Preservar la sanidad animal, humana y medioambiental, de manera integrada y holística, es la esencia de este enfoque, abordado recientemente en la finalizada V Convención Cuba Salud 2025
¡Todo está conectado! Es una afirmación científica, tecnológica y hasta bíblica. Y justo porque todo está relacionado, según las teorías, existe un vínculo profundo entre las grandes cuestiones globales y las pequeñas acciones cotidianas de nuestra vida, como pueden ser el consumo, el uso de la energía o el tratamiento de los residuos, digamos.
En esta misma línea ha proliferado en los últimos años un concepto enfocado en la idea de que la salud de las personas, los animales y los ecosistemas está estrechamente interrelacionada, y que los cambios en estas relaciones pueden aumentar el riesgo de que aparezcan y se propaguen nuevas enfermedades humanas y animales.

Así, por ejemplo, la forma en que se utiliza la tierra podría influir en el número de casos de paludismo, al tiempo que condiciones meteorológicas inciden en enfermedades como el dengue. En tanto, según señalan algunas fuentes, el comercio de animales salvajes vivos aumenta la probabilidad de que determinadas infecciones pasen a las personas, lo que se denomina transmisión zoonótica de enfermedades.
La explicación a todo lo encierra el nuevo enfoque enarbolado por Cuba en la recién finalizada Convención Internacional Cuba Salud 2025.
En dicho encuentro se resaltó que para Cuba el concepto de “una sola salud” se define como la estrategia para el logro de la salud óptima de las personas, los animales, las plantas y el ambiente (mediante acciones de prevención, control y respuesta rápida ante cualquier peligro), a través de la colaboración intersectorial y multidisciplinaria, desde las comunidades hasta a escala nacional. Por lo que se busca propiciar mayor uso racional de todos los recursos disponibles en el país, a la par de que se garantice el desarrollo armónico y sostenible de la sociedad en alineación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Durante el primer Congreso Nacional “Una sola salud”, realizado en el contexto del evento, el propio primer ministro cubano, Manuel Marrero Cruz, explicó los avances y desafíos de la implementación de una estrategia gubernamental en este paradigma que, si bien se aborda en el país desde el año 2015 a partir de los acuerdos de la alianza tripartita de organismos de Naciones Unidas en 2010, no es hasta 2021 que se normaliza y atiende como concepto.
Marrero destacó que en sus objetivos está disponer de una base legal que garantice la implementación de este enfoque, fortalecer el diagnóstico y vigilancia en la alerta temprana y avanzar en la prevención y control de la zoonosis, la inocuidad y la seguridad alimentaria.
Hablamos, en esencia, de que solo se puede proteger la salud humana, animal y ambiental, vistas como un único sistema, a través de la integración de varios sectores y factores. Para comprender mejor, le propongo ir a los inicios.
La semilla del concepto
De acuerdo con la Organización Panamericana de Salud (OPS), el enfoque del que hablamos reconoce que la salud de los seres humanos, de los animales domésticos y salvajes, las plantas y el medioambiente en general (incluidos los ecosistemas), están estrechamente vinculadas y son interdependientes.

Al establecer un vínculo entre estos, el concepto consiente abordar todas las facetas del control de enfermedades, desde la prevención hasta la detección, la preparación, la respuesta y la gestión. De tal suerte, permite contribuir con la seguridad sanitaria en todo el mundo, al tiempo que aborda la necesidad colectiva de agua, energía y aire limpios, alimentos seguros y nutritivos; o se actúa sobre el cambio climático y se contribuye al desarrollo sostenible.
“Si se tiene en cuenta que 75 por ciento de las enfermedades infecciosas consideradas enfermedades emergentes, resultan zoonóticas; y que afecciones como el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el virus del Nilo Occidental, la influenza aviar, y otros, son ejemplos de zoonosis con graves consecuencias para la salud humana; se aprecia que la dependencia entre el ser humano, los animales y el medioambiente es recíproca y cobra una importancia vital en la actualidad”, advierte la OPS.
Es por ello que en 2004 un grupo de expertos sanitarios centró su atención en este asunto. Tras reuniones, des-tacaron las prioridades de un enfoque interdisciplinario e internacional para combatir estas amenazas y emitieron una declaración denominada “Principios de Manhattan”, que incluyó 12 recomendaciones. En lo adelante, sería ratificada por la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Mundial de Sanidad Animal (Omsa), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y otros organismos internacionales.
El concepto se ha convertido en una verdadera referencia para las políticas internacionales, sobre todo a partir de octubre de 2008, a raíz del brote mundial de H5N1 (gripe aviar).
En 2010, la FAO, la OMS y la Omsa publicaron una nota de alianza tripartita conocida como la Declaración de Hanoi, en la que presentaban su visión común del fenómeno y se centraba en tres temas clave: la resistencia a los antimicrobianos, la influenza aviar y la rabia. En 2017 se presentó una versión actualizada de esa estrategia con nuevas prioridades hasta que llegó la covid-19.
La aparición del virus SARS-CoV-2 puso de relieve la necesidad de reforzar el enfoque “una sola salud”, poniendo mayor énfasis en las conexiones con la salud animal y el medioambiente. La pandemia demostró que, para prevenir, detectar y responder a los nuevos retos de salud, todos los sectores implicados deben colaborar de forma conjunta en conseguir lo que ninguno puede lograr por sí solo.
Una sola salud en cifras
Según el Banco Mundial, en 2022 se calculó que el beneficio previsto de “una sola salud” en la comunidad mundial sería de al menos 37 000 millones de dólares al año. La necesidad anual estimada de gasto en prevención es inferior a 10 por ciento de estos beneficios. Por ejemplo, la adopción de un enfoque de “una sola salud” para la prevención mediante la reducción de la deforestación, generaría unos beneficios secundarios de 4 300 millones de dólares, gracias a la reducción de las emisiones de dióxido de carbono.

