Foto./ Reuters
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El eco del eco del eco

Grandes transformaciones ocurren desde que fue abierta la nueva ventana tecnológica, esa por donde entra mucha luz y, también, sombras


Vaya sueño que escuché, en el que Charlot, desaforado, apretaba teclas de una computadora hasta enloquecer. En la pesadilla, los actuales desafíos provocados por el auge de la inteligencia artificial (IA) dejaban pequeños a esos a los que se enfrentó el actor ante las cámaras, en una línea de producción fabril. La alienación que le generó emular con la maquinaria hizo que las entrañas dentadas de esta engulleran al hombre con su overol y sus herramientas.

¿Estaremos, con la IA, viviendo el preludio de tiempos parecidos a los derivados de la Revolución Industrial, la aparición de máquinas de vapor, el telar mecánico y las máquinas de hilar? Quien narró el sueño dijo que despertó antes de saber el final.

Los más entusiastas admiradores de la IA creen que se exagera el posible impacto negativo de la novedosa, si bien no tan nueva, idea. ¿Que si los robots convertirán a los humanos en rebaños, que si pensarán por nosotros a riesgo de llevarnos al despeñadero de las especies…? Los partidarios de la genial tendencia cibernética sostienen que es puro amarillismo, y puede que tengan razón.

Pero admiten, eso sí, que vienen cambios en los aspectos social, económico y político de la humanidad, como mismo ocurrió con la revolución industrial apenas saliera del útero, pues producción a gran escala es un objetivo que ambos sucesos comparten umbilicalmente.

Por tanto, ocurrirán, además, memorables secuelas sociales. Si bien no se subraya, tampoco se niega que la IA podría reemplazar a los humanos y dejar sin trabajo a muchas personas en un futuro cercano.

El mismísimo magnate Bill Gates, suerte de augur sin túnica que con frecuencia tiene que desdecir sus profecías tecnológicas, asegura que la IA «cambiará la forma en que las personas trabajan, aprenden, viajan, reciben atención sanitaria y se comunican entre sí».

Diez años atrás, sin embargo, el fundador de Microsoft consideraba que la inteligencia moldeada en ordenadores podría convertirse en una amenaza para la humanidad.

Hoy no dice eso, sino que será “tan importante como lo fue la PC o Internet” y, con respecto a las herramientas de la IA, piensa que las empresas se van a destacar dependiendo de “por lo bien que la utilicen”.

¿Es sólido el optimismo de Gates o se pasa de ingenuo? ¿Nos oculta algo o desestima que la IA dejará sin trabajo a unos 300 millones de personas del planeta en los próximos 10 años, según afirma un reciente informe de Goldman Sachs?

El propio ChatGPT, la herramienta que mejor se contonea en el entorno de IA, al preguntársele sobre qué trabajos y carreras universitarias van a desaparecer a causa de la irrupción de esa tecnología en el mercado laboral, enumeró a aquellos relacionados con la manufactura y el ensamblaje, la conducción de vehículos, los trabajos administrativos y de oficina, los cajeros y trabajadores de servicios al cliente, y los empleos en el campo financiero.

“La automatización en la industria manufacturera ha estado en marcha durante mucho tiempo, pero se espera que la inteligencia artificial y los robots autónomos asuman aún más tareas de ensamblaje». Esto tendría consecuencias y afectaría «la demanda de trabajadores en estas áreas», se sinceró la app como un niño sin maldad.

Sin embargo, eso demorará. De momento, el hombre oráculo ve una ventaja sustancial en las primeras empresas que lancen sus “asistentes personales”.

Estos futuros secretarios digitales estarán pensados para comprender las necesidades y hábitos de las personas, a fin de ayudarles a realizar un amplio abanico de tareas, por ejemplo, leer las cosas para las que no se tiene tiempo o cualquier esfuerzo intelectual agotador.

En espera de esta tecnología, señala el ricachón, las compañías seguirán destinando recursos para presentar soluciones basadas en IA generativa. De esas, ya campean ChatGPT, que dio el pistoletazo de arrancada, asi como Bing Chat de Microsoft y Bard de Google. Hasta Amazon se prepara para alimentar su sistema de búsqueda de productos con su propio bot de charla o chatbot.

Nos parecen futuristas los conversacionales bot (aféresis de robot), pero estas aplicaciones de software surgieron en la década de 1960 con el mismo fin de hoy: simular que se mantiene una conversación con una persona y proveerle respuestas automáticas, previamente establecidas por un conjunto de expertos a partir de entradas realizadas por el propio usuario.

Como cantaba el otrora otorrinolaringólogo Jorge Drexler, esto que está sucediendo es el eco del eco del eco… ¿También de la revolución industrial?

Nuevos continentes para viejos contenidos

Tantas alarmas se echan a volar, que parece no ser suficiente haberse automatizado tantos procesos en tareas rutinarias. De hecho, cada vez existen más hogares inteligentes que cuentan con asistentes virtuales basados en IA, como Siri, Alexa y Google Assistant, los cuales, con esa extraña dicción que pronuncia hasta las haches, facilitan la vida de las personas al realizar acciones tan cotidianas como encender y apagar luces o reproducir música.

