A 60 años del ataque terrorista al buque Sierra Aranzazu ningún gobernante español se ha decidido a abrir una investigación sobre estos hechos
Por. / Pedro Antonio García*
En la mañana del 14 de septiembre de 1964, un marinero del carguero neerlandés P.G. Thulin, que navegaba por el canal de las Bahamas hacia el puerto de la ciudad de Baltimore, avistó en el horizonte una nave en llamas. Al comunicárselo al capitán, este ordenó enrumbar hacia el buque siniestrado e informara de ello al Servicio de Guardacostas de Estados Unidos, el cual prometió ayuda.
Cerca de las 10 de la mañana, el P.G. Thulin se aproximó a un bote salvavidas, flotaba apenas con unas 20 personas a bordo, dos ya fallecidas y seis en estado crítico. También llegaron al lugar cuatro torpederas cubanas de la Escuadrilla 26 de la Marina de Guerra Revolucionaria. El capitán Groendijk le comunicó al oficial al mando de las lanchas la necesidad de poner proa hacia el punto más cercano, el puerto de Matthew Town de la isla Gran Inagua (Bahamas) dada la gravedad de los heridos. El marino antillano estuvo de acuerdo y se quedó junto al buque averiado.
El P.G. Thulin arribó a Matthew Town a las 5:00 p.m. Un avión yanqui trasladó a los heridos –uno falleció horas después– hasta la Base Naval de Guantánamo. El resto de los sobrevivientes, algunos necesitaron de cuidados médicos, viajó al día siguiente a San Juan (Puerto Rico), donde fueron interrogados por funcionarios y agentes policiales españoles. Con sus declaraciones la prensa madrileña dio a conocer los hechos. Los medios de comunicación estadounidenses, en cambio, guardaron silencio.
Testimonios de los sobrevivientes
El Sierra Aránzazu navegaba por el Canal de las Bahamas hacia el puerto de La Habana, con un cargamento de 3 100 cajas de muñecas; formaban parte de una gran compra a fin de satisfacer la demanda de ese juguete básico entre las niñas cubanas por el Día de Reyes del siguiente año. Llevaba, además, bebidas, alimentos frescos y en conserva, con vistas a la Navidad de 1964, discos de arados, cartones de corcho, mangueras, conexiones para tuberías, tejidos y mantas.
Según declararon sus tripulantes, “el domingo 13 de septiembre, sobre la una y media de la tarde, un avión de reconocimiento sobrevoló el barco. A las 7:50 p.m., una lancha se aproximó por la popa, iluminando con sus reflectores el nombre y la matrícula del barco. Pasados diez minutos dos lanchas, una por babor y otra por estribor, se colocaron a unos50 metros y sin previo aviso comenzaron a lanzar ráfagas de ametralladora y disparos de cañón calibre 75mm sobre el puente de mando y los alojamientos de la tripulación con un evidente ánimo de cortar las comunicaciones y masacrar a los tripulantes. Alcanzados los depósitos de combustible, el barco se incendió y el capitán, Pedro Ibargurengoitia, herido gravemente, dio orden de abandonarlo”.
Cuando los marinos se aprestaban a arriar el bote de babor, “porque el de estribor estaba inservible por los disparos, nuevas ráfagas de ametralladora hirieron a otros tripulantes, algunos de gravedad como el tercer maquinista José Vaquero Iglesias. Agolpados los 20 hombres en un solo bote salvavidas los náufragos pasaron 12 angustiosas horas. En ese lapso fallecieron el capitán y el maquinista. El bote hacia agua y estaba estropeada la bomba de achique. Se aayudaron con cajas de galletas y zapatos.
“Hacia las 10 de la mañana del día 14 los náufragos fueron localizados y rescatados por el carguero P. G. Thulin. En el mercante neerlandés, mientras lo atendían, falleció el segundo oficial, Javier Cabello”.
La verdad se impone
En el sur de la Florida se difundió la falsa noticia de que los autores del ataque habían sido agentes del gobierno cubano para entorpecer las relaciones entre Washington y sus aliados. Similar estrategia se usaría 12 años más tarde cuando se produjo el atentado en pleno vuelo al avión de Cubana de Aviación en Barbados. Pero casi nadie lo creyó porque ya algunos terroristas de origen cubano habían alertado de la posibilidad de atacar a mercantes por comercializar con nuestro país.