Mientras, desde 2003, el mundo ha sido testigo de más de 15 millones de muertes humanas y cuatro billones de dólares en gastos económicos por enfermedades y pandemias, así como de inmensas pérdidas derivadas de los peligros para la inocuidad de los alimentos y el agua.
Alrededor de 60 por ciento de las enfermedades infecciosas emergentes que se registran en el mundo proceden de los animales, tanto salvajes como domésticos. En las últimas tres décadas se han detectado más de 30 nuevos agentes patógenos humanos, 75 por ciento de los cuales tiene su origen en animales.
Precisamente las enfermedades animales representan una amenaza directa para los medios de subsistencia de las comunidades rurales que dependen de la producción ganadera. Según estimaciones de la FAO, más de 75 por ciento de los mil millones de personas que viven con menos de 2 dólares al día, depende de la agricultura y la ganadería de subsistencia para sobrevivir.
En cuanto a la seguridad alimentaria, se estima que cada noche unos 811 millones de personas se acuestan con hambre y se necesitará un aumento de 70 por ciento de proteína animal para alimentar al mundo en 2050. Mientras tanto, más de 20 por ciento de las pérdidas de la producción animal mundial están relacionadas con las enfermedades de los animales.
“Las actividades humanas y los ecosistemas sometidos a estrés han creado nuevas condiciones propicias para la aparición y propagación de enfermedades. Los factores de estrés incluyen el comercio de animales, la agricultura, la ganadería, la urbanización, las industrias extractivas, el cambio climático, la fragmentación del hábitat y la invasión de zonas silvestres”, señaló Tedros Adhanom, director general de la OMS.
La acción humana ha alterado gravemente 75 por ciento de los entornos terrestres y 66 por ciento de los entornos marinos. En este contexto, se señala que los seres humanos y el ganado tienen más probabilidades de cruzarse con los animales silvestres cuando se pierde más de 25 por ciento de la cubierta forestal original y justo algunos de estos contactos pueden aumentar la probabilidad de transmisión de enfermedades.
De ahí que el líder del máximo organismo sanitario internacional convoque a asumir “una sola salud” como un estilo de vida.
“Las personas pueden contribuir de muchas maneras a lograrlo: asegurándose de que la fauna y la flora silvestres permanezcan en sus hábitats naturales y no participando en su comercio; cumpliendo los tratamientos con antibióticos prescritos por los profesionales de la salud; practicando hábitos saludables con las mascotas y garantizando que estén vacunadas; evitando los medios de transporte con altas emisiones de carbono e intentando caminar o ir en bicicleta en distancias cortas”, alega.
Esto demuestra que, en efecto, ya lo decíamos al inicio, todo está relacionado y que el paradigma de “una sola salud”, más que una categoría académica o una agenda política, respalda acciones para fortalecer, también, la interconexión entre todas las naciones.
El nuevo recetario
Le enumeramos de forma resumida los 12 principios que son hoy un estatuto para preservar la sanidad animal, humana y medioambiental, de manera integral:
* Reconocer que existe un vínculo esencial entre la salud humana, los animales domésticos y la vida silvestre, y que, por tanto, las enfermedades representan una amenaza no solo para las personas, sino también para sus suministros de alimentos y sus economías.
* Comprender que las decisiones relativas al uso de la tierra y el agua tienen implicaciones reales para la salud.
* Incluir la ciencia de la salud de la vida silvestre como un elemento esencial para prevenir, monitorear, controlar y mitigar las enfermedades globales.
* Aprobar programas de salud humana que pueden con-tribuir en gran medida a los esfuerzos de conservación.
* Diseñar enfoques holísticos y con visión de futuro para prevenir enfermedades emergentes.
* Buscar oportunidades para integrar las perspectivas de conservación de la biodiversidad y las necesidades humanas.
* Reducir la demanda y regular el comercio internacional de carne de animales silvestres, no solo para proteger la especie, sino también para disminuir los riesgos de transmisión de enfermedades.
* Para el control de enfermedades, restringir el sacrificio masivo de especies en libertad
* Aumentar la inversión en la infraestructura mundial de salud humana y animal.
* Fomentar las redes de colaboración entre los gobiernos, la población local y los sectores públicos y privados.
* Proporcionar recursos a las redes mundiales de vigilancia de la salud de la vida silvestre.
* Por último, invertir en educar y sensibilizar a la población mundial sobre el tema.