Las Pascuas sangrientas

Las pascuas sangrientas
Esa vil operación de asesinar a 23 jóvenes de las actuales provincias de Holguín y Las Tunas, constituyó un duro golpe para el movimiento revolucionario. Foto: autor no identificado

Según testimonios de criminales de guerra batistianos, juzgados por los Tribunales Revolucionarios tras el derrocamiento de la tiranía, el 22 de diciembre de 1956 el siniestro coronel Fermín Cowley, jefe del regimiento de Holguín, explicó a sus subalternos las órdenes precisas del general Fulgencio Batista para eliminar a la oposición en el norte del oriente cubano: “Los presos causan muchas molestias: cogerlos, cuidarlos, llevarlos a juicio, los muertos son más económicos”, dijo.

A la noche siguiente, el guardajurado Proenza, quien vigilaba a Rafael Orejón desde esa mañana, detuvo al joven revolucionario en la garita de la Nicaro Nickel Company y le disparó debajo de la garganta. Con esta muerte comenzaba una serie de ejecuciones extrajudiciales que el pueblo denominó Pascuas Sangrientas.

A Pedro Díaz Coello, máximo jefe del Movimiento 26 de Julio en Holguín, lo detuvieron esa noche. Apareció ahorcado de un árbol. Según la autopsia, ya era cadáver cuando lo colgaron. A dos de sus interlocutores en un breve encuentro por la tarde en el café Vista Alegre, Luis Peña y William Aguilera, los mataron a punzonazos y arrojaron sus restos en el estadio del Liceo Park.

Loynaz Echevarría, veterano líder sindical azucarero y militante comunista, fue arrestado en su casa. Hallaron su cadáver en el camino a Cueto. Igual suerte corrió otro dirigente comunista, Jesús Feliú Leyva, quien apareció con señales de ahorcamiento, varios balazos en el cuerpo y el característico tiro de gracia. Pelayo Cusidó pertenecía al Partido Auténtico. Lo encontraron colgado de un árbol, con inequívocas señales de tortura.

Los esbirros fueron a matar a Mauro Esperance, pero al no hallarlo se llevaron a Telmo, su hermano, quien apareció muerto en un parque infantil de Banes. En su edición del 27 de diciembre de 1956, el periódico Norte informaba de otras muertes: Gilberto González, Papi, a balazos; Enrique Morgan, de un disparo en el cráneo; Enrique Casals, baleado en Curama (Tunas); Héctor Infante y Alejo Tomás, en Delicias; Antonio Concepción, cerca de Gibara; José Marcial Pérez, en San Germán…

En total, Cowley y sus hordas asesinaron a 23 cubanos entre el 23 y el 26 de diciembre de 1956. Muchos eran militantes del Movimiento 26 de Julio o del Partido Socialista Popular (comunista), aunque algunos, como Cusidó, integraban otras organizaciones políticas o carecían de militancia conocida, tal vez fueron víctimas de venganzas personales o de que los esbirros necesitaran alcanzar una cifra predeterminada de cadáveres.

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