Desde su salida de prisión, el 15 de mayo de 1955, Fidel emprendió la labor de demostrarle al pueblo que la tiranía nunca permitiría una oposición política pacífica
Por. / Pedro Antonio García*
Minutos antes de abandonar Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud) en la pequeña motonave El Pinero, tras 19 meses de reclusión en el Presidio Modelo, Fidel accedió a responder un cuestionario a un periodista radial: “Pienso quedarme en Cuba luchando a visera descubierta. Combatiendo al gobierno, señalando sus errores, denunciando sus lacras, desenmascarando gánsteres, porristas y ladrones”.
A otro reportero, perteneciente a la nómina de BOHEMIA, expresaría: “Estamos por una solución democrática. El único que se ha opuesto aquí a soluciones políticas es el régimen”. Y al diario La Calle, cuyo director-propietario era su amigo, el revolucionario Luis Orlando Rodríguez, luego comandante rebelde, expresaría: “Tal vez muchos exiliados no regresen a la patria, esperando a ver qué ocurre con nosotros, es decir, para saber si realmente hay garantías. Nosotros nos sometemos voluntariamente a ser conejillos de India de la actual situación. Por eso no vamos al exilio, aunque sé que la primera villanía me la harán a mí”.
Ya desde los días de prisión Fidel había estado delineando su estrategia política para cuando recuperara la libertad, consistente en vertebrar un movimiento independiente y ajeno a los politiqueros corrompidos y proimperialistas, y desencadenar la insurrección popular como la forma más alta de la lucha de masas. Pero como buen leninista, comprendió que no se podía convocar al pueblo a la lucha armada en momentos en que el régimen había promulgado una amnistía general para los presos políticos y mantenía cierta tolerancia con la libertad de expresión y de prensa.
Era necesario aún desenmascarar a la tiranía ante la opinión pública, hacer que trasgrediera la estrecha legalidad existente y mostrar en toda su magnitud su despotismo y crueldad innatas. Tocaba entonces a la vanguardia despertar la conciencia de las masas, llevarlas al convencimiento de que la única opción ante el batistato era la lucha armada.
La paloma asesinada
En el trayecto de Gerona a Batabanó y luego, de este poblado a La Habana, Fidel consultó con varios combatientes la nueva denominación del Movimiento que se proponía fundar, no solo con los moncadistas, sino sumando a otros compañeros de la Juventud Ortodoxa, de otras organizaciones e incluso a revolucionarios probados sin afiliación política anterior que se habían distinguido en el enfrentamiento al régimen de oprobio. La consulta aportó un nombre en particular, pero el joven abogado biranense propuso que debía someterse a la aprobación de los miembros de la organización una vez estructurada.

El multitudinario recibimiento al jefe de los moncadistas en la Terminal de Ferrocarriles de La Habana, el 16 de mayo de 1955, evidenció su ascendente prestigio en la vida política nacional. Entre otras personalidades, se hallaban allí los miembros del Ejecutivo de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), encabezados por su presidente, José Antonio Echeverría, quien informó a la prensa sobre una concentración frente a la Escalinata el 20 de mayo siguiente, bajo la consigna “Por la república de Martí”, para rendirle homenaje a los revolucionarios recién liberados de la cárcel por la amnistía.
“Hacemos un llamamiento a todo el pueblo para que se movilice y asista a este acto en el que hablarán presos políticos, exiliados y dirigentes estudiantiles. Será invitado el doctor Fidel Castro para que haga el resumen de este evento patriótico”, afirmó el dirigente estudiantil.
Pronto el régimen batistiano demostraría que, como puntualizaba Fidel, estaba opuesto a toda solución política. El 19 de mayo, tras concluir una comparecencia radial suya, la emisora fue asaltada por la policía, la cual apresó al administrador de la planta y requisó documentos. Pocas horas después, agentes de los aparatos represivos se personaron en casa del moncadista Pedro Miret y, sin mandamiento judicial, procedieron a un minucioso registro de su hogar.
Aquel 20 de mayo, a partir de las seis de la tarde, un ejército de agentes de los aparatos represivos batistianos, incluyendo a patrulleros de la sección radio motorizada y soldados con armas largas y ametralladoras, cercaron totalmente la Universidad de La Habana y cerraron todas las vías de acceso a ella. Quienes intentaron llegar a la Colina recibieron golpizas brutales.
Al centro docente lo habían privado de energía eléctrica, los estudiantes activaron una pequeña planta y diseminaron altoparlantes en varios puntos. Al escuchar las denuncias al régimen, hechas por el presidente de la FEU, y su arenga al combate contra la tiranía, los uniformados abrieron fuego, desde la encrucijada de las calles L y San Lázaro, hacia el estrado en penumbras ubicado cerca del Alma Máter. Asustadas por las ráfagas, un enjambre de palomas alzó vuelo.
