Trabajando en La Habana con el estelar Andy Vargas. / BORIS LUIS CABRERA
Trabajando en La Habana con el estelar Andy Vargas. / BORIS LUIS CABRERA

“Por decir lo que pienso”

Conversar con un sabio como José Manuel Cortina es elevarse a otro nivel

Fotos. / Jorge Luis Sánchez Rivera


Tenía 17 años cuando una lesión le impidió seguir subido en el box. Jugó en la inicial con Vegueros un par de temporadas más. Su paso por el deporte activo fue fugaz. En cambio, la vida le tenía reservada una gran sorpresa.

Ha puesto a tino el brazo de muchos consagrados durante varias generaciones: Julio Romero, Reinaldo Costa, Rogelio García, José Ariel Contreras, Pedro Luis Lazo, Raidel Martínez, Danny Betancourt, Jesús Guerra y Carlos Yánez, entre otros.

Ha trabajado dentro y fuera de Cuba. Una pelota firmada por Mariano Rivera a quien, durante su trabajo en Panamá, inició en el pitcheo y que fue considerado luego el mejor cerrador de todos los tiempos en las Grandes Ligas, da fe de su crédito internacional.

El dorsal 42 que usó Rivera fue retirado de los Yankees de Nueva York tras el final de su prestigiosa carrera: cinco veces campeón de la Serie Mundial, 13 seleccionado para el Juego de las Estrellas, líder en salvamentos de por vida con 652, miembro del Salón de la Fama desde 2019 por votación unánime.

“Dicen que vale 800 000 dólares, pero se equivocan. No tiene precio, porque es mía. Él me la regaló”.

Así me dijo, sentado en la sala de su ventilada casa, el autor de Cortinazos: anécdotas de un apasionado del béisbol, un libro sin editorial. Por fortuna, con mucha luz natural, una suerte en tiempos de tantos apagones. Justo ahí tiene la Rawlingscon dedicatoria personal, en un improvisado altar, rodeada de fotos de familia y, aunque dice que nunca toma, hay botellas de bebidas alcohólicas que le han obsequiado.

Antes de visitarlo, le escribí por WhatsApp, pero de ello hablaré más adelante.

Cortina está pleno de ganas de seguir aportando.

Hay que contar con él

No quiero pasar por alto que Cortina es una gran persona. Lo supe por su manera de hablar. Lo hace desde el alma. Posee un incalculable conocimiento de béisbol.

Entrenó al staff de lanzadores del equipo Forestales entre 1973 y 1983. Laboró al lado del padre del pitcheo pinareño, José Joaquín Pando, y de otros maestros como Juan Ealo, Ramón Carneado y Conrado Marrero.

Su cultura es tan amplia que puedes hablar con él de cualquier cosa. Siempre se te hace ameno e interesante.

En la medicina deportiva posee una gran fortaleza. Aunque afirma no conocer nada de eso. “Solo sé lo que produce la fisioterapia en los planos musculares. Le doy un tiempo para que retornen a la normalidad y ahí empiezo con el fortalecimiento de la zona dañada. Solo he sido un buen observador”.

En 2023 recibió el Premio Especial por la Obra de la Vida José Yáñez Ordaz, que otorga el Inder a prestigiosos científicos vinculados al deporte.

Sin embargo, en varios momentos le han desplazado a un segundo plano. Tanto, que nunca ha integrado el cuerpo de dirección de un equipo Cuba. Así y todo, ha seguido trabajando con los lanzadores de cualquier parte del país, incluso, los de la plana mayor.

“Frank Abel Álvarez me llamó desde México. Quiere que sea yo quien le vea. Una lesión en el codo le impidió estar de refuerzo con el elenco de Las Tunas en la Champions League”, comentó.

