Uno de los temas recurrentes en las páginas de la revista BOHEMIA es la filatelia. La primera mención de este fascinante tema se encuentra en la edición número 17, publicada el 24 de abril de 1955, con motivo del centenario del sello postal en el país. Sin embargo, fue una década más tarde que se inauguró la sección de Filatelia, bajo la dirección de la Federación Filatélica Cubana. Este espacio, que permanece activo hasta hoy, ha sido enriquecido por la contribución de varios periodistas a lo largo de los años.
En homenaje a esta apasionante afición, BOHEMIA VIEJA propone recordar el artículo “El arte de diseñar sellos”, escrito por la destacada periodista Rafaela Chacón Nardí y publicado en la edición 30, el 26 de julio de 1974. Como de costumbre, se incluyen ilustraciones de algunas promociones que aparecieron en la contraportada de la revista.
EL ARTE DE DISEÑAR SELLOS[1]
Por. / Rafaela Chacón Nardí
I
La comunicación es una de las necesidades primordiales del ser humano. Y éste, desde su aparición sobre el planeta hasta nuestros días, ha tratado de satisfacerla por todos los medios.
Como respuesta a esta urgencia básica y a las relaciones determinadas por el nacimiento y desarrollo del trabajo, el hombre creó el lenguaje oral. Pero cuando intentó comunicarse con personas relativamente distantes no le bastó su voz. Y aguzando su inteligencia comenzó a utilizar otros recursos mediante los cuales haría saber que tendrían lugar acontecimientos tales como el inicio de combates aislados o guerras de larga duración, las campañas, el estampido de ciertas armas de fuego, las banderas agitadas en el viento o el resplandor de hogueras escondidas en lugares previamente convenidos.
La capacidad y la tenacidad humanas al servicio de este afán de acercamiento hicieron posible el desarrollo de las técnicas requeridas para la invención —entre otras cosas— del teléfono, la radio, el cine y la televisión.
Ahora bien, cuando se habla de comunicación no han de olvidarse, y merecen párrafo aparte, los alfabetos y los diferentes tipos de escritura creados por las gentes en diversas latitudes. Esos sistemas de signos gráficos han permitido expresar pensamientos e ideas y conservarlos así para conocimiento de las generaciones futuras.
A medida que fue en aumento el número de personas que sabían leer y escribir se incrementó el intercambio de mensajes y sus correspondientes respuestas. Y en cada país, poco a poco, fue organizándose el servicio de correos con vistas a atender esa necesidad social. Cuando se adoptó el sistema basado en el franqueo previo, hizo su aparición un elemento clave que a todos hoy en día resulta familiar: el sello o estampilla postal.
II
Como se sabe, en las primeras épocas la correspondencia debía pagarse en el momento de llegar a su destino y en no pocas ocasiones los que recibían una carta procedente de regiones apartadas no estaban en disposición de abonar lo que se les exigía por un servicio de evidente utilidad, pero un tanto costoso.
Esta situación cambió por completo gracias al sello postal, que tal como lo conocemos hoy (“independiente del sobre y adhesivo”) circuló por vez primera en Inglaterra en 1840.
Fue factor esencial y consecuente de la reforma iniciada en este país dos años antes y que dadas sus innegables ventajas se generalizaría en todo el mundo.
El sello simplificó notablemente el servicio de correos y, por ende, impulsó su desarrollo. Significó una verdadera economía para los usuarios que empezaron a pagar una tarifa reducida y uniforme al enviar sus cartas y no al recibirlas.
III
Se ha señalado con razón que durante el primer medio siglo de su existencia, al sello no se le exigió más que una función: la de franquear la correspondencia, cumplimentando así obligaciones postales específicas. Pero, con posterioridad, le fueron asignadas otras, entre ellas las de contribuir a sufragar los gastos que supone la realización de obras de beneficio social; ayudar a eliminar determinados déficits; desempeñar papel importante en la divulgación de hechos históricos, políticos, científicos y culturales (aniversarios de nacimiento o muerte de personalidades ilustres, campañas y eventos nacionales e internacionales, ejemplares notables de la flora y de la fauna, obras maestras de arte, artesanía, folklore, etc.).
La gran cantidad de estampillas postales que circulan en el mundo y la variedad temática que ofrecen las han convertido en verdaderos medios masivos de comunicación, elementos de educación por la imagen ampliamente difundidos.
Conviene señalar que desde el punto de vista de su elaboración el sello de correos es una obra colectiva. Debe verse como el resultado de una serie de esfuerzos coordinados; como un proceso que consta de varias fases. Nosotros vamos a referimos aquí a una de las más interesantes: la de su diseño, labor delicada que mucho tendrá que ver con la calidad artística que alcance.
IV
Hace algunos días conversábamos con Guillermo Menéndez, a quien se deben interesantes diseños de sellos cubanos emitidos después del triunfo de la Revolución.
El considera esta tarea como una de las más difíciles en el campo de la gráfica, porque “no se trata sólo de crear con austera belleza diminutos valores del Estado, sino de expresar todo un mensaje de modo directo, claro y artístico en un espacio de veras reducido”.
El diseñador de sellos —nos dice— ha de tener cultura general, disciplina, capacidad de síntesis… Pero, en Cuba debe estar además profundamente convencido de lo que la estampilla postal significa como vehículo de la cultura, la ideología, la evolución social y política de nuestro país.
Para Menéndez “el diseño de sellos postales es una actividad cuidosa, de etapas bien definidas y perfectamente enlazadas”.
La primera, tiene lugar cuando se le encomienda la tarea. Luego de reflexionar sobre la temática planteada (lo que en algunos casos implica una seria documentación) realiza uno o varios bosquejos y decide qué estilo —realista o estilizado— conviene utilizar.
Al bosquejo sigue la confección del boceto, en el cual aparecen los elementos definitivos (imágenes, texto, valor nominal), pero ya estructurados y al mismo tamaño que tendrá en el sello una vez impreso.
Después del boceto viene el diserto original, o sea “el dibujo definitivo que servirá para la reproducción” y un tamaño tres o cinco veces mayor que el de la estampilla.
El diseño original -para el sistema de reproducción indirecta conocido por offset- puede presentarse en una sola cartulina a todo color; o en varias, mediante la separación de colores. Esta última modalidad, aun cuando entraña un trabajo paciente, prolongado y minucioso, es la preferida por este diseñador, ya que facilita las fases ulteriores y garantiza la fidelidad cromática.
Implica “un original para cada uno de los colores que se vayan a emplear”. Dichos originales los traza previamente en papel vegetal o trasparente, donde, de acuerdo con los elementos a representar, hace los ajustes pertinentes y los transfiere con toda nitidez a las cartulinas, haciendo uso de las indispensables guías de escuadra que darán a su labor la máxima precisión.
V
Mientras observábamos a este creador manejando con extrema habilidad sus lápices y pinceles, y le veíamos plasmar un mensaje valioso con perfecto ajuste de imágenes y texto, pensábamos que el arte de diseñar sellos (arte menor según algunos) es digno del mayor de los respetos.
[1] Publicado en BOHEMIA, edición número 30, 26 de julio de 1974; páginas 30-33, sección Arte y literatura.