Al día siguiente, relató la prensa de la época, mientras contaban los impactos de bala en las instalaciones de la casa de altos estudios, los transeúntes hallaron una paloma muerta en medio de la Escalinata. Años después, rememorando aquellos días ante un periodista, un cercano colaborador de José Antonio, Julio García Oliveras, sentenciaría: “Eso sería una señal del futuro. Batista había asesinado la paloma de la paz”.
La tiranía pierde los estribos
En su edición del 15 de mayo, BOHEMIA condenó en un editorial la brutal agresión a dos locutores de la radioemisora CMKC de Santiago de Cuba. Una semana después, usando su derecho a la réplica, el coronel Alberto del Río Chaviano, en vez de aportar argumentos sobre su trasgresión a la ley en la ilegal detención de los trabajadores radiales, se dedicó a calumniar a los asaltantes al cuartel Moncada, a 55 de los cuales había asesinado a sangre fría en los días posteriores a la acción.

Como era de suponer, Fidel replicó en el siguiente número de la publicación (29 de mayo) con su célebre artículo “Mientes Chaviano”, en donde reiteraba las denuncias sobre los crímenes cometidos por ese sádico militar, ya formuladas en La historia me absolverá. Los alabarderos del gobierno, lejos de refutar sus verdades, solo supieron apelar al insulto y la amenaza. Lo que motivó una declaración de la FEU: “Ni Fidel ni los que junto a él se batieron dignamente frente al régimen, están solos y sin respaldo […]. Si por decir la verdad se amenaza y se provoca a un hombre valiente y honrado, nosotros en nombre de la juventud y el pueblo de Cuba nos responsabilizamos enteramente con la actitud asumida por Fidel y junto a él estamos dispuestos a correr su suerte”.
La estocada final a la tiranía se la asestaría Luis Orlando Rodríguez en el periódico La Calle al publicar las espectaculares declaraciones de Waldo Pérez Almaguer, gobernador de Oriente en los días del asalto al Moncada, quien confirmaba las denuncias de Fidel acerca de los asesinatos cometidos por Chaviano y sus secuaces
En otro momento de su vida, cuando sobresalió por su astucia y demagogia al sortear hábilmente situaciones difíciles, Batista hubiera contenido a sus subalternos. Pero en 1955, gracias al gobierno de Eisenhower, se sentía impune y respaldado, el engreimiento nublaba su raciocinio. Y al inaugurar, el 4 de junio, una avenida en Marianao a la que habían puesto su nombre, lanzó terribles amenazas: “Los hombres y mujeres de los partidos que gobiernan tienen cerebro y corazón y tienen manos también”.
Era una oportunidad que no podía desaprovechar el Jefe de los moncadistas. Y para el periódico La Calle, escribiría: “¿A qué hablar de manos si se han estado debatiendo razones y verdades? ¿Quién ha utilizado las manos en la polémica sobre los hechos del Moncada, polémica provocada por el señor Chaviano, que al responder al palmacristazo a dos locutores se metió en la camisa de once varas del 26 de julio? No debe hablarse de manos, manos que pueden ser asesinas cuando es hablan de razones; si el gobierno carece de razón es lógico que hable de manos, manos asesinas”.
Por uno de esos azares concurrentes, este artículo apareció en el mismo número en que La Calle denunciaba la brutal golpiza que policías vestidos de civil propinaron a Juan Manuel Márquez, líder ortodoxo del entonces municipio de Marianao. Y el 9 de junio era asesinado a sangre fría en el Vedado, en plena vía pública, Jorge Agostini, quien había luchado en el bando republicano durante la Guerra Civil Española.
José Antonio denunció públicamente el asesinato del internacionalista, el cual “dice a las claras las garantías que a la seguridad y a la vida ofrece el régimen dictatorial”. Fidel, entretanto, señaló que Agostini no presentaba un solo disparo, “sino un sinnúmero de balazos diseminados por todo el cuerpo. No se le dan tantos balazos a un hombre para que no escape, tales rasgos en el cuerpo de la víctima solo se presentan cuando hay ensañamiento, cuando se le dispara incluso en el suelo”.
Ya se ha visto a lo largo de este artículo, Fidel, en su labor de convencimiento al pueblo, estaba demostrando fehacientemente que el régimen batistiano no dejaba ni dejaría opción alguna a la oposición política pacífica. ¿Y cuál sería la única solución para resolver los problemas que aquejaban entonces a Cuba? La insurrección popular armada.
*Periodista y profesor universitario. Premio Nacional de Periodismo Histórico por la obra de la vida 2021.
______________________
Fuentes consultadas
Las recopilaciones Fidel periodista y Fidel en Bohemia. Nuestro más firme baluarte. Los libros Tiempos precursores, de Mario Mencía, y La palabra empeñada, de Heberto Norman. Textos periodísticos aparecidos en La Calle (15 de mayo-12 de junio de 1955) y BOHEMIA (mayo 15, 22 y 29 de 1955).