Me puse en contacto con el lanzador pinareño y esto me dijo:

“Mi opinión sobre el profe Cortina siempre será la mejor. Es una gran persona, además de ser un gran entrenador. Todos los que hemos trabajado con él debemos estar orgullosos y agradecidos de tenerlo. Conoce muchísimo de béisbol, pero además de eso es un sabio, un libro abierto para la vida. Nos quiere a todos como sus hijos y nos defiende a capa y espada. Yo en lo personal siempre le agradezco cada aporte que me hace, tanto en la vida como en los terrenos”.

También contacté desde la distancia al industrialista Frank Herrera, de contrato en Italia, otro que le conoce de cerca: “El profe Cortina es un experto. Lo que más me llama la atención es que conoce a todos, incluso a los que nunca ha visto personalmente, pero sí los recuerda por alguna transmisión televisiva. Siempre está al pendiente, te requiere cuando ve algo que a su juicio no fue bueno y te lo hace saber inmediatamente. Trata por igual al que lo ha ganado todo y al que está empezando su carrera. Eso es algo que admiro mucho, no todos son capaces de desprenderse del éxito del otro. Habla con la verdad y de frente, es como el médico que diagnostica y receta, identifica la dolencia y te da la pastilla que quita de una vez el padecimiento. Le he dicho más de una vez que no es dueño de todo ese conocimiento, ya no le pertenece. Todos deberíamos tener un JMC (José Manuel Cortina) al lado”.

Conocimientos infinitos

Sus consejos parecen salidos de una enciclopedia. Aunque con tintes personales. No todo son ceros y unos. La inteligencia de Cortina no es artificial. Tiene tanto o más de sus vivencias. De la experiencia acumulada en sus 74 años de existencia.

“Cuando dejé de lanzar por la lesión, nadie pudo ayudarme. Entonces decidí explorar a fondo este mundo y salvar a otros”, explicó.

Días antes, cuanto le contacté en WhatsApp sin la certeza de que visitaría luego su hogar en la ciudad de Pinar del Río, le mandé algunas de mis dudas:

¿Por qué nuestros lanzadores tienen tanto descontrol? ¿Por qué en nuestras pequeñas ligas no se puede tirar curvas y fuera de Cuba sí? ¿Qué tiene que pasar para que un pitcher llegue a 90 millas?, ¿comer mejor, hacer pesas, o es más técnico el asunto?

Cortina fue certero y con una recta a 100 millas “rompió la pantalla de mi teléfono. Tardó solo unos pocos minutos en responderme. Y eso que había pelota a esa hora por televisión. Se jugaba la III Liga Élite del Béisbol Cubano: no se pierde ni un partido.

Con el regalo de Mariano Rivera.

Enumeró sus respuestas así, como muestro a continuación:

1- Nuestros lanzadores tienen tanto descontrol porque hace muchos años en Cuba le dimos el número 9 al pitcher, cuando los estadounidenses le dieron la posición 1.

Hoy, desde edades tempranas, queremos hacer un pitcher sin enseñarlo a jugar béisbol. Tienen que aprender a batear y fildear. Si a eso sumamos que no lanzan en práctica y tienen muy pocas horas de partido encima del box, imagínate.

2- Yo estoy de acuerdo en que los niños no tiren curvas, porque están en su segundo crecimiento. Por tanto, las inserciones musculares no están bien fortalecidas. Además, en los Estados Unidos hay lugares que no dejan, también por ese motivo. Pero hay algo muy práctico en los rompimientos. Se usan para engañar. Otra cosa que en Cuba se hace mal (en los adultos). Un buen cambio es más productivo para romper la sincronización del bateador. Te pongo un ejemplo: a Andy Vargas, en el proceso de rehabilitación, le enseñe a tirar un cambio. Fíjate el salto de calidad que ha tenido. ¿Te imaginas un niño tirando cambio? Fabuloso. Y su brazo no sufriría.

3- Escucha, cuando yo tomé de la mano a Frank Luis Medina, tiraba solo 82 millas. Hoy tira 94.

