De empujones y resabios

Repaso no occidentalizado de un conflicto de sello definitorio y definitivo


¿Se está consciente en todas partes y por todas las partes de a dónde puede ser arrastrada la humanidad por intermedio del hegemonismo desbocado de aquellos creídos que llevan la marca divina de regidores globales? No sé. O mejor dicho: sí sé lo que piensan y modelan algunos, como también lo que otros no están dispuestos a admitir y aceptar.

Rusia va a ser sensata sin dejar de ser firme, porque todo tiene un límite. / actualidad.rt.com

Conozco que los límites no son eternos, y que el fuego que se atiza en búsqueda de tronos absolutistas con rótulo Made in USA, ni es nuevo, ni obedece seriamente a peligros externos exacerbados mediante un complejo mediático que justifica lo inadmisible entre aquellas materias grises atrofiadas a tal grado como para creerse que lo blanco es negro y asumir que dos más dos es cinco.

Es una lástima, porque más allá de inclinaciones y tendencias, la lógica con la que se supone fue dotada nuestra especie termina convertida en un producto amorfo y cuasi sobrante, donde la fertilidad sucumbe entre los guijarros que algunos le interponen.

Y lo que viene aconteciendo con Ucrania hasta llegar a nuestros días no es inédito ni impensado. Simplemente responde a esa malévola y trucada concepción de vida y hacer, donde intereses egoístas de corte sectario y elitista, convenientemente transformados en una mítica figuración y doctrina social, política y económica, solo admite sus cánones muy propios, elevados incluso a la falseada categoría de mandatos divinos propios de seres elegidos por la Providencia.

Estructura subjetiva que además se categoriza y se pone en práctica como “derecho y deber”, desde la masacre de su población indígena y el despojo territorial violento a vecinos o poderes foráneos asentados en los prados ambicionados por la “nación”, hasta el oportunismo global como para meter la mano en conflictos de otros cuando las probabilidades de provecho propio son más rentables, y el hacer uso de cualquier medio para concretar el privilegiado fin de empotrar sus benditas asentaderas sobre las espaldas del resto del planeta.

De Ucrania

Dado el contexto de marras convertido en escenario y telón de fondo contemporáneo, hay que indicar sin dilaciones que el actual azaroso y explosivo conflicto militar contra Rusia a través de Ucrania no es más que parte, consecuencia y extensión de añejos trasiegos ligados a esa lucha de la primera potencia capitalista por el poder mundial.

No hay que ir lejos. Basta un repaso somero a las cábalas del ex consejero de seguridad norteamericano de origen polaco (y ya a la diestra del Señor) Zbigniew Brzezinski, cuando luego de derruida la Unión Soviética persistía en el viejo empeño de que USA domeñase Eurasia como garantía de ascensión al podio universal, y en atajar por cualquier medio, y de forma indefectible, la reorganización o surgimiento de otros “poderes” mundiales (rojos o no) capaces de hacerle sombra o convertirse en opositores.

Viejo zorro al fin, fue de los que intentaron privilegiar la “absorción” de la nueva Rusia  por el universo occidental (con los frenos y  límites correspondientes, desde luego), de manera de neutralizar a los llamados “nostálgicos” internos u otros políticos aún con miramientos con respecto al desmontaje del socialismo y hasta tildó de “oportunidad perdida” en ese devenir el giro que Washington comenzó a dar en1993 en materia de expansión de la OTAN hacia el Este, a pesar de la palabra empeñada a Mijail Gorbachov de que aquello no sucedería jamás.

Un vuelco expansionista este último que cobró el pleno perfil de “hoja de ruta” y agresividad redobladas en l996, y que incentivó las tensiones actuales, incluidos el rechazo definitivo de un Kremlin –ni bolchevique ni comunista– renovado bajo la égida de Vladímir Putin, el golpe fascista en Ucrania en 2014, tutelado en vivo y en directo por Victoria Nuland, con la subsiguiente represión contra el Donbás y el inicio de la ineludible Operación Militar Especial rusa que se extiende hasta hoy, cuya efectividad a dos años de ejecución ha  desatado la furia extrema de la OTAN y el intento de tomar represalias cada vez más violentas y, por tanto, susceptibles de provocar incluso un holocausto nuclear.

Un ahora complicado

Un peculiar Zelenski, a bordo de la cabina de un prometido F-16. Anonadado, con espasmos, o vaya usted a saber. / latamnews.lat

No lo dice este autor a miles de kilómetros de las bombas y la metralla. Lo acaba de afirmar el canciller ruso, Serguei Lavrov, cuando justo se escriben estas líneas: la OTAN está tensando la cuerda a términos inaceptables, al punto de que Moscú se vería obligado a llegar a un ultimátum nuclear en defensa de su irrenunciable integridad y existencia independiente.

Saben en el “Occidente colectivo” que una victoria rusa en Ucrania es el fin del hegemonismo de aquellos que quieren seguir haciendo girar el Mundo según su parecer y conveniencia, y no admiten aceptar un cambio de esa magnitud y dar paso a una época de equidad, respeto y vínculos beneficiosos para todos los pueblos del orbe.

Y en la esfera militar, se está llegando a extremos que no pueden quedar sin respuesta. El régimen de Kiev espera ahora los envíos prometidos de F-16, de manufactura norteamericana, para su demolida fuerza aérea, naves que la OTAN utiliza desde hace mucho como portadoras de armas nucleares y que se le entregan para que disponga de ellas a su gusto, aun cuando se conoce que no tiene personal entrenado ni pistas adecuadas, y que no será poco el personal otanista que las tripulará y designará sus misiones en la profundidad del territorio ruso.

De hecho, también hace apenas horas, se supo que los misiles hipersónicos rusos Kinzal borraron literalmente del mapa un complejo bélico ucraniano en Yavorov, región de Lvov, a poco más de quince kilómetros de la frontera polaca, donde perecieron cientos de asesores otanistas que debían dirigir la acción de los acariciados F-16, con la variante de que las naves saldrían de Polonia, repostarían en la ya inexistente instalación, y seguirían ruta al Este profundo en busca de sus presas.

En pocas palabras, Ucrania sería mero tránsito en una acción armada de la OTAN contra Rusia con portadores de armas atómicas.  Una opción que se une al edicto, en ese mismo sentido, del gobierno de Dinamarca de remitir esos aviones a Kiev y autorizar al hoy usurpador del gobierno ucraniano, el señor Volodímir Zelenski, a lanzarlos sobre cualquier punto dentro de la geografía del gigante euroasiático, a sabiendas de que quien mata la vaca es tan culpable como quien le amarra las patas.

Mientras, y por lo menos hasta que se escriben estas líneas, Washington dice y se desdice en torno a la renovada y desatornillada bravata de sus escuderos europeos de la OTAN, tal vez, y no sería de dudar conociendo el paño, con el cálculo (otra vez malo) de que por tercera vez el Viejo Continente se convierta en escenario de una conflagración militar internacional, y que, destruidos mutuamente sus socios y sus adversarios del Oriente, y  Océano Atlántico de por medio, solo le reste repasar luego el campo calcinado en busca del botín. Aunque seguramente –y vale recordarlo– para entonces no habrá facturas por cobrar, porque nuestra especie, sin excepciones, sería cosa del pasado.

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