Inicios seductores y finales contundentes

Valoraciones sobre esta exigencia que crecerá durante el sofocante verano en los públicos ansiosos por ver nuevas propuestas cinematográficas y audiovisuales en las pantallas grandes y pequeñas


Leerse y releerse quizás sedujo con frecuencia al Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez. / eltiempo. com

“Quiero que me cuenten relatos interesantes, atractivos, disfrutables. Tampoco añoro el acomodo en la zona de confort; la quietud predecible aburre. Lo perfecto no existe ni en la vida “real””. Estos y otros reclamos abundan por doquier; pues surgió un nuevo perfil emergente, el ciudadano usuario de los medios de comunicación; se caracteriza por ser participativo como productor-consumidor de contenidos en redes y las pantallas grandes y pequeñas.

 

La era de la información revoluciona a las sociedades, artefactos y tecnologías influyen en el ser y el quehacer cotidianos. Él verbo contar y su polisemia son significativos. La industria cultural tiene en los audiovisuales poderosos instrumentos financieros; las personas quedan atrapadas debido a seducciones impuestas por su avalancha de productos digeribles en provecho del ocio y el mero entretenimiento.    

Durante el sofocante verano espectadores heterogéneos esperan del cine y de la televisión “algo” nuevo que los haga gozar y sufrir sin manipulaciones y violencias. Los más avezados son conscientes de la integración multimedia; beneficia los universos simbólicos y las narrativas transgresoras en discursos cinematográficos y audiovisuales.

¿Hacia dónde van las crecientes expectativas? Tal vez hacia el deseo de solucionar conflictos mediante el análisis sobre nosotros mismos. No quedarán a un lado los usos de blogs, Facebook, Twitter, Youtube. La competencia es dura, diaria, constante, poco afectiva. Cada individualidad exige procederes; malabares de mentes y razones sin dominar los excesos.

Pensemos, saber contar no se improvisa. Defender la verosimilitud, las jerarquías artísticas, los modos de construcción y ejercicio de la ciudadanía exige asumir procesos investigativos, dramatúrgicos y de puestas en pantalla por los equipos creativos.

Dar la cara para conocernos y reconocernos mejor. / sololiteratura. com

Esta certeza suele olvidarse en la práctica donde se concreta el criterio de la verdad. Tengamos presente un razonamiento del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez: “Es fundamental una escuela para formar cineastas; los estudiantes saben qué historia desean contar, pero no saben cómo organizarla, y eso sí se aprende”.

Inicios seductores y finales contundentes responden a claves dramáticas sobre las que descansa o crece el relato. Revelar la parte oculta de un iceberg demanda plantear esperanzas, laberintos, salidas impredecibles. El arte se realiza cuando los implicados en la narrativa ficcional aprovechan las posibilidades infinitas del verbo contar: lo necesitamos tan frondoso como la historia lo requiera.

Nunca es mucho pedir en nuestras telenovelas, series, cortos, telefilmes, lo que exigía Jean-Luc Godard para el buen filme: “Un pensamiento, un pensamiento, un pensamiento”.

Responder a preceptos de formatos y estéticas no significa repetir soluciones consabidas, escenas de escaso valor artístico y humano, desbalances actorales, deficientes direcciones fotográfica y de arte.

Seguramente, el equipo de la telenovela cubana Regreso al corazón (Cubavisión, lunes, miércoles y viernes, 8:45 p.m.) asumirá el pensar protegiendo la legitimidad de la imagen y la escritura en el discurso telenovelesco.

De vuelta a García Márquez, meditemos; tal vez él se leía y releía, después actuaba en consecuencia tras el análisis de su amor en tiempos del cólera sin inocencia aparente, aunque en lo más íntimo estuviera deseando ese sentimiento y la felicidad “perfectas”. Así suele ocurrirnos en la vida “real”, ¿no?

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