La reivindicación por una organización contra-rrevolucionaria de la autoría de la agresión exacerbó aún más el enojo de los peninsulares. Hasta los sectores más ultraderechistas exigieron al generalísimo Francisco Franco una enérgica protesta. Por los canales diplomáticos, con absoluta discreción mediática, el ministro de Marina, almirante Pedro Nieto, demandó el 24 de septiembre por escrito un esclarecimiento de los hechos ante su homólogo yanqui Paul H. Nitze. Este le respondió que Estados Unidos no estaba ocultando nada. Años más tarde, el periodista Eduardo Martín de Pozuelo demostró el conocimiento del Buró Federal de Investigaciones (FBI), desde julio de 1964, de los preparativos en Miami de una operación clandestina para hundir un barco cerca de Cuba.
El 9 de octubre de 1964 los servicios de inteligencia estadounidenses entregaron sus conclusiones al embajador español en Washington: “Consideramos altamente probable que la agresión fue llevada a cabo por un grupo o grupos de exiliados cubanos”. Ante la animadversión provocada por tal acción criminal, la contrarrevolución cubana apeló a un subterfugio: todo había sido una confusión, no se quería atacar al Sierra Aránzazu sino al buque cubano Sierra Maestra.
Esa hipótesis se sigue manteniendo hoy por participantes en el hecho, como el terrorista contrarrevolucionario de origen cubano José Cal Cotta, quien afirmó: “Yo era el Oficial de Guardia a bordo del buque nodriza de operaciones de donde partieron las dos lanchas cañoneras protagonistas del ataque. Esperábamos al Sierra Maestra procedente de Las Canarias y coincidió que, en esa fecha y lugar de ataque, se encontraba el Sierra Aránzazu”.
Los historiadores navales Tomás y Julio Antonio Vaquero, hermanos de uno de los tres marinos asesinados, publicaron en el rotativo madrileño El País una refutación total de las afirmaciones de Cal Cotta: “Es difícil aceptar que la lancha que identificó al buque iluminando su popa pudiera equivocarse con su nombre y matrícula, y que cuando las dos lanchas atacantes se colocaron a unos 50/100 metros del Sierra Aránzazu no se hubieran percatado de su ‘error’.
“Además, ¿cómo es posible que quieran hacernos creer que con la información que contaban de la CIA pudieran confundir el barco español con el Sierra Maestra, cuando este había cruzado el Canal de Panamá el miércoles anterior con dirección hacia China? ¿Cómo fue posible confundir ambos barcos que tenían una significativa diferencia de tonelaje? El Sierra Maestra era cinco veces mayor que el Sierra Aránzazu”.
Retrospectiva desde 2024
Han pasado 60 años del ataque terrorista al Sierra Aránzazu. Ni el régimen franquista ni los mandatarios posteriores, desde Adolfo Suárez a Pedro Sánchez, se han atrevido a abrir una investigación. Cuando un juez o un fiscal amenaza con hacerlo, es víctima de una persecución política y siempre termina separado del sistema judicial.
Tal vez el mejor homenaje que se les ha podido tributar a los tres marinos asesinados aquel 13 de septiembre se hizo a semanas de su muerte, en el mismo 1964. Como consecuencia del incendio en el mercante español, muchas de las 3 100 muñecas fabricadas en la ciudad española de Alicante para las niñas cubanas quedaron chamuscadas, con un intenso olor a petróleo o simplemente convertidas en un pedazo de carbón.
De acuerdo con el testimonio de un periodista español, “los restos del cargamento fueron ordenados. Con las muñecas dañadas se recompusieron nuevas muñecas […] Aquellos ‘barbudos’, en el día de los Reyes Magos de 1965, llevaron juguetes a los niños más pobres del país. Los juguetes procedían de nuestra industrial Foia de Castilla (Alicante)”.
*Periodista y profesor universitario. Premio Nacional de Periodismo Histórico por la obra de la vida 2021.
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Fuentes consultadas
Los textos periodísticos: En memoria de Sierra Aránzazu, de Tomás y Julio Antonio Vaquero; El ataque al mercante Sierra Aránzazu, de Manuel Rodríguez Aguilar; A 50 años de un acto terrorista. El ataque al mercante Sierra Aránzazu, de Pedro Etcheverry, y El misterio del Sierra de Aránzazu, de Eduardo Martín de Pozuelo. Los libros The Castro obsession. U.S. covert operations against Cuba. 1959-1965, de Don Bohning, y Franco y Cuba. Estudios sobre España y la Revolución, de Manuel Antonio de Paz.