Por PEDRO ANTONIO GARCÍA
Muy joven, con poco más de 16 años, se involucró en la lucha revolucionaria y, a la vez, se inició en la labor periodística. A finales de 1931, para enfrentar a la tiranía machadista, surgió en Marianao el Sector Radical Estudiantil, integrado casi totalmente por adolescentes. Juan Manuel, uno de sus fundadores, contactó con el tipógrafo Francisco Quico Palau, quien tenía una modesta imprenta en ese municipio (calles 128 A y 66), con el fin de imprimir un periódico.
A Quico le gustó la idea y nombraron a la publicación El Radical, en la que el adolescente asumió la dirección y los editoriales. Editaron varios números, hasta que fue clausurada por la policía. Márquez siguió redactando proclamas, que él mismo distribuía, hasta que el 8 de abril de 1932 fue encarcelado y remitido al Presidio Modelo de Isla de Pinos.
Liberado en julio de 1933, se incorporó nuevamente al Sector Radical Estudiantil y redactó una Declaración Pública de la organización en contra del intento de conciliación entre el gobierno y la oposición burguesa que realizaba el embajador yanqui, Benjamin Sumner Welles: “Si aceptamos la Mediación, tendríamos que aceptar cualquier intromisión en el futuro y perderíamos toda fuerza moral para luchar por la abolición de la Enmienda Platt, como paso previo para la conquista absoluta de nuestra soberanía”.
Designado secretario general del Sector Radical Estudiantil, coordinó con su amigo Quico Palau la impresión de un nuevo periódico, Catapulta, en el que volvió a asumir las funciones de director y editorialista. En el primer número declaraba: “No abandonaremos nuestra pluma mientras no obtengamos la realización del programa revolucionario que nos impusimos al principio de la lucha, a no ser que la esterilidad de la misma nos demuestre la necesidad de medidas más radicales”.
Tal como pronosticó Catapulta, un golpe de estado perpetrado por Fulgencio Batista en enero de 1934 desalojó del poder a todos los ministros progresistas e instauró un régimen dictatorial. Juan Manuel lo calificó, en un artículo publicado en el semanario El Sol, de “retroceso revolucionario en nuestro desenvolvimiento histórico, porque es el viraje hacia una política partidarista huérfana de la ideología salvadora imperante en este momento”.
Meses después (octubre de 1934) escribió en esa publicación: “Aspiramos a la Revolución Popular bajo la hegemonía del proletariado y abogamos por la transformación del sistema político social, agregándole una plataforma económica que sería estructurada de acuerdo a las necesidades imperiosas de la Revolución”.
Como condenó en la prensa los desmanes y crímenes ordenados por Batista para reprimir la huelga de marzo de 1935, una vez más intentaron callarlo. Tras una implacable persecución, en mayo de 1936 volvieron a internarlo en el Presidio Modelo. Excarcelado debido a la amnistía de diciembre de 1937, buscó trabajo en una tabaquería sin abandonar el periodismo. En 1944 el pueblo de Marianao lo eligió concejal y esta vez el ayuntamiento municipal devino tribuna contra la corrupción. Estuvo en 1947 entre los fundadores el Partido Ortodoxo.
Orador vigoroso de rudo estilo matizado de imágenes, como lo describió uno de sus biógrafos, no es de extrañar que acudiera a la radio, primero ocasionalmente y a partir de 1948 en la Hora de la Ortodoxia Revolucionaria, transmitida en la COCO, emisora de la cual su amigo Guido García Inclán era director y copropietario. Sus denuncias sobre las tropelías de los gobiernos Auténticos molestaron al presidente Carlos Prío y en marzo de 1949 se dictó la primera clausura del espacio, medida definitiva meses después.
Tanto García Inclán como Juan Manuel no cejaron en su empeño y crearon otro programa, Vergüenza contra dinero, de salida diaria, en el que el marianense desempeñaba un papel protagónico. Muy nombradas fueron sus polémicas con los auténticos Tony Varona y Aureliano Sánchez Arango y con el batistiano Rafael Díaz Balart. El segundo amenazó con enviarlo a la cárcel, a lo que Juan Manuel replicó: “No puede impresionar con sus desplantes de guapetón trasnochado”. En cuanto al último, se atrevió a dudar de la audiencia del espacio. Márquez pidió a sus asiduos oyentes que escribieran cartas para refutar ese argumento y cuando ya tenía tres maletas llenas de misivas, las depositó en la puerta de la casa de su oponente.
Con el golpe de Estado perpetrado por Batista el 10 de marzo de 1952 se cerraron todas las vías pacíficas para la lucha política. Juan Manuel denunció sistemáticamente en la prensa el gigantesco fraude de los comicios de 1954 y siguió calificando de ilegal y régimen de facto al gobierno batistiano, por lo que fue objeto de una brutal paliza policial en junio de 1955.
A su lecho de convaleciente fue a verlo Fidel, con quien coincidió en aceptar la opción de empuñar las armas como único camino para enfrentar a la tiranía. Mediante Melba Hernández, días después, el Jefe de los moncadistas le propuso ser el segundo al mando de la expedición que proyectaba para iniciar la lucha guerrillera en el oriente cubano. Juan Manuel, una vez restablecido, marchó a los Estados Unidos y junto con Fidel reeditó la labor del Apóstol en la recaudación de fondos para la insurrección. El 25 de noviembre de 1956, a bordo del Granma, enrumbó hacia la Isla.
Tras la dispersión de Alegría de Pío, el marianense se quedó solo. Deambuló por la zona, tratando de llegar a la Sierra Maestra. Enfermo, agotado por el hambre y la sed, perdió el conocimiento y fue detenido por la soldadesca que lo asesinó el 15 de diciembre de 1956.
Tras el triunfo revolucionario, Fidel afirmó en un emotivo discurso: “No estará presente hoy, pero la obra que inició aquí está presente […] No se pondrá de pie la multitud con tu palabra, pero se pondrá de pie con estas palabras que pronuncio al conjuro de tu recuerdo».
Fuentes consultadas
El libro Apuntes biográficos de Juan Manuel Márquez, de Fernando Inclán Lavastida. Testimonios ofrecidos al autor de este trabajo por Alba Márquez, Imeldo Álvarez, Jaime Saruski y Melba Hernández.