La IA se afana, digamos, en aumentar la seguridad en los hogares al detectar comportamientos sospechosos y alertar a los propietarios, o ahorrar energía mediante termostatos inteligentes que ajustan automáticamente la temperatura preferida del usuario.

En materia de salud, la IA ha permitido mejorar la precisión del diagnóstico, el tratamiento y la atención del paciente. Oteando imágenes médicas, radiografías y otros análisis, detecta patrones y anomalías como no puede hacerlo el ojo humano, o mejorar la interpretación. Si algo no va bien, alerta al médico antes de que se convierta en una emergencia.

Hasta los bancos, tradicionalmente conservadores, le han echado mano a la IA en busca de mayor seguridad para las cuentas bancarias. Gracias a diversos algoritmos, la tecnología aprende sobre los hábitos de los clientes, a quienes ofrece recomendaciones para ayudarlos a ahorrar o hacer una buena gestión de su situación financiera.

Estos softwares son capaces de aportar mayor personalización y seguridad en las transacciones financieras, pues están diseñados para descubrir movimientos inusuales o fraudulentos que a una persona podrían pasarle por debajo de sus narices.

Los contenidos, diría lapidariamente el psicoanalista Jacques Lacan, son “el objeto causa del deseo” de los desarrolladores de aplicaciones de IA, ya sea para personalizar la oferta de sus productos (como las plataformas digitales de distribución multimedia o streaming que recomiendan series o películas a los usuarios según su historial de visualización y preferencias), o para ofrecer una experiencia con mayor inmersión y realismo en la industria de los videojuegos.

Este verano de sonados fuegos en varios bosques del mundo, causó sensación el estreno, en julio, de un nuevo software que emplea IA. Con este, el Departamento de Ingeniería Forestal y Protección de Incendios de California (Cal Fire), en colaboración con la Universidad de California en San Diego, puede detectar los siniestros antes de que ocurran, gracias a una red de vigilancia compuesta por 1 032 cámaras giratorias de 360 grados durante las 24 horas. Si identifica anomalías en las imágenes captadas, notifica a los servicios de emergencia para que comprueben si se ha iniciado un fuego.

La Universidad de San Diego, California, ha desarrollado una inteligencia artificial para detectar los incendios forestales en tiempo real. (Alert California AI / muycomputerpro.com)

De buenas intenciones

Una fogatica, aún insignificante, parece estar alimentándose en torno al universo de los contenidos “inteligentes” y solo es cuestión de tiempo saber si provocará gigantescas lenguas de flamas o solo humo en los ojos.

Y es que la IA puede emplearse para generar música, arte y hasta guiones de películas. No le basta con facilitarnos la vida: quiere ayudarnos a ser mejores.

Mas el sector editorial no se fía de tan buenas intenciones y anda erizado por la facilidad con que cualquier persona puede escribir un libro mediante estos asistentes y publicarlo en plataformas como Amazon.

No es para menos: títulos generados por ChatGPT, de muy escasa calidad y credibilidad, abonados con teorías de conspiración disparatadas, pobres en estilo y tremendamente aburridos, comienzan a colarse en los rankings de los libros más vendidos.

Amazon ha sido criticada por permitir la venta de libros generados por IA e, incluso, con contenidos y autorías pirateados. Ya se teme que cuando los algoritmos adquieran nuevas capacidades, los textos llegarán a tener suficiente calidad como para que algunas editoriales puedan producir series baratas para el consumo rápido, y prescindir de un autor.

Hollywood fue más lejos y propuso una IA que sugería que los artistas de fondo fueran escaneados, recibieran su remuneración por un solo día de trabajo y concedieran a las empresas la propiedad total sobre la imagen y la semejanza. A la vez, el streaming parece violar los derechos autorales de guionistas y actores. Las huelgas que estos hechos han motivado pudieran avivar el incendio definitivamente.

Al parecer, los abogados de los creadores tendrán mucho trabajo cuando la inteligencia artificial comience generar comercialmente música, arte y hasta guiones de películas./ Bing

La industria musical no se queda atrás y de la mano de aplicaciones que imitan y clonan voces de cantantes, las firmas Universal Music –discográfica de artistas como Taylor Swift o Coldplay– y Google ya negocian crear una herramienta para generar piezas con IA.

Dicho sea de paso, Google ha presentado una IA generativa para ayudar a los periodistas a crear titulares y noticias. Es decir, los lectores, las lectoras y quien redacta estas líneas, tal vez están ante uno de los últimos textos hechos con neuronas reales y yemas dactilares.

Vaya suerte la del eco del eco, que no se desvanece ni en tiempos modernos. Como el dolor del Chaplin en ese filme homónimo donde estampó por primera vez su voz y por ello no dejó de ser silente, aunque hoy se considere la última película muda de la historia.

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Un comentario

  1. Una vez más todo depende del uso que se le dé. La energía atómica, la tv. Internet, etc., etc. son buenas «herramientas» hasta que sus amos les dan una utilidad distinta a la que se pensaba en un principio, una utilidad para la que no fueron pensados /creados. Opino que al final, en la sombra, lo que les importa a esos dueños y sres. no es sino el ganar mucho dinero, previa venta muy manida de los productos mismos a través de los medios que dominan y manejan.
    Al margen de ello, muy buen trabajo sr. Toni Pradas.

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