Así definió el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, a la ofensiva ideada y planificada por él que comenzó en la finca La Campana
Fotos. / Archivo de BOHEMIA
Al concluir la primera decena de octubre de 1960, la situación en la Sierra del Escambray había cambiado con respecto al mes anterior. La operación conjunta del Ejército Rebelde y las milicias neutralizó a gran parte de las bandas de alzados; las sobrevivientes permanecieron inactivas durante un tiempo, rehuyendo la confrontación, en espera de los suministros aéreos prometidos por la CIA.
Se hallaban detenidos tres de los más importantes jefes contrarrevolucionarios como resultado de esta ofensiva junto con 177 insurgentes y colaboradores, entre ellos, John Maples Spiritto, quien cumplía misiones secretas vinculadas con las actividades de los sublevados.
Durante la comparecencia televisiva del 15 de octubre de ese año en el espacio Ante la prensa, el entonces primer ministro, Fidel Castro, informó: “Vamos a hacer una Reforma Agraria especial en el Escambray […] Vamos a situar en el Escambray a mil guajiros en 50 o 60 cooperativas, sobre las armas […] La zona del Escambray es distinta, incluso, de la Sierra Maestra, porque allí hay muchos propietarios de 20 o 30 caballerías de tierra. No está repartida como está, por ejemplo, la Sierra Maestra, entre muchos pequeños propietarios”.
El 20 de octubre la CIA sufrió otro duro golpe. El agente yanqui Spiritto aportó pruebas concluyentes de la traición de los comandantes del II Frente Nacional Escambray (FNE) William Morgan, jefe del departamento de Repoblación Fluvial del Ministerio de Agricultura, y Jesús Carreras, licenciado del Ejército Rebelde desde agosto último. Ambos desempeñaban un importante papel en el avituallamiento y el envío de armas a los sublevados.
En el hogar de Morgan se hallaron documentos que lo vinculaban con las bandas y en una de sus oficinas de trabajo se encontró material bélico destinado a futuros levantamientos contrarrevolucionarios, según consta en el expediente de la Causa 565/60.

¿Guerra de guerrillas contra Fidel?
En enero de 1960, John Foster Dulles, director de la CIA, y el coronel James C. King, jefe de la División del Hemisferio Occidental de la cancillería yanqui, presentaron un documento sobre acciones encubiertas encaminadas al derrocamiento de la Revolución, en el cual sugerían “movimientos guerrilleros” en áreas de condiciones topográficas y socioeconómicas favorables para su desarrollo.
Ya a mediados de marzo de ese año se produjeron los primeros alzamientos encabezados por el ex militar batistiano Chichí Gámez y el terrateniente Rafael Aragón. La CIA, en su encomienda de estimular más focos de sublevados, contó con la ayuda de William Morgan y el tristemente célebre Orlando Bosch (sí, el autor intelectual de la voladura del avión de Barbados).
Por aquellos días, Morgan, Jesús Carreras, Armando Fleites y Plinio Prieto, todos altos oficiales del II FNE, hacían frecuentes recorridos por el Escambray. Sostuvieron reuniones conspirativas con antiguos colaboradores suyos en la lucha contra Batista, escondieron numeroso armamento en varios lugares del macizo montañoso y crearon centros de proselitismo en la zona, los cuales suministraron futuros integrantes de bandas.
Bosch convocó a una reunión en la entonces Clínica del Maestro (avenida 26 de Julio y calle Primera, reparto Escambray, Santa Clara) al capitán del Ejército Rebelde Sinesio Walsh y al presidente de la FEU-Las Villas Porfirio Ramírez Espinosa, excapitán del Directorio Revolucionario, con el fin de coordinar levantamientos.
Allí se acordó el alzamiento del segundo teniente Quino Bembibre, hasta hacía poco tiempo jefe de la Policía Rural revolucionaria en Camajuaní. Valiéndose de su antiguo cargo, auxiliándose de varios compinches encañonó a la poca numerosa posta. Tras apoderarse de una docena de armas, en dos autos huyó lacia el lomerío. Cuando meses después Walsh rompió definitivamente con la Revolución, Bembibre le hizo entrega del mando de la banda.
Consciente de que el aparato clandestino contrarrevolucionario era insuficiente para derrocar a la Revolución, Richard Bissel, director adjunto de Planes de la CIA, presentó un plan al Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos donde proponía una fase paramilitar en apoyo al “movimiento guerrillero”.
