Ya es ley la reforma laboral del presidente de Colombia
Colombia tiene una nueva legislación laboral. Y no fue fácil. El presidente Gustavo Petro firmó la Ley 2460 de 2025, la tan esperada reforma laboral que durante casi dos años encontró toda clase de tropiezos en el Congreso.
Con ella se restablecen derechos que fueron recortados hace más de dos décadas, se dignifican las condiciones de millones de trabajadores y se afianza –por fin– una de las promesas centrales del gobierno del Pacto Histórico.
La ceremonia tuvo lugar en la simbólica Quinta de Bolívar. Allí, frente a centenares de simpatizantes, trabajadores y sindicalistas, Petro firmó una ley que fue hundida dos veces, negada sin debate, sobreviviente a vetos, apelaciones, marchas y hasta una consulta popular fallida.
Fue un camino tan político como legislativo, cargado de tensiones y acuerdos a medias. Sin embargo, el gobierno logró algo que parecía improbable.
En el Congreso, la reforma fue bloqueada desde el inicio. La comisión séptima de la Cámara la sepultó en 2023 sin siquiera debatirla. Petro insistió con una nueva versión, más moderada y a punta de negociaciones logró que avanzara, aunque pagando un alto costo: el recorte de artículos clave relacionados con el sindicalismo.
El Senado tampoco la puso fácil. En marzo de este año, volvió a hundirla sin discusión. Petro entonces jugó una carta audaz: convocar a una consulta popular.
Esa amenaza, que generó una ola de respaldo ciudadano, obligó al Congreso a mover sus fichas. Revivieron la reforma y, en una jugada política sin precedentes, archivaron la consulta. El mensaje fue claro: preferían legislar antes que entregarle al primer presidente de izquierda en Colombia una campaña anticipada en clave plebiscitaria.
La ley aprobada representa una transformación importante del modelo laboral colombiano. Redefine los contratos a término fijo, amplía los recargos nocturnos, reconoce derechos laborales a los aprendices y formaliza a miles de trabajadores precarizados.
No es una revolución, pero sí una corrección histórica que devuelve derechos arrebatados y planta cara al abuso de la flexibilización laboral.
Petro, sin estridencias, ha recuperado el centro del debate social. Lo ha hecho con constancia, firmeza y, también, con pragmatismo.
Su figura, muchas veces atacada, encuentra ahora sustancia: una reforma concreta, con impacto real. Si bien no se puede ignorar que esta victoria llega en medio de un contexto político aún tenso, con la reforma a la salud y otras iniciativas fundamentales todavía estancadas en el Congreso. No hay garantía de que el mismo destino aguarde a esos proyectos.
La firma de esta ley es una victoria trabajada, no impuesta. Y si bien no resuelve todas las urgencias del país, marca un punto de inflexión en la agenda social de este Gobierno. A Petro le queda un camino lleno de resistencias, pero también la oportunidad de consolidar su legado reformista si logra destrabar las demás iniciativas aún archivadas.