A la altura del kilómetro 32 de la autopista Habana-Pinar, el colapso de seis torres del sistema eléctrico era prueba palpable del desastre que dejó tras de sí el huracán Rafael. Desde el 7 de noviembre comenzaron a llegar obreros y técnicos para enfrentar, con la audacia de los preeminentes, la compleja tarea
Cuando aun en la región oriental de Cuba estaban muy frescas las heridas que propinara el huracán Oscar, con la pérdida de vidas humanas y elevadas cifras en afectaciones a la economía, la furia de otra tormenta, Rafael, arremetía contra el Occidente del país.
Según los expertos, tocó tierra el 6 de noviembre pasadas las cuatro de la tarde en Playa Majana, al sur de Artemisa, con vientos de hasta 185 kilómetros por hora. Alrededor de las siete de la noche abandonó nuestro archipiélago por la Bahía de Cabañas, con categoría 2.
Si bien esta vez no hubo que lamentar fallecidos, fueron cuantiosos los daños a las viviendas, la agricultura, centros educacionales y de la salud, fábricas y otros servicios, entre los que se incluye el colapso del sistema eléctrico nacional, afectación que trabajadores del sector en casi todo el país –en fuerte lucha contra el tiempo– contrarrestan.
BOHEMIA ha reportado en distintos momentos su quehacer. En esta oportunidad el encuentro fue con algunos de los que el 7 de noviembre se trasladaron a la zona de la Autopista marcada con el kilómetro 32, perteneciente a Artemisa, próximo a Guanajay, donde colapsaron seis torres de la línea transmisión de 220 kV.
Hombres de trabajo y entrega ante una ansiosa espera
La gente de esos parajes tiene la particularidad de no perder su bondad ni en las peores circunstancias. Los tiempos son duros. Mas, aunque a veces se impacienten, miran con gratitud la consagración de estos hombres venidos de muchos puntos de Cuba a levantar las seis torres caídas, con el fin de restablecer el servicio en el menor tiempo posible, sin olvidar las características de la importante misión.
Entre los directivos a pie de obra se encuentra el joven ingeniero eléctrico Danisley Quiñones Abascal, titular de la UEB Ciego de Ávila de la Empresa de Construcciones de la Industria Eléctrica (UCIE), graduado en 2009 en la Universidad Ignacio Agramonte, de Camagüey.
“Ingresé a la UCIE como adiestrado. Trabajé dos años en la subestación, donde comencé a adquirir los conocimientos prácticos. Entre las personas que más me ayudaron está el jefe de brigada de línea Vicente Pérez, con muchos años de experiencia. Con él he descubierto todas las mañas y las maniobras de las líneas que no se aprenden en un aula universitaria.”
Con el cariño que puede sentir un buen padre por su hijo, Vicente interviene: “En su etapa de adiestramiento fue alumno mío. Siempre ha sido muy bueno y preocupado por su aprendizaje, sobre todo en el terreno, donde hay truquitos: solo se descubren sobre las líneas, con la práctica. El que tiene deseo de aprender, pregunta, y el muchacho lo preguntaba todo. Yo estaba en el deber de responderle, en correspondencia con mis posibilidades. Él es inteligente y con aptitudes para cualquier desempeño dentro de esta actividad”.
Tras los dos primeros años, Danisley pasó al ámbito administrativo para iniciar su formación como joven directivo. Laboró en diversos departamentos: construcciones, inversiones, el área económica y otros, lo que le permitió tener una visión más integral de la actividad.
“En 2012 tuve una experiencia que me marcó sobremanera, la recuperación tras el paso del huracán Sandy, en la región oriental del país; especialmente, Santiago de Cuba, donde todos los municipios quedaron sin servicio eléctrico, una de las peores consecuencias del paso del meteoro.
“Años después –2015 y 2016–, participé en la Misión Energética de Venezuela, responsabilidad compartida nuevamente en 2019. Ambas contribuyeron a enriquecer mis conocimientos; palpé maneras diferentes de trabajar, que me permitieron contrastar con nuestras formas de hacer. Incursioné en líneas de 400 kV, que aquí no tenemos; en construcción y mantenimiento de subestaciones… Resultaron muy buenas experiencias.”
–Me hablaste del huracán Sandy. Ya han pasado 12 años y Cuba ha enfrentado otros meteoros. ¿Cómo asumes estas movilizaciones?
–Siempre con la misma disposición. En esta oportunidad, lo primero es reconocer la actitud de todos nuestros trabajadores, quienes cumplían una tarea importante –un tiro de cable protector– en la UEV de Las Tunas e inmediatamente respondieron al llamado a la recuperación. Tenemos un grupo aquí, pero hay otros en distintos puntos vitales de Artemisa, como Mariel, que todavía están sin el servicio.
