Con cada órbita que la acerca, la sonda de la Nasa Parker Solar, que ya ha hecho historia en su misión hacia el astro rey, se enfrenta a un calor y una radiación desafiantes para brindar a la humanidad observaciones sin precedentes
Que la Tierra completara otra vuelta alrededor del Sol; que culminara un año y empezara otro; que fuera Navidad, Noche Vieja o Noche Buena… no fueron los únicos motivos por los cuales la comunidad astronómica (y científica, en general) celebró en diciembre último.

Un nuevo hito se registró en la historia de las misiones espaciales, cuando la sonda solar Parker, de la estadounidense Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), casi abraza a la estrella más cercana a nuestro planeta.
Al acercarse a 6,1 millones de kilómetros de la superficie del Sol, Parker logró la mayor aproximación alcanzada por un objeto creado por el ser humano.
Como dice el viejo refrán: “nada se logra de la nada”. La Parker Solar Probe (nombre oficial otorgado por la NASA) ha pasado los últimos seis años preparándose para este momento.
Desde su lanzamiento en 2018, la nave espacial utilizó siete sobrevuelos de Venus para dirigirse gravitacionalmente cada vez más cerca del Sol.
Con su último viaje, el 6 de noviembre de 2024 alcanzó su órbita óptima, la misma que, de acuerdo con la administración aeroespacial, llevaba a la nave a una distancia ideal del Sol cada tres meses: “Lo suficientemente cerca para estudiar los misteriosos procesos de la estrella, pero no demasiado para verse abrumada por el calor solar y la radiación dañina”.
Y es que durante el sobrevuelo exitoso del pasado 24 de diciembre la sonda debió atravesar la corona solar y su atmósfera exterior supercaliente, pero fue posible porque, aun con un peso de solo 50 kg, está equipada con tecnología de punta basada en ingeniería térmica para soportar condiciones extremas.
“La sonda y sus instrumentos están protegidos por un escudo compuesto de carbono de 11,43 centímetros de espesor, que puede soportar temperaturas que alcanzan casi 2 500 grados Fahrenheit (1 377 grados Celsius)”, explica la NASA en su blog oficial.
La propia empresa señaló que la nave, sin tripulación, se ha movido más rápido que cualquier otro objeto, alcanzando una velocidad de unos 690 000 kilómetros por hora. Para que se tenga una idea, sería el equivalente a volar desde la ciudad de Washington a Tokio en menos de un minuto.
Si ha llegado hasta aquí y todavía se pregunta cuál será la utilidad de tanta hazaña, le respondo: la misión proporcionará respuestas a preguntas que han intrigado a los científicos durante más de 60 años; ayudará a predecir los cambios en el entorno espacial que afectan la vida y la tecnología en la Tierra; y permitirá comprender mejor el Sol, su actividad, el clima espacial y el viento solar, entre otros fenómenos.
Buenas noticias
Una señal de radiofrecuencia, recibida a última hora del 26 de diciembre, confirmó que la nave había superado la misión sin problemas y que estaba operando con normalidad.

Hasta el momento, Parker solo ha transmitido que es segura, mas se espera que comience a enviar los datos e imágenes recopilados durante su sobrevuelo a finales de enero, cuando se haya alejado del Sol en su órbita.
Para entonces se esperan grandes resultados, como comprender y proporcionar una visión más clara de cómo influye el Sol en el entorno espacial, por ejemplo; o descubrir cómo las partículas energéticas se aceleran hasta casi la velocidad de la luz.
Otros de los objetivos científicos de la misión son entender mejor la naturaleza dinámica del campo magnético de la corona y el plasma del Sol, saber cómo influye en el entorno espacial, revelar cómo se calienta la corona solar hasta alcanzar temperaturas tan extremas y explorar qué acelera el viento solar (un flujo continuo de material que escapa del Sol).
Los datos recopilados por Parker Solar Probe podrían permitir también a los científicos comprender mejor las tormentas solares e, incluso, cómo predecirlas, a fin de proteger satélites y redes eléctricas en la Tierra. De igual forma, se busca indagar en los mecanismos que aceleran y transportan partículas energéticas.
La comunidad científica sigue de cerca cada avance de la misión y evalúa su relevancia más allá de la astrofísica, pues podría impactar en múltiples áreas tecnológicas.
«Al estudiar el Sol de cerca, podemos comprender mejor sus impactos en todo nuestro sistema solar, incluida la tecnología que usamos a diario en la Tierra y en el espacio, así como aprender sobre el funcionamiento de las estrellas en todo el universo para ayudar en nuestra búsqueda de mundos habitables, más allá de nuestro planeta natal», dijo Nicky Fox, quien dirige la Dirección de Misiones Científicas en la sede de la NASA en Washington.
“Parker se enfrenta a uno de los entornos más extremos del espacio y supera todas las expectativas”, afirmó por su parte Nour Rawafi, científica del proyecto de la sonda en el Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad John Hopkins, centro que diseñó, construyó y opera actualmente la nave espacial desde su campus en la ciudad de Laurel, en el estado de Maryland.
“Esta misión marca el comienzo de una nueva era dorada en la exploración espacial, acercándonos más que nunca a desvelar los misterios más profundos y duraderos del Sol”, agregó Rawafi.
“Los datos que llegarán desde la nave espacial serán información nueva sobre un lugar en el que nosotros, como humanidad, nunca hemos estado”, reafirmó el director de la División de Heliofísica de la NASA, Joe Westlake.
Tanto él como Fox y Rawafi confían en el éxito del proceso y tienen pruebas para hacerlo, pues los viajes anteriores de la Parker ya han ofrecido datos relevantes a los científicos.
Un viaje en la historia
Cuando la sonda pasó por primera vez por la atmósfera solar en 2021, descubrió que el límite exterior de la corona está arrugado con picos y valles, contrario a lo esperado.

La sonda señaló, además, el origen de importantes estructuras en forma de zigzag en el viento solar, llamadas «switchbacks«, en la superficie visible del Sol: la fotosfera.
Los sobrevuelos de Venus han documentado las emisiones de radio naturales del planeta desde su atmósfera, así como la primera imagen completa de su anillo de polvo orbital.
Podría decirse que se están reescribiendo los libros de texto sobre el funcionamiento del Sol gracias a esta sonda, a la cual ya muchos califican como un logro asombroso de innovación tecnológica y que ciertamente demuestra el avance sin freno de la industria aeroespacial, sobre todo desde hace algo menos de una década.
Desde que se lanzó el 12 de agosto de 2018 en la Estación de la Fuerza Aérea de Cabo Cañaveral, en Florida, la vista de todos los científicos de la misión ha estado puesta en la operación del pasado 24 de diciembre.
La nave ha completado un total de 21 aproximaciones al Sol hasta la fecha; también ha sobrevolado Venus hasta en siete ocasiones.
Lleva el nombre del astrofísico Eugene Parker, pionero en la comprensión moderna del Sol y quien desarrolló, a mediados de la década de 1950, una teoría matemática que predecía la constante salida de material solar del Sol.
Eugene falleció el 15 de marzo de 2022, a los 94 años. Pudo ver en marcha la misión nombrada por su propio legado. De hecho, devino la primera persona en presenciar el lanzamiento de una nave espacial que lleva su nombre. Los próximos pasos planificados, cercanos al Sol, se realizarán el 22 de marzo y el 19 de junio de 2025.
Terminará entonces su misión primaria de siete años, tras largas temporadas desafiando el calor y las ráfagas de energía solar y radiación, como no lo ha hecho ninguna otra nave espacial hasta la fecha.
La sonda Parker ha nacido para abrazar el Sol, y no cede en el intento.