Más que una pelea personal, es una lucha por quién controla la maquinaria del Estado
El imperio de Elon Musk, que incluye las compañías SpaceX y Tesla, recibió 38 mil millones de dólares en fondos gubernamentales. En medio de una disputa en línea, Donald Trump aprovechó para criticar los subsidios que recibe el CEO, como si se tratara de una novedad. Al mismo tiempo, sin embargo, impulsa recortes de impuestos para los más ricos y se beneficia personalmente de esas ventajas fiscales.
Como es de público conocimiento, el empresario sudafricano invirtió 277 millones de dólares en apoyo a la elección del republicano. Cuando el CEO de varias tecnológicas realizó esa inversión debilitó a las agencias reguladoras que supervisaban sus negocios y lo justificó en nombre de “ahorrar mucho dinero” al país norteño.
No obstante, el respaldo popular a Musk comenzó a erosionarse. En respuesta, se alineó con el establishment y promovió recortes en el empleo federal, con severas afectaciones a un sector que luego repudió sus decisiones. La caída en el valor de las acciones de Tesla tampoco ayudó a mejorar su imagen.
Trump parecía salir ganando: se retiraba del gobierno un personaje que generaba rechazo y constantes problemas. Sin embargo, el jueves la atención dio un giro inesperado, con la aparición de Jeffrey Epstein en escena. Musk publicó en X: “Es hora de soltar la verdadera bomba: Donald Trump está en los archivos de Epstein. Esa es la verdadera razón por la que no se han hecho públicos. ¡Que tengas un buen día, DJT!”.

Históricamente, la relación entre Trump y Jeffrey Epstein ha sido objeto de escrutinio. Epstein fue un financiero norteamericano que, hasta su muerte en 2019, enfrentó múltiples acusaciones por operar una red de tráfico sexual de menores. Él y el actual presidente fueron vistos juntos en eventos sociales durante las décadas de 1980 y 1990. Documentos judiciales y registros de vuelo mencionaron al político, aunque no existe evidencia pública que los relacione directamente.
Musk también dijo que el presidente hubiera “perdido las elecciones” si él no hubiera intervenido con sus cientos de millones y sugirió que podría “fundar un nuevo partido político”. Mientras, Trump lo trató de “loco” y amenazó con cortar los contratos gubernamentales con las empresas del multimillonario. Este conflicto entre dos figuras del movimiento MAGA (Make America Great Again), esencial para la victoria electoral, generó incertidumbre sobre el futuro del mismo.
Pese a que parezca la ruptura de la alianza entre dos narcisistas, no se debe olvidar el pragmatismo del presidente de los Estados Unidos y sus idas y venidas con otras figuras políticas y empresarios. Antes de las elecciones de 2016, Marco Rubio y Trump se calificaron de “repugnantes” y protagonizaron una serie de descalificaciones públicas. Nueve años después, son aliados cercanos.
Se trata de una pelea entre mafias empresariales por el control del Estado capitalista y sus recursos. En este sistema, el gobierno actúa como garante de beneficios corporativos: subsidia, rescata y financia a los grandes propietarios en tanto consolida su poder.