Ahora, ¿qué hace falta? Crear una correcta mecánica. Desarrollar las sensaciones propioceptivas para lograr un buen equilibrio dinámico. Luego tirar, tirar y tirar. Y también entender que para tirar se debe tener en cuenta la edad y el reposo. Saber trabajar las rotaciones de los hombros y fortalecer los músculos flexores para un drenaje ideal al soltar la pelota. Mucha disciplina y dedicación. Tener una gran memoria y estar concentrado en todo lo que haces. Escucha. Para hacer a un buen lanzador hasta la gorra debe estar correctamente puesta. Si no eres serio los resultados no salen.

–¿Qué recomienda para mejorar el pitcheo en Cuba?

–Primero debemos borrar el championismo y hacer un método de enseñanza. No medir al entrenador por ganados y perdidos.

“El béisbol debe ser como la escuela. A un niño de quinto grado no puedes enseñarle una ecuación de segundo.

“Eso yo lo hablé para que se tuviera en cuenta en la Estrategia del Béisbol Cubano y no me escucharon.

“Después debes tener una buena academia donde estén los mejores talentos, no solo de pitcheo, de todas las posiciones. Y jugar mucho. El béisbol es un deporte de habilidades que solo se logran en el terreno. En Cuba tampoco sabemos batear, porque una cosa lleva a la otra”, así finalizó aquella ciberconversación con José Manuel Cortina.

El encuentro

La Rawlings firmada por Mariano Rivera.

Puntualicé cada detalle escrito previamente. Le escuché atento. Una operación en sus cuerdas vocales le dejó dañada la dicción, pero no su mente. Ni mucho menos los oídos de quienes queremos escucharle.

Su café es tan bueno como sus anécdotas. Algunas son tan largas e interesantes como siete décadas de camino. Muchas tienen que ver con la Cuba actual y su enjambre de problemas del que no escapa casi ningún ciudadano.

Era una mañana de domingo. Me despedí para verlo apenas unas horas después en su palco del Estadio Capitán San Luis. Tiene una ubicación muy estratégica en la grada. Justo detrás del home. Capta cada movimiento de los lanzadores en primer plano. Hablamos de la calidad de algunos y las deficiencias de otros durante un juego de Pinar ante Santiago. Minúsculos, pero no menos importantes detalles técnicos.

Le agradecí de nuevo por su tiempo y quise llevarlo a la cuenta de tres y dos para ver si por fin le sorprendía con un rompimiento.

–¿Qué opina de una futura Liga Cubana Profesional?

–Lleva muchas cosas y lo más importante es su economía para llevarla a cabo. Es clave una buena preparación social desde los administrativos, hasta entrenadores y atletas.

“Creo que ayudaría a mejorar el nivel profesional de los atletas y de algunos entrenadores. Y también se jugaría un mejor béisbol. Hoy adolecemos del trabajo colectivo y no aplicamos el juego como debe ser.

“Por ejemplo, damos rolling al short y no corremos, dándonos por out, haciéndole el fildeo más fácil al rival. Damos fly y no pasamos de la primera mitad de home a primera corriendo.

“Con dos out, rolling hacia la derecha del torpedero, el que está en circulación se da por out también, quitándole la posibilidad de un infielder hit a su compañero.

“En fin, un saco de cosas que mejorarían con un sistema de ese tipo. Además, el mundo de hoy es todo profesional.

“Y cuando los muchachos van de contrato se dan cuenta de todo lo que carecen y tienen que hacer un gran esfuerzo para adaptarse”.

–¿Por qué no le escuchan?

–Por decir lo que pienso.

–¿Quién le gustaría para director técnico del equipo Cuba al Clásico?

–Cualquiera. El director no hace el equipo. Es el equipo el que hace al director.

Cortina la sacó del parque. Nunca imaginé esa respuesta. Y le volví a lanzar.

–¿Qué pasaría si le llamaran para integrar el cuerpo de dirección de un equipo nacional?

Entonces sus ojos brillaron como los de un niño cuando agarra por primera vez un bate. Creo que le hice regresar en el tiempo. No dudó en hacerle swing a la bola: “Iría corriendo, aunque no me gustaría quitarle el puesto a esos que trabajan bajo el sol”.

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