Valoraciones sobre un proyecto llevado a las pantallas televisual y cinematográfica que hace meditar sobre la sociedad en Cuba sin límites de edades o sexos
La existencia cotidiana de ningún modo es tranquila. Coinciden en ella razones; una pasión, otra devenida angustia, duda. Raras veces le bastan al ser humano, complejo de por sí. ¿Puede el universo mediático permanecer ajeno a dicho panorama? Imposible. Crecen las audiencias hiperactivas, incisivas, cambiantes, cuestionadoras. Lidera cierta dialéctica de la apropiación sustentada en la cultura, las tecnologías y el complejo proceso comunicativo. En las redes y los escenarios cotidianos aumentan barullos difíciles de comprender. El escenario mediático es un epicentro de interacciones y continúa siendo punto de referencia para la TV tradicional.
Pensemos juntos la revista Una calle, mil caminos, pues durante el verano cautivó a públicos de diferentes edades. Ocho telefilmes abordaron temáticas y conflictos de notable impacto en adolescentes, jóvenes y adultos; implican el dolor ante pérdidas irreparables, la culpa, el suicidio, las desventajas sociales. Sus honduras requirieron tratamientos científicos por expertos en diferentes disciplinas, creativos y lecturas críticas durante los actos de vernos en las pantallas de TV y cinematográficas.
Directivos, realizadores y espectadores suelen reconocer el sentido del lenguaje fílmico en la condición de verdad que necesita el medio televisual sin obviar el plano de evidencia y el ver fotográfico con toda la carga dramatúrgica implícita en una estructura sugerente desplegada durante visualidades no correctas; sino artísticas.
Desterrar los llamados dramatizados para concebir ficciones; el antiguo teleplay y darle paso sin retroceder al telefilme. ¿Siempre varía el pensamiento de quienes están enfrascados en comunicar desde nuestra propia perspectiva?
En la revista sabatina del verano, diferentes colectivos interiorizaron particulares puntos de vista, estéticas y concepciones dramatúrgicas al participar en un proyecto que requirió largos procesos de investigaciones, asesorías de expertos e indagaciones disímiles.
Esa labor difícil, pausada, dinámica en su avance, demanda disciplina, dedicación, aportes de los asesores Beatriz Roussó, Dely Fernández y Omar Fontes, y de la guionista y directora general del proyecto, Magda González Grau.
Precisamente, esas miradas plurales abrieron caminos al conocimiento y a los saberes. Guionistas y directores consagrados demostraron talentos y magisterios, también creativos jóvenes asumieron los desafíos de cómo contar una historia.
Hubo notables aciertos, entre ellos, los telefilmes Invisibles, de Amilcar Salatti y Magda González Grau, y Árbol negro, de los guionistas Charles Wrapner y María Isabel Nieblas, directora de la puesta. Ambos colocaron en la TV lo que muchos denominan temas tabúes, ¿existen? Todo se puede decir, la concepción de la sintaxis decide la perspectiva, el pensamiento a desarrollar y cómo hacerlo.
Algunos de los más jóvenes necesitan foguearse, desarrollar procesos investigativos, concretarlos en ideas novedosas y dramatúrgicas parlantes por su riqueza de contenidos y estéticas. No se improvisa el paso a paso necesario, los tránsitos de llevar adelante lo imaginado para expresarlo en narrativas ficcionales con buen gusto, exquisitez, y arte. Todo exige preparación, estudios, análisis; los apresuramientos violentan y frustran loables empeños.
Esta temporada de Una calle… propuso vías para contrarrestar la industria hegemónica del entretenimiento. Al privilegiar proyectos de códigos novedosos, valores formativos sin didactismo, jerarquías artísticas, buenas intenciones y deseos de transformar escenarios mediáticos, riquezas sígnicas, discursos verbales e icónicos dirigidos a las diversas audiencias.
Buena parte de las producciones patentizaron que el ejercicio creativo de la construcción dramática implica el constante manejo de los tiempos narrativos, de cada género dramático; conocer el valor en el relato de una acción subordinada –mal llamada subtrama; mantener el rigor del diseño visual, la densa introspección de actores y actrices, la cadencia, el tono al recrear personajes complejos como la propia vida.
Noveles intérpretes dan fe de la excelencia de la enseñanza artística y de su aprovechamiento. El asunto no es pasar por la escuela; sino asimilar lo aprendido en la academia. Nunca lo olvidemos, el deber ser se concreta en la práctica. Quien piensa: he llegado porque estuve bien en mi personaje, comienza un retroceso difícil de revertir.
Es imposible olvidarlo, filósofos y pensadores alertan sobre cómo la banalización amenaza con tragarse al mundo y ganarle la batalla a la inteligencia. En nuestra TV, de carácter público, la cultura debe protagonizar las emisiones sin omitir la polisemia del arte y el gusto estético; este se forma a partir de la niñez. Los destinatarios exigen lenguajes renovados en un mundo donde las transformaciones propias de la modernidad instauran diferentes tipos de relaciones sociales, incluso la cultura tecnológica ya la prefigura y de ella nuestra TV es un eslabón esencial en la producción de interacciones comunicativas.
La revista televisual Una calle, mil caminos planteó nuevas interrogantes; incluso incita, sí, en presente, a desarrollar temáticas y conflictos abordados en series por desarrollar. Asumirlos exige recursos, imaginación, deseos de hacer en beneficio del descubrimiento de tantos conflictos no resueltos, las ausencias, los pesares. En fin, de lo que no se habla y existe. Vuelven a las telenovelas y otras propuestas a temas manidos, ¿qué es preciso activar para seguir andando y ascendiendo? Meditémoslo.