Más allá de ciclones, un peligro silencioso

Mientras el occidente apenas contabilizaba los daños ocasionados por Rafael y el extremo oriente se recuperaba en difíciles condiciones de una tormenta tropical, varios territorios tuvieron que enfrentarse a una respetable furia sísmica

II parte de El parto de la previsión


La percepción del riesgo sísmico en Cuba difiere según la región. En la parte oriental del país, donde históricamente se han registrado los temblores de tierra más significativos, existe una mayor conciencia y preparación, así como una mayor experiencia enfrentando estos eventos, si se compara con otras zonas donde es poca o nula la ocurrencia de estos fenómenos.

La región sur-oriental de nuestro país se localiza muy cerca del sistema de fallas Bartlett-Caimán que es el límite de las placas de América del Norte y el Caribe, condición que hace a los expertos vaticinar la ocurrencia de un terremoto de elevada magnitud en un futuro no predecible.

Pese a las evidencias de esta vulnerabilidad sísmica, es un tema al que no se le otorga la importancia que amerita. Históricamente prevalece el imaginario popular de que son los eventos climatológicos, especialmente los huracanes, la principal amenaza que debe librar el archipiélago caribeño.

Nada más distante de la realidad y bien pueden dar constancia de ello los habitantes de los municipios granmenses de Pilón y Bartolomé Masó, donde a consecuencia del reciente enjambre sísmico, se registraron importantes afectaciones en viviendas: derrumbes totales, parciales y agrietamiento de paredes, así como caídas de postes que llegaron para complicarles más la agenda a la empresa eléctrica, entre otros infortunios.

La reciente sacudida, una ráfaga de al menos 8 000 temblores apreciables sin equipos o no, tuvo en el sismógrafo su valor más elevado en 6.7 en la escala de Richter el pasado 10 de noviembre. Esta dejó expuesta una situación preocupante en varias localidades, pues existe una baja compatibilidad en una serie de edificaciones y estructuras para enfrentar terremotos de moderada o gran magnitud.

Desde luego, muchas de estas fueron erigidas en épocas de menos conocimientos y conciencia sobre la vulnerabilidad y los riesgos ante desafíos de origen tectónico. A su vez, no todas contaron al nacer con los beneficios de las más modernas tecnologías constructivas.

El actual impacto negativo habla a las claras, en no pocos casos, de la contravención a la norma vigente en Cuba para construcciones sismorresistentes, la NC 46, de 2017, que establece los requerimientos básicos para el diseño y construcción de obras ubicadas en zonas de peligro sísmico.

En Pilón, principal poblado afectado por los sismos recientes, será posible no perder el sueño si se incrementan las valoraciones sobre las vulnerabilidades existentes. / RAFAEL MARTÍNEZ ARIAS / lademajagua.cu

Castillos de naipes

En Cuba, por lo general el estado constructivo del fondo habitacional es deprimente y un elevado por ciento de este se halla clasificado como regular o malo.

Digamos que la ciudad de Santiago de Cuba, la cual ostenta el triste récord de haber recibido el más destructivo y mortal sismo de nuestra historia testimoniada –sufrido el 3 de febrero de 1932, solo emulada su intensidad en esta ocasión–, más de la mitad de su planta arquitectónica se cataloga en estado regular o malo por los expertos. Pero el profano puede comprobarlo con una simple mirada desde la terraza del mirador del Balcón de Velázquez, una obra que se ha burlado de huracanes y terremotos desde el siglo XVI.

Hoy, muchas construcciones son fabricadas con el esfuerzo propio de sus habitantes y en ese ejercicio se violan normas y recomendaciones constructivas por falta de recursos, mano de obra calificada, supervisión de profesionales y exigencia de las autoridades. En otras palabras, “se construye con lo que se tiene y con lo que se puede, pero pocas veces como se debe”, como comentara el ingeniero geólogo Eberto Hernández Suros en entrevista realizada por el diario Granma.

Sumado a esta irrefutable realidad, existen construcciones centenarias que no reciben el mantenimiento correspondiente por el paso del tiempo, así como otras estructuras pendientes de demolición que, ante la ocurrencia de un sismo, constituyen peligros potenciales.

Lo cierto es que, aunque los sismos no pueden predecirse, sí podemos mitigar su impacto si se identifican y cuantifican a tiempo todas las vulnerabilidades, así como el de los posibles tsunamis asociados. Como mismo con los ciclones, debemos elevar las acciones de adaptabilidad a las emergencias sísmicas con toda la urgencia que se pueda cumplir y, también, con el mayor tino posible.

Es que no se debe apostar a la suerte de superar el hecho fortuito a manera de ruleta rusa, como aparentemente es un terremoto que logra colarse en los cintillos en los periódicos.

Este, se sabe, más que un tiro aislado puede ser parte de una metralla de movimientos telúricos, repleta de diversos riesgos y acumulativos efectos. De acuerdo con el doctor Bladimir Moreno Toirán, presidente del Consejo Científico del Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas (Cenais), los recientes terremotos podrían tener réplicas durante los próximos meses y “deben disminuir en la medida en que pase el tiempo”.

La promoción de una cultura sobre los sismos no solo implica educar a la población sobre cómo reaccionar, también asegura que las instituciones y las infraestructuras estén preparadas a la hora de enfrentar estos eventos. Por su importancia, debe constituir una prioridad de gobierno y no quedar relegada a un segundo plano: nos va la vida en ello.


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