Ya está en el país un primer despliegue de 400 agentes extranjeros que apoyarán a la policía local contra la violencia de pandillas
El ex primer ministro haitiano, Ariel Henry, viajó a Kenia en marzo pasado para puntualizar el envío de un contingente policial de la nación africana que ayudaría a controlar el orden civil en el empobrecido punto caribeño.
Con su salida, se desató el caos en el país y, tras una fuga masiva de reos aupados por violentos y peligrosos grupos armados, estos controlaron amplios territorios en la capital, Puerto Príncipe, obligaron al desplazamiento de decenas de miles de ciudadanos y asesinaron a cerca de cuatro mil personas.
En medio de toda la catástrofe, obligaron al premier a renunciar y sembraron el terror, que se mantiene hasta hoy, sin que la policía y las autoridades locales puedan controlarlo.
Aunque el panorama hizo dudar a la misión keniana, que en un principio se retractó de enviar los efectivos, esta semana llegó a Haití el primer despliegue de oficiales de policía como parte de la misión de paz impulsada por las Naciones Unidas.
Según trascendió, un primer despliegue, de 400 agentes de refuerzos sometidos a un riguroso entrenamiento, apoyará a los agentes locales del orden contra la violencia de las pandillas.
Si bien el propio Ariel Henry pidió la “misión de paz”, Estados Unidos metió su mano interventora en su bolsillo y sacó lo suficiente para pagar a Kenia por sus refuerzos. El Consejo de Seguridad aprobó luego el contingente, pero con la abstención estratégica de China y Rusia.
Washington aporta logística, inteligencia y decenas de contratistas para asegurar la operación de paz, y desembolsará millones de dólares, entregará helicópteros y carros blindados. Además, facilitará la inteligencia de la CIA y el Pentágono para entrenar a los dos mil que completarán el grupo, aportados por otros países de África y América Latina, entre ellos Chad, Bahamas, Bangladesh, Barbados, Benin, Surinam y Jamaica.
Aunque pudiera tener una razón virtuosa, la operación es abiertamente criticada dentro y fuera de la nación haitiana, dado el historial de abusos contra la población local de representaciones de paz anteriores y el lastre que el intervencionismo dejó en Haití.
Desde la primera ocupación militar de Estados Unidos, entre 1915 y 1934, hasta la última tarea de los llamados cascos azules —la denominada Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) — nada fue tan humanitario para Haití.
A esta última misión ¿humanitaria? le constan un rosario de ejemplos de violaciones, abusos y hasta la introducción de una devastadora epidemia de cólera.
Complicado historial de la Minustah
La llegada de la Misión Multinacional de Apoyo a la Policía Nacional de Haití es para muchos un viaje al pasado que les recuerda atrocidades cometidas durante el primer ejercicio, que se prolongó desde el año 2004 hasta el 2017.
Un estudio de la revista International Peacekeeping reveló que más de dos mil mujeres haitianas, muchas de ellas menores de edad, sufrieron abusos sexuales y violaciones.
De muchas relaciones, consentidas, pagadas o abusivas, nacieron cerca de 265 niños, los cuales son conocidos de manera despectiva como los “petit minustah” o “bebés casques bleus”, que en castellano significa pequeño minustah o bebés cascos azules.
De acuerdo con la investigación, los enviados de la ONU violaron incluso a niñas de apenas 11 años y se reportan casos de soborno con unas pocas monedas o un plato de comida.
Las denuncias involucraron directamente a soldados de distintos países, pero los más mencionados fueron efectivos de Uruguay, Brasil, Chile y Argentina, en ese mismo orden.
Según recalcó el informe de Peacekeeping, varios testimonios evidenciaron que en la mayor parte de los casos no se trató de sexo consentido, y dejaron, además de embarazos no deseados, contagios de VIH/sida y otras enfermedades de transmisión sexual.
Otro de los efectos ¿humanitarios? de la presencia de tropas extranjeras en Haití estuvo relacionado con el brote de cólera desatado en 2010, por el cual murieron más de nueve mil personas.
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos constató que soldados de Nepal contagiados llevaron la enfermedad al país caribeño.
La bochornosa historia de la Minustah regresa para reforzar la incertidumbre social que genera la presencia de tropas extranjeras en Haití, donde existe un sentimiento anticolonial compartido por muchos.