Trump reescribe las reglas: Washington mira por sí mismo y abandona a Europa frente al espejismo de su propia propaganda belicista
Las negociaciones entre Rusia y Estados Unidos sobre Ucrania abren una grieta en la unidad occidental de los últimos tres años, caracterizada por el apoyo a Kiev y una retórica beligerante contra Moscú. Estas conversaciones pueden calificarse de históricas en medio de una atmósfera occidental de rechazo a toda voz de alto al fuego, a las muertes y destrucción que acarrea un conflicto.
Por lo pronto, los debates tienen consecuencias para los diferentes actores que tuvieron participación estrecha en la contienda.
¿Qué implica para la Unión Europea?
Los diálogos representan un duro golpe a la postura belicista europea. ¿Cómo queda ahora quién tomó parte activamente en el enfrentamiento bajo órdenes de Washington y llevó al extremo la victimización de Ucrania? A las élites políticas occidentales no les quedará más remedio que esconder la humillación.
Las relaciones entre la actual administración estadounidense y sus socios del otro lado del Atlántico no son ahora las mejores. De estos últimos se oye resistencia y hasta rebeldía, quedándose ellos solos como los únicos defensores acérrimos de la pugna. De ahí que Trump dijo darles un lugar en las negociaciones, pero solo tras la elección del nuevo gobierno alemán y con la condición de que este acate sus directrices.
Estados Unidos no hará concesiones a gobiernos aliados que no se adhieran a su política, algo que el próximo canciller alemán, Friedrich Merz, entiende, pese a su insistencia en enviar armamento como los misiles Taurus y mayor financiamiento. Sin embargo, los analistas descartan que logre imponer esta postura: una vez en el cargo, seguramente se adaptará a las exigencias del magnate neoyorquino.
La desconcertante expresión de Zelenski en el Despacho Oval refleja fielmente el estupor europeo ante esta dinámica. Los llamamientos histéricos a crear un ejército autónomo y otras bravatas retóricas no logran ocultar el pánico que recorre los pasillos del poder, conscientes de su dependencia estratégica.
¿Consecuencias para la Casa Blanca?
El gobierno de Joe Biden fue el diseñador y promotor de este enfrentamiento, pasando rápidamente su implementación a sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Los miembros de la coalición no solo asumieron el conflicto, mas bien lo intensificaron. Todo se desarrolló bajo el paradójico lema de un “Occidente beligerante en la sombra”, manteniendo una apariencia de no intervención directa mientras coordinaba las operaciones.
¡Ah, pero calcularon bien! Sabían que no estallaría una Tercera Guerra Mundial. Así pudieron participar mediante armamento, financiación y personal, todo camuflado como “ayuda humanitaria”, mientras Rusia tenía que aceptar con cabeza fría su situación desventajosa.
La estrategia de encender conflictos para que sean librados por otros es una especialidad estadounidense. Este modus operandi, perfeccionado a través de múltiples intervenciones desde Somalia hasta Siria, pasando por Afganistán, Irak y Libia, refleja un patrón de su política exterior.
Ahora el nuevo régimen de Trump pretende liquidar esta guerra heredada. No será tarea fácil; requerirá un acercamiento a Moscú basado en el respeto mutuo, en un entorno político donde la rusofobia sigue siendo moneda corriente entre las élites occidentales.
¿Qué significará para Kiev?

Ucrania tuvo momentos de gloria al ser vista ante la opinión pública internacional como país “afectado” de la operación rusa. Realmente su población fue víctima de esta guerra innecesaria, no así sus gobernantes. Su presidente, Volodímir Zelenski, era recibido con honores en occidente, y gozó hasta hace poco de cuantiosa ayuda.
Su personaje encajaba perfectamente en el tablero geopolítico. Paradójicamente, mientras el país perdía miles de vidas diarias, su círculo cercano encontró oportunidades para lucrar, según indican denuncias sobre desvío de fondos y tráfico de armas. Hoy su imagen está deteriorada. Sin embargo, unas eventuales elecciones en Ucrania difícilmente resolverán problemas estructurales. Cualquier élite que acceda al poder de seguro mantendrá el curso belicista. Condicionada por el respaldo europeo, continuará mostrándose incapaz de aportar seriamente a la paz.
¿Y para Rusia?
Contrariamente a la narrativa predominante en occidente, Vladímir Putin buscó activamente evitar un conflicto armado con el territorio vecino. Durante meses, exploró todas las vías diplomáticas, incluida la propuesta de un Tratado de Garantías de Seguridad ignorado por Washington.
Rusia asumió la responsabilidad política de iniciar las hostilidades mediante su operativo militar y con la aceptación de la región del Donbáss, a pedido de sus poblaciones. En el campo de batalla se mostró superior e invencible, no contra un enemigo diminuto militarmente, sino con una alianza de treintena de países de la OTAN.
El desafío se complejizó con paquetes de sanciones económicas sin precedentes, aislamiento internacional, persecución legal contra sus autoridades, exclusión de eventos globales y operaciones encubiertas, sumado el congelamiento de activos rusos en el exterior.
Es aún muy temprano para pronosticar en qué dirección llevarán las negociaciones de paz y cuánto tiempo tomarán hasta llegar a la firma definitiva. Hay claras señales de que Washington persigue su pronta firma y cualquier cambio significativo de rumbo o muestra de debilidad sería políticamente inaceptable.
2 comentarios
EEUU manda al mundo y hace lo que considera que es correcto para mantener la Paz, aunque cueste entenderlo. La UE, Israel, India y Japón, son sus aliados naturales. Así, nada que temer por el presente siglo.
Rusia invicta apuesta por una paz segura.