En dicha fase, se entrenaría unos 500 contrarrevolucionarios distribuidos en 25 equipos, cada uno con un operador de radio, para introducirlos en Cuba. La Estación CIA en Guatemala contactó a Roberto Alejos, un acaudalado hombre de negocios de ese país, y le solicitaron su ayuda en la creación de un campamento de entrenamiento de emigrados contrarrevolucionarios cubanos en su finca Helvetia. El potentado estuvo de acuerdo.
En opinión de Bissel, era necesario unificar a las “fuerzas disidentes” del exilio en un frente único, con el objetivo de atribuirle el apoyo exterior a la “oposición armada a Castro” y exculpar a los Estados Unidos de toda responsabilidad. Bajo la dirección de los agentes de la CIA Frank Bender y Howard Hunt, se reunieron en Ciudad México el desertor del Ejército Rebelde Manuel Artime, el politiquero Tony Varona, el excomunista Aureliano Sánchez Arango, el “demócrata cristiano” José Ignacio Rasco y Justo Carrillo, jefe del Movimiento Montecristi, y fundaron el Frente Revolucionario Democrático (FRD).
Los alzamientos continuaron. En junio, el de Plinio Prieto; en julio, los de Porfirio Ramírez Espinosa y Osvaldo Ramírez; al mes siguiente, además de Sinesio Walsh, les imitaron Evelio Duque, Julio Emilio Carretero y Tomás David Pérez alias San Gil.
Ante el auge de la insurgencia contrarrevolucionaria en el Escambray, Fidel llegó a Topes de Collantes y expuso su plan de enfrentamiento a las bandas. Habló de la necesidad de introducir en gran escala la experiencia anterior de los Malagones en Pinar del Río y anunció la apertura de la Escuela de Milicias Camilo Cienfuegos en la finca La Campana, cerca del Hoyo de Manicaragua, donde los campesinos y obreros agrícolas del Escambray recibirían entrenamiento adecuado. Ya en su mente iba esbozando la planificación de la ofensiva miliciana.

Fidel organiza la operación
Unos 200 oficiales del Ejército Rebelde (ER) fueron internados en la Sierra Maestra y sometidos a un riguroso entrenamiento, el cual incluía subir 10 veces el Pico Turquino en 13 días y realizar una caminata desde La Maya, enrumbando por la costa sur, hasta Baracoa. Durante el trayecto, uno de aquellos combatientes, Orlando Lorenzo Castro, conocido como el capitán Pineo, fue llamado aparte por el comandante Filiberto Olivera. Este le dijo: “Fidel me pidió 21 oficiales de los más capaces. Escoge 20 y tú, por supuesto, para que vayan para Las Villas”.
Días después, en el hotel Jagua, en Cienfuegos, el líder de la Revolución se reunió con los oficiales seleccionados y les explicó el plan de ofensiva continua por pelotones, a cuyo frente irían estos oficiales. Presentó al comandante Manuel Piti Fajardo como Jefe de las Operaciones Militares, y a su segundo al mando, el también comandante Vilo Acuña.
Utilizando un mapa de la región, les explicó las acciones por acometer, trazó la táctica de “cerco y peine hasta chocar con el enemigo”, nombre por el cual en su momento fue conocida esta operación, aunque el pueblo la bautizó después “Primera Limpia del Escambray”, denominación aceptada hoy día por investigadores y comunicadores, aunque algunos especialistas distingan esta etapa (septiembre-noviembre) de la que le sucedió (diciembre-abril), a la cual llaman “Operación Jaula”.
Según el historiador José Ramón Herrera, participante activo de esta gesta, los pelotones de milicianos partían por rutas establecidas previamente hasta hacer contacto con los alzados. Cuando alguno de esos destacamentos entablaba combate, los otros se trasladaban hacia el lugar y ayudaban a la neutralización del enemigo. Acotaba Herrera: “La ventaja de esa táctica radicaba en que los milicianos integrantes de cada pelotón, conocedores del terreno, superaban a los alzados en resistencia física y moral combativa”.
