Dentro del ciclo homenaje a Jean Gabin en la reciente edición del Festival de Cine Francés en Cuba se exhibieron los filmes Un mono de invierno y Gran jugada en la costa azul, en los que también actúan Jean Paul Belmondo y Alain Delon, respectivamente
Por PEDRO ANTONIO GARCÍA*
Henry Verneuil fue un realizador con suerte. Siempre soñó con dirigir a su ídolo Jean Gabin y lo logró con El presidente (1961). Al año siguiente unió a este actor en Un mono en invierno con Jean Paul Belmondo, su futuro ícono, a quien tuvo como protagonista en seis filmes más. Lamentablemente, a pesar de la química establecida entre estos dos monstruos de la actuación en esa cinta, nunca hubo una segunda vez.

Precisamente, sobre Un mono de invierno, incluido en el ciclo homenaje a Jean Gabin presentado durante el XXVI Festival de Cine Francés en Cuba, recientemente concluido, trata la primera parte de esta reseña, complementada con el abordaje de otro filme de Verneuiol, Gran jugada en la costa azul, en el cual reúne a este actor favorito suyo con el más famoso de los símbolos del séptimo arte francés, Alain Delon.
Albert (Jean Gabin) es el dueño de un hostal en un pueblo de Normandía, que tras 15 años de abstinencia vuelve a la vida aventurera y a los placeres del alcohol con la llegada de Gabriel, un fantasioso y soñador joven, que imagina ser un torero famoso y cuya presencia en el lugar se debe a la presencia de una pequeña niña internada en un colegio de las cercanías.
Para muchos críticos, cuando su estreno y hoy día en reposiciones recientes, constituyó una sorpresa la versatilidad mostrada por Gabin en esta comedia-drama. Olvidan su experiencia anterior en capítulos de sus inicios: Las alegrías del escuadrón (Les Gaietés de l’escadron, 1931, con Fernandel), y Adios hermosos días (Adieu les beaux jours, 1933), solo por citar dos ejemplos.
En cuanto a Belmondo, tampoco debemos asombrarnos, recuerden los lectores cómo salió airoso en El hombre de río y Tribulaciones de un chino en China, rodadas posteriormente a Un mono…; en ellos se entremezclan el género de aventuras con la farsa y la parodia, arrancándoles a los espectadores, si no la carcajada, al menos el placer de la sonrisa.
Bajo la segura mano de Verneueil, un maestro en la conducción de actores, ambas estrellas se muestran en su mejor forma, así como la totalidad de los actores secundarios. El guion de François Boyer y Michel Audiard, basado en la novela homónima de Antoine Blondin, abunda en diálogos bien cuidados, muy a tono con la atmósfera que el realizador intenta trasmitir. Y logra hacerlo.
La fotografía de Louis Page, como casi siempre sucede en el cine francés, es un eficaz soporte a la trama, y -al saciarse retratando con profesionalidad al pueblo donde se desarrolla la cinta- de paso deleita a los espectadores con bellas imágenes.

Y, entonces, ¿por qué se llama esta película así si no aparece ningún simio a lo largo de la hora y 45 minutos de duración? En esta página no se va a encontrar respuesta a esa interrogante, es necesario ver el filme y oír de labios de Albert (Gabin) cuál es la tragedia de Gabriel y su parecido con los monos en invierno.
¿El crimen no paga, según Verneuil?
Monsieur Charles (Jean Gabin) acaba de salir de la cárcel con la obsesión de dar un último y definitivo golpe para asegurarse una vejez en la opulencia. Contacta a Francis (Alain Delon), un joven compañero de prisión, que accede a trabajar con él. El objetivo es un casino en Cannes cuyas bóvedas guardan millones de francos. El plan es perfecto y todo sale bien, pero a la hora de recoger el botín en el lugar donde lo tienen escondido…
Siempre Verneuil tuvo en mente a Gabin para el protagónico del viejo delincuente en Gran jugada en la Costa Azul (Mélodie en sous-sol, 1963, titulada Any Number Can Win en EE.UU.). Sin embargo, su primera opción para el joven compinche fue Jean-Louis Trintignant. Afortunadamente Delon tomó cartas en el asunto y se hizo con el papel.

Es difícil imaginar al Jean Louis de aquella época diciéndole a una muchacha: “Si le doy una patada a una palmera caen cincuenta zorras como tu. A las putas, a medida que se acerca el invierno, les gustan más las pieles”. Pero en Delon, el perfecto “chico malo”, estas palabras se oyen de lo más normal y a la mayoría de las féminas, entonces y ahora, no les choca.
Verneueil y su fotógrafo Louis Page (sí, el mismo de Un mono en invierno) le sacan excelente partido a la prestancia de Gabin: por un lado, inspiradora de autoridad y mando, y lo denominado por un crítico de los años 60 “la mirada magnética y un tanto feroz” del entonces veinteañero Delon, quien hacía (¿aun hace?) suspirar a todas las pepillas. Ambos actores están muy bien, al igual que los secundarios, entre ellos, un español con título nobiliario, José Luis de Vilallonga (Grimp), que -por cierto- desarrolló una carrera fílmica no desdeñable.
El inteligente guion de Michel Audiard, Albert Simonin y el propio Verneuil llevó muy bien al lenguaje cinematográfico la novela The Big Grab, de John Trinian (seudónimo de Zerial Marko, autor de Scratch a Thief, y House of Evil y Scandal on the Sand, entre otros títulos). Page, profesional como siempre, nos deleita con bellas imágenes de Cannes cuando no se dedica a apuntalar la trama con perfectos encuadres.
Como sucede con Un mono en invierno, Gran jugada en la Costa Azul, sin pretender ser una obra maestra, se mantiene tan fresca como en el año de su estreno (incluso filmes de este milenio le deben muchos más de lo que podría imaginarse). Es fácil comprender porque para quienes estudian actuación ambos títulos siguen siendo “películas de culto”.
*Periodista y profesor universitario. Premio Nacional de Periodismo Histórico por la obra de la vida 2021.


