“Al llegar a este sitio y ver los daños tan grandes provocó en nosotros un impacto muy fuerte. El huracán causó muchos estragos. Más de una semana ha transcurrido desde su paso. Las personas que aun no tienen electricidad se impacientan –es lógico-, pero entienden que tenemos el deber de trabajar con calidad. Esa comprensión es algo que agradecemos tanto, como los deseos que ellos tienen de que se restablezca el servicio.”
Un jubilado muy activo
Rafael Peláez Matos, más conocido por El Serranito, está en la nómina de los movilizados. Se jubiló hace dos años, pero no se quedó en casa; comenzó a trabajar como jardinero en la propia empresa, allí se desempeñó por más de 45 años como montador de estructuras. Ahora, tras el paso del huracán Rafael, lo llamaron nuevamente y, sin titubear, expresó: “Cuando el corazón de te diga voy, no dudes, síguelo.”
Con orgullo cuenta que ha trabajado desde Pinar del Río hasta Moa y son tantas las etapas de recuperación enfrentadas, tras el paso de los huracanes, que ya ha perdido la cuenta.
“Ahora me ves aquí, aportando mi experiencia, aunque ya no tenga la fuerza, el empuje de la juventud, me siente bien y estoy ‘batío’, porque soy un jubilado muy activo y todavía útil.
“El hecho de saber que hay tantas personas sin servicio eléctrico todavía, y gran cantidad de centros de trabajo paralizados, me impulsa a esforzarme más. En San José de las Lajas –donde vivo– estuve solo cuatro días sin corriente y el panorama estaba feo. Después de tantos días es más difícil y me pongo en el lugar de esas personas.”
Natural de Media Luna, en la oriental provincia de Granma, es de esos hombres que considera que el trabajo es su mejor medicina, porque cuando no tiene algo que hacer se siente muy mal, no es empático con el ocio. Orgulloso de su origen campesino y como buen interlocutor, habla de su encuentro con la capital cubana:
“Vine a La Habana a una escuela-taller convocada por Celia Sánchez, la Heroína de la Sierra. Conformábamos un grupo de niños que aún no tenían edad laboral, pero tampoco estudiaban. La escuela a la que me incorporé estaba en Güira de Melena. Laopción de oficios eradiversa:chofer, mecánico, albañil, electricista automotriz, entre muchas más. Yo opté por esa última y me desempeñé en ella durante dos años.
“Al cabo de ese tiempo, se fundó la Empresa Eléctrica y entre los obreros que se incorporaron para cubrir las plazas necesarias estuve yo. Mi grupo empezó con los armadores de las torres, con quienes aprendimos mucho y nos calificamos como montadores. De este modo he llegado hasta aquí, aportando en cada momento lo mejor de mí.”
Primer cumple fuera de casa
Heriberto Morales Ruiz, nació el 15 de noviembre de 1965. Procedente de Villa Clara, llegó a las zonas devastadas por Rafael el pasado 7 de noviembre, por lo cual la celebración de su cumpleaños 59 transcurrió fuera de casa, en la recuperación de las torres de alta tensión. Primera vez que está ausente, lejos de los suyos, en tan significativa fech: el huracán es el responsable. También es la primera vez que participa en este tipo de movilizaciones, en la que se desempeña como soldador, que es su especialidad.
“Aunque estoy lejos de casa –dice–, hoy a primera hora recibí la felicitación de mi esposa, mi mamá y mi hijo, toda la familia, que se siente orgullosa de que pueda ayudar en la recuperación del servicio eléctrico en esta zona del occidente de Cuba. De todas formas, la celebración puede ser después. No le niego que siento nostalgia, sentimiento que se borra cuando recuerdo que por acá hay personas fuertemente afectadas por los estragos del meteoro. Además, los compañeros han sido muy atentos conmigo.”
La solidaridad, no tiene fronteras, en este escenario se aprecia cada día. El bregar de cada uno de ellos se desarrolla bajo el signo del trabajo y el rigor; el lugar o las condiciones en que lo realicen no constituyen obstáculo alguno. Si fuera posible alargarían el tiempo o multiplicarían sus brazos: lo precisan para terminar la obra, algo que ven como su compromiso mayor.
Es esta una muestra más de ese altruismo que identifica a los grandes, a hombres que inician cada jornada antes de la salida del sol y la terminan con el crepúsculo. Son seres humanos con ansían de que en cada hogar, centro educacional, de la salud o de servicio vuelva a la normalidad. Para ello han retado a la lluvia, a los inconvenientes que puedan surgir y, sobre todo, al tiempo.
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