El 8 de septiembre, desde la escuela de milicias de la finca La Campana, marcharon una veintena de pelotones integrados por cerca de 500 milicianos campesinos, dirigidos por oficiales del Ejército Rebelde, quienes comenzaron a peinar en todas direcciones hasta llegar a Topes de Collantes, allí radicaba la jefatura de las Operaciones Militares. Uno de aquellos pelotones sorprendió en la casa de un guajiro a una partida de alzados e hicieron 17 prisioneros.
En esos días Fidel recibió en Cienfuegos un aviso sobre un grupo contrarrevolucionario acampado cerca de la carretera de La Sierrita a San Blas. Se disponía a partir hacia allá junto con su escolta y un destacamento de oficiales y soldados, cuando Piti Fajardo le dijo: “¿Para dónde usted va?”. Su respuesta tajante no admitió réplica alguna: “¿Cómo que para dónde yo voy? Yo soy el que manda aquí”. Y enrumbó con la tropa hacia donde se hallaban los alzados. Dirigió la operación y tras un prolongado tiroteo, capturaron a varios enemigos.
Aunque Evelio Duque y Sinesio Walsh, este último acampado en Nuevo Mundo, evitaban todo choque con las milicias, estas neutralizaron varias bandas en septiembre. Entretanto, en La Campana, por orientaciones del Comandante en Jefe, se iniciaba un curso intensivo de preparación con otros 500 milicianos durante tres semanas. Ya a finales de ese mes andaban por la serranía listos a combatir y un número similar comenzaba un nuevo período de entrenamiento.
Con la finalidad de abastecer con armas, municiones, equipos, explosivos y otros medios a las bandas, la CIA organizó la llamada Operación Silencio. Se llevaron a cabo 12 operaciones aéreas hasta marzo de 1961 que pretendieron suministrar, según documentos desclasificados de la propia agencia, alrededor de 151 000 libras (poco menos de 70 toneladas métricas) de pertrechos.

Quien vive de ilusiones…
El 6 de octubre de 1960, antes de cumplirse el mes de la ofensiva iniciada en La Campana, Sinesio Walsh y un grupo de cómplices fueron hechos prisioneros, y en los días siguientes otros grupos dispersos corrieron igual suerte. Ante esta debacle, Plinio Prieto, quien había regresado semanas atrás de Estados Unidos, decidió salir del Escambray y llegar hasta Cienfuegos con la intención de contactar con la CIA y reorientar sus planes; pero fue aprehendido por agentes de la Seguridad del Estado.
A Walsh, Prieto y Ramírez Espinosa los sentenciaron a la pena capital y fueron ejecutados. Según José Ramón Herrera, testigo presencial del juicio, gozaron de todas las garantías procesales e incluso los asistió un sacerdote católico en los últimos instantes de su existencia. William Morgan y Jesús Carreras corrieron igual suerte. El proceso judicial al estadounidense tuvo 20 días de sesiones.
Evelio Duque y Quino Bembibre huyeron a los Estados Unidos, donde hallaron refugio. El primero afirmó a su llegada: “Vine con la esperanza de conseguir armamentos para regresar al Escambray”. Nunca lo hizo. Murió en Ecuador en 2003. Bembibre falleció en 2005. Por supuesto, en Miami.
Según afirmaba el historiador José Ramón Herrera, la operación realizada entre septiembre y octubre de 1960, la cual liquidó totalmente la agrupación de bandas de Nuevo Mundo, confirmó la justeza de la experiencia de los Malagones, en cuanto a preparar a los campesinos y obreros agrícolas de las serranías para perseguir, localizar y liquidar a los grupos irregulares contrarrevolucionarios.
Tras la culminación exitosa de la Primera Limpia del Escambray, la CIA abandonó la estrategia de usar la guerra de guerrillas para derrocar a la Revolución, aunque trató de seguirla utilizando de apoyo a la brigada de asalto con la cual pensaba invadir Cuba. Este proyecto tuvo como escenario, meses después, a la Bahía de Cochinos.
*Periodista y profesor universitario. Premio Nacional de Periodismo Histórico por la obra de la vida 2021.
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Fuentes consultadas
Los libros Bandidismo. Derrota de la CIA, de Pedro Etcheverry y Santiago Gutiérrez; Girón. La batalla inevitable, de Juan Carlos Rodríguez; Operación Jaula. Contragolpe en el Escambray, de José R. Herrera, y Memorias del capitán Pineo, de Orlando Lorenzo Castro.


















