tienen que ser un par antagónico. Prevalecen reclamos de valores per se; lo lindo, lo atractivo, la fácil deglución, sin estimar lo íntimo propositivo de la obra, las evaluaciones en profundidad de visualidad, contenido y forma, son inseparables.
Por doquier, las invasiones de productos pseudoculturales demandan ojos y oídos críticos. Cómplices, que los quiero cómplices, al séptimo arte y a la televisión; habrá Nuevo Cine siempre que existan motivos
cuestionadores, caligrafías exigentes, compromisos con la utilidad de la virtud en un mundo mejor, este suele virarse al revés, pero luchamos por enderezarlo, sí, entre todos